Si mi vida no es esto
¿Qué será la vida? ...¿Adivinanza?...
Que me dé tiempo el Tiempo, a más del suyo.
Y yo me reharé mi eternidad;
lo que me falta,
Porque la eché... me estuvo un momento demás.
¿Sabes de los puertos encallados,
del furor y del desembarcar,
y del cetáceo con mojadísimo uniforme,
que no nada y cae y va?
¿Sabes de la ciudad tanta,
que no parece ciudad
sino cadáver disgregado,
innumerable e infinitesimal?
Tú no sabes nada;
Tú no sabes sino preguntar,
Tú no sabes sino sabiduría
Pero sabiduría no es estar
Sin noción de nada, sino proseguir o seguir
A pie hacia el ya.
Martín Adán
No pasa un día en que no pensemos en el tiempo, lloverá, hará calor, llevaremos abrigo hoy señoras y señores. Uno está condenado a mirar para arriba afligidos o satisfechos; el tiempo como tema de conversación, qué calor comadre, no, si es la sensación térmica lo que cuenta, la humedad, pero mire usted las nubes de ese lado, ajá...; el tiempo como preparativo del día, el tiempo arropándonos la piel, la posibilidad del frío, la seguridad del calor... Allá fue invierno.
En Lima garúa, está claro, no hay ansiedades posibles, no llueve, no hay sol, garúa todo el invierno. Así de simple, todos los días. Está bien, es posible que exagere algo (no sería la primera vez). Los peruanos en invierno llevaban botas, remeras, chompas, bufandas, abrigos, seré canadiense porque con 20 grados no me hace frío, y por contraste con las lluvias estivales de Montreal, baldazos intensos que duran media hora, la lluvia finita, tan finita, no molesta, acaso refresca y así paseaba por el cielo gris limeño, resbalando por las veredas húmedas de la ciudad, hipnotizada por el cielo infinitamente gris de la capital oceánica del sur.