sábado, 9 de diciembre de 2017

Cantinflas bailando cumbia del pajarito

Cuba

La palma que está en el patio
nació sola;
creció sin que yo la viera,
creció sola;
bajo la luna y el sol,
vive sola.
Con su largo cuerpo fijo,
palma sola;
sola en el patio sellado,
siempre sola,
guardián del atardecer,
sueña sola.
La palma sola soñando,
palma sola,
que va libre por el viento,
libre y sola,
suelta de raíz y tierra,
suelta y sola,
cazadora de las nubes,
palma sola,
palma sola,
palma.


Y la iré a visitar.


Cosas tangueras

Y de repente aparecen los pretendientes, será porque el tango me hace feliz y la felicidad es sexy. Son cuatro y los cuatro son amenos, ¿por qué tendría que elegir? A. tiene una mirada pícara y compradora. Más que picara es una mirada entendida, que sabe mirar a las mujeres: una mirada que no solo dice que te mira, sino que te comprende y te conoce, por dentro y por fuera, aunque no sea verdad. Es el bailarín que baila pegadito y te hace reír, te hace sentir querida. Por otra parte, B. es inteligente, culto y expansivo. Tiene hombros fuertes y baila con seguridad, se ocupa de que estés bien, el papá, el guardián, el viajero curioso, con sed de aprender y saber. El hombre que se encarga y baila para que vean todos lo linda que sos. C., el anacrónico, es un hombre de pocas palabras, científico y poeta que tiene un estilo bizarro, baila de forma impulsiva, es el quien no te llamará para concertar cita, sino que saldrá a la calle a buscarte de milonga en milonga, hasta que te encuentre y con el cabeceo te invitará, aunque sepa que quizás estés ocupada pero que lo intentó, por si acaso y por amor al azar. Está también el seductor, D. (uy me dicen, cuidado no te metas, no, no, que tiene fama de mauvais garçon) te canturrea los tangos en la oreja mientras te lleva de un brazo seguro por la pista, un ritmo, una gracia, un bailarín suave como terciopelo que te hace sentir como la mejor bailarina de tango del mundo porque con su abrazo, su conexión, la energía es… fenomenal. D tiene una sonrisa espectacular que no solo deslumbra sino descoloca. Por qué, repito, debería elegir, los tengo a los cuatro y me siento feliz. Y la felicidad es…