Tengo un don. Tengo el don de ubicación temporal. Queda bonito así, ¿no? En realidad es una habilidad, inútil, que me permite sentir el tiempo pasar. Como si tuviera un reloj interno. Tic tac, tic tac, percibo los minutos transcurrir con exactitud: media hora, una, dos, soy verdaderamente estupenda para eso. Lo malo es que no sirve para nada, o quizás en clase, y hasta por ahí nomás ya que estamos rodeados de referencias, relojes, móviles, campanas, sí, suenan las campanas en Francia, es imposible escaparle al tiempo. En mi caso me sirve sobre todo para darme cuenta cuando voy a llegar tarde, de la demora del bus, o de cuanto tarda Guy para hacer los deberes, calculo las esperas con una precisión matemática, uf. Lo que en realidad me hubiera gustado tener es el don de ubicación espacial, mucho más interesante, práctico y eficiente. Ahí perdería menos tiempo, ese tiempo que tengo adentro. Y causaría menos disgustos a los amigos. Saber donde voy, ¡caray!
-Te aseguro que la plaza Sta Marta queda por aquí, estamos cerca.
-¿Estás segura que existe?
- Sí, sí, es aquí nomás, pero no entiendo porque no la veo.
-Tranquila Inés, todo bien, tenemos tiempo.
Y meta a recorrer las calles parisinas, bellísimas siempre, de centro a este, de este a norte, creo, ya ni sé, al principio con sol y despreocupación, conversando alegres, mi amigo y yo; me gusta tanto cuando vienen a visitarme, así me hago la parisina bacana, la que debiera conocer. Al comenzar el paseo estuvimos siguiendo unos enormes camiones que echaban música electrónica y un montón de chicos bailando alrededor, camiones que se seguían a poca distancia con músicas discordantes, atronadoras, y mucho buen humor. Un París de fiesta, un sábado, una fiesta extraña, no me pregunten por qué, no sé.
-Perdone señor, ¿sabe dónde queda la Plaza Sta Marta?
-No, nunca la he sentido hablar.
(dando vuelta la cara hacia mi amigo)
-No me mires así, te juro que existe, yo ya fui dos veces, es cuadrada, tiene un café en una esquina, simpática, divina, comeremos rico, ¿estás con hambre?
-Es que ya es tarde.
-Uy, estás con hambre, ya, ya mismo llegamos, ya verás. Por algún lugar debe estar. ¡Oh! el canal, sí que estamos cerca. Ya, falta poco.
Mil veces miramos los planos, preguntamos, anduvimos de acá para allá, les podría decir cuanto tiempo caminamos pero me da un poco de vergüenza, hicimos tantos kilómetros que ya no quedó más que un momento para comer antes del espectáculo que estaba, claro, del otro lado del mundo, allá al sur oeste de París. Y nosotros sin ver siquiera la plaza.
-Perdona, no sé, es como si hubiera desaparecido. Parece un chiste de mal gusto. Tenemos que irnos.
-En cuanto llegue a casa la encontraré con el Google Earth.
¿Google Earth? A eso tienen que resolver mis amigos cuando vienen a visitarme en París. Pobre de mí. Les cuento llegamos a hora al espectáculo, por suerte. A la hora justa, en punto. Sí, bueno, no comment.