"La coquetterie est un défaut nécessaire" (Madeleine Ferron)
Miro mis zapatos que he sacado del armario: son preciosos, taquitos, ni altos ni bajos, justo lo suficiente para alargar un poco la pierna, darle una curva más estética a la pantorrilla, al tendón de Aquiles, al pie. Son sencillos, finos y femeninos, de cuero: casi no los he usado, me los compré al final del verano, y como en invierno solo uso botitas, están como nuevos. Con ellos me siento mujer, no, no es eso, me siento mujer linda, y capaz, y este lunes por la mañana, cuando se descompone el baño, cuando me doy cuenta que me olvidé de sacar el basurero a la calle anoche, y que Guy anda rabioso protestando porque no encuentra su tarjeta de comedor escolar, que se le desparrama la leche del cereal a la gorda por haber querido servirse antes del hermano, tironeándole por encima de la mesa el paquete de cereal, decido que es un día para ponerse los zapatos de mujer, linda y capaz.
"O poète, le Verbe est divin ;
De la pure Beauté, le ciel a voulu
Que chacune de nos joies soit issue
Et tout n'est que Poésie." Cantaba d'Annunzio.
Sí, belleza en los pies para vestir el alma. Subo delicadamente sobre la punta de los pies, hundo mi pie en un ritual de felicidad femenina primitiva, ah, suspiro, qué bien: me siento divina, Perrault sabía de que hablaba. El jean, la camiseta, todo me queda mejor. Además, el día está nuevamente fabuloso, ya van tres semanas de verano en París, el recorrido al trabajo será un paseo encantado, con piernas espectaculares, salgo con mis pies calzados a caminar.
Sí, belleza en los pies para vestir el alma. Subo delicadamente sobre la punta de los pies, hundo mi pie en un ritual de felicidad femenina primitiva, ah, suspiro, qué bien: me siento divina, Perrault sabía de que hablaba. El jean, la camiseta, todo me queda mejor. Además, el día está nuevamente fabuloso, ya van tres semanas de verano en París, el recorrido al trabajo será un paseo encantado, con piernas espectaculares, salgo con mis pies calzados a caminar.
Bajo la cuesta rápidamente, tampoco tengo tanto tiempo para llegar. La nariz alzada miro la calle y el camino, los árboles, las casas, todo me sonríe y me piropea; pienso en la clase que daré, en lo que prepararé para la cena esta tarde, en los pasaportes a renovar, los zapatos me ajustan los pies, en el banco y mi problemón que tarda en solucionarse, voy haciendo listas de cosas que me quedan por hacer en la casa, pintarla por dentro y por fuera, eso sería ya una maravilla, el portón, reparar las persianas, el maldito baño, sí pero que bonita estoy con mis zapatos nuevos, bonita sí, pero cada vez más incómoda; siento que los zapatos me ciñen un poco, me atrapan los pies, los pasos se hacen más lentos, ya se irán aflojando, pienso, y a medida que voy subiendo hacia el otro lado de la cuesta, me empiezan seriamente a apretar. Mis pies me duelen, además recuerdo que ya no hay leche ni pan en casa y que tendré que comprar antes de regresar a casa, ¿cómo me imaginé que podría caminar media hora con zapatos nuevos? Explota una ampolla, ¿cómo supuse que unos zapatos me ayudarían a hacer lo que tengo que hacer? Porque yo sé lo que tengo que hacer, vamos Inés, no te vayas así engañando a vos misma, preferís no hacer nada que pase la vida con la excusa de los chicos, del trabajo, para no terminar nada, sabés lo que tenés que hacer y no lo hacés, el trabajo, a ver hablemos del trabajo, tenés que cambiarlo, encontrar algo que pague mejor, que te guste más, vamos lo sabés y no hacés nada, dejas pasar el tiempo sin moverte, ¿qué le pasó a tu increíble energía? ¿eh? ¿Adónde se rajó? El divorcio, ¿en qué quedó? La casa, ¿la vas a dejar que se desmorone así? Y ¿por qué estás así encerrada? por qué no salís, y te divertís, y ves a gente y dejás de desparramarte por los cuatro continentes, ¿por qué no elegís la vida aquí y ahora, en París? Mis pies están sangrando y no me lo puedo creer. Apenas puedo caminar. Avanzo con pasos sigilosos, suspiro, un cosita por día, una a la vez, así se hacen las cosas, una cosa a la vez. Estoy delante del trabajo, llorando, los zapatos nuevos en la mano, los pies en sangre. Empieza el lunes.
Un texto magnífico, Inés. La transformación de la tierna ilusión en dolorosa realidad está reflejada con una sensibilidad exquisita. Me gusta el tono, el intercalado de las sensaciones que nos llevan a través de la metamorfosis sin la menor estridencia, como un camino lógico, natural, sencillo. No se puede pasar por este texto y quedarse tan fresco. Es un hecho que te deje pensando.
ResponderEliminarMucha suerte.
La metáfora de los zapatos.
ResponderEliminarGracias, Hank.
ResponderEliminarBank, ¿qué metáfora niña? Si vieras el estado de mis pies. Estamos a jueves y sigo sin poder caminar. Un desastre. Ya te voy a dar metáforas a vos, vas a ver. jeje.
¿Y por qué se me multiplica el mismo comentario tres veces? En fin.
ResponderEliminar"La realidad es como los médanos y la fantasía es como el mar. La vida es esa franja de arena mojada por el agua..."
ResponderEliminarHay una expresión, creo que es de una canción, que lo resume. "Lunes otra vez", dice, y es exacta, creo.
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