miércoles, 27 de febrero de 2008

Fuite


En un club de jazz, París, Febrero

-Cuánto te cuesta salir, Laura…

-Los chicos…

-No me interrumpas, Laura, no, no son tus chicos, es tu elección, ¡merde!

-¡Robert!

-No me des excusas patéticas, te conozco, cuando quieres algo no hay quien te pare, no te olvides que van 20 años…

-20 años, ¿qué?

-20 años que te conozco, Laura, tozuda mía.

-No me digas así, Robert. Seré tozuda, pero no soy tuya.

-Mierda, Laura, podés tener la mirada más distante del mundo, ¿lo sabías? Me has helado la sangre.

- No jodas, Robert,-- mozo por favor--- ¿vas a pedir algo o qué diablos hacemos aquí?

-Te has puesto agresiva

-Serán tus reproches. Salimos para tomar un trago, y esto se convierte en una escena de una mala película sentimental. Esto me aburre, sumamente. ¿Dónde estamos?¿No hemos venido aquí al club que querías?, ¿quieres hablar? A ver, contame de una vez y dejá de hablar de mí… Pudiera estar en mi casa, ¿sabías?

-Maldita seas. Me voy, eso es lo que quieres, ¿no? De todos modos aquí conmigo no estás, estás…, no sé, en el fin del mundo. No estás, ausente la bella Laura, lejos, ida… Siempre…

-¿Qué querés? ¿Querés hablar? ¿Algún reproche más? puta que parió la salida, a ver, decime qué te pasa de una vez, conversemos, Robert que para eso somos amigos…

-Te he puesto de mal humor, Laura

-Sí. Ahora tengo ganas de tomar la maldita vodka e irme a mi casa.

-Te echo de menos.

-No entiendo, aquí estoy, estaba dispuesta a pasar una buena tarde, tomar un trago, escuchar música y conversar, pero ¿qué te pasa?

-Laura, no estás, ya nunca estás.

-Ufa, qué ganas de joder tenés.

-No te das cuenta, pero de repente sonó la Piaf y te pusiste rara, ida, Laura, te fuiste.

-Robert, me gusta la Piaf, soy intensa con la música, me puse a escucharla… qué sé yo. No te entiendo ¿y esto?…

-Tengo la impresión que siempre te molesto, qué estás esperando algo, alguien, no sé, es perturbador. Laura…estás en Francia y no. Te pido que de vez en cuando vuelvas.

Llegó el mozo con las vodkas, ¡al fin! El fin del mundo, qué tonto este Robert, ¿qué sabe del fin del mundo? Ailleurs, lejos, dice: ¿ no se llamaba el vino que pedimos? Lo que no sabe Robert es que antes de la Piaf sonó Aznavour, y que eso sí que me llevó al fin del mundo, un lugar capicúa, donde comí bife de chorizo en un lugar poéticamente llamado Rayuela, nos pareció mentira y divertido, y además estaba vacío, teníamos tanta hambre, no supieron en el hotel que restaurante recomendarnos, nos dejaron a nuestra suerte, ahí estábamos escuchando música francesa, en el centro del planeta, lejos de todo y de todos, con el que amo, peleándome sobre gustos y disgustos musicales, tomando vino en la tarde, tarde, los dos cansados por un viaje largo. Comimos y hablamos con ansias, nos miramos como si no existiera nadie más, y de hecho éramos solo dos parejas en el restaurante hasta el postre, después, ya solos, seguimos hablando, y yo canturreando claro, no lo puedo resistir, la moza tuvo que echarnos diciendo que era hora de cerrar, que había que pagar. Piaf, Aznavour, Moustaki y Brel, en Argentina, me sentía perdida y alegre; las verduras estaban perfectamente cocidas, las crepes de dulce de leche demasiado dulces, empalagosas, me tocó a mí dulce de batata con queso, perfectos, sí, el vino se llamaba Fin del mundo, y era exquisito o no, no sé, no importa, estaba con él, allá donde me corresponde, el fin del mundo, solos los dos, perfectamente felices.

-Laura, ¿qué te parece?

-Uhmm, ¿qué?

-¿Qué te parece la idea entonces?

-Bien, Robert, muy bien

-O sea que ¿me voy?

-Sí claro

-Es lejos

-Ajá. Podrás volver ¿no?

-Sí claro

-Bueno, entonces tienes que ir

-¿A las islas Galápagos?

-¿Cómo?

-No oíste nada de lo que te conté, Laura

-No exageres, sí oí, te vas y me parece bien. Me pides mi opinión, para qué pides mi opinión si no quieres oír mi respuesta, Robert.

-¿Vendrás a visitarme?

-¿Dónde?

-¡Madagascar! Joder Laura, no me has escuchado

-Sí claro, te escuché perfectamente, me parece una buenísima oportunidad

-¿Y las chicas?

-Tus chicas ya son grandes, Robert

-Ay, Laura, vamos, te llevo a casa

-Sí, es tarde. Gracias Robert, y perdona el mal humor

-Que te voy a perdonar, jodida, somos amigos desde hace tanto tiempo

-Estoy algo distraída es verdad, mucho en la cabeza

-Amor, nena, demasiado amor

-Sí quizás, pero así es. Lo siento.

-Vete allá de un puta vez y deja de vivir esta esquizofrenia.

-No te metas Robert, ya te dije.

-Es que me enfada...

-Asunto nuestro.

-Bueno, bueno, Laurita, no me meto. ¿Te gustó la música al menos? Y te hablo de los músicos, antes de que pusieran los discos.

-Me encantó la música, siempre me encanta la música, lo sabes.

-Me alegro. Otra vez cuando quieras salir, llamame

-Sí, por supuesto. Mozo, ¡la cuenta por favor!

1 comentario:

  1. El fin del mundo es un palindromo donde invitan a la cachaca que no tienen y todas las botellas de un bar caben sobre una bandeja. El fin del mundo es una terraza donde Maquiavelo sirve, generoso y largo, vodka con sabor a melocoton. El fin del mundo es un parentesis entre tus relieves flotando sobre el agua frente al Aconcagua y los neveros que bordean el camino hasta Elvis, frente al Pacifico. El fin del mundo tiene dos sabores: salado, placer y curvo contigo; sin ti, el fin del mundo es un restaurante sin nombre donde se chupan huesos de dinosaurio, manjar de moribundos. El fin del mundo comienza cuando tu no estas.

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