martes, 12 de febrero de 2008

Venganza


Para Anna, una bruja a la que quiero mucho, y que cumplió ayer. Un beso, polaca.

Una capa de polvo blanco se abatió sobre la casa y mi casa ya no es mi casa, es un paisaje desolado, entreverado, absurdo de muebles boca arriba, fuera de lugar con plástico por el piso, es una zona con obstáculos verticales, y ahí nos deslizamos con cuidado, entre la mugre y los tachos. El ruido de los pasos me confirma que estamos ahora sobre la luna. Tchuic, tchuic. This is major Tom to ground control: there is nothing I can do.

Toda la semana estuve escondiéndome de los pintores. Cada vez que salgo de la ducha, y abro la puerta ahí están con esa sonrisa italiana de polacos que no hablan francés, delante de mí, y se me para el corazón, ¡Joder qué temprano llegaron! Saco la cabeza por la ventana para cerrar las persianas y vestirme, y allá está otro, ranek dobry!

Hablamos un idioma prehistórico, uhm, sacudo la cabeza, bajo los ojos, saludo con una mano, me escondo de sus miradas, bonjour bonjour madame, se lanza uno por la puerta de la habitación, dzień dobry!, le respondo. ¿Terminarán mi cuarto hoy, pregunto? Tak tak, madame. Dziękuję! Por favor que terminen. Dios, mi vida ya no es mi vida. No tengo intimidad y no entiendo nada de las conversaciones infinitas que tienen todo el día.

Además, mientras ellos hablan y se ríen, yo me rasco: mi cuerpo ya no es mi cuerpo, porque como reacción a la pintura cada molécula de piel me pica, me rasco discreta pero frenéticamente todo el día. Una reacción rara. Mi piel está toda marcada de estrías coloradas, marcas de mis uñas, si pudiera arrancármela lo haría, la espalda es una tortura, ahí en el centro donde no llego, me pica y me chiflo de escozor. "Emilia querida, vení, y rascame por favor, un poquito más arriba hija, ahí, sí, sí perfecto, ay, qué felicidad", esos deditos de maga.

Hoy vino uno solo para terminar las ventanas, menos valiente el polaco mudo de francés solito, lo miro a los ojos, le hago preguntas, se sonroja, no entiende, le traigo un café, lo estoy cercando, ajá, me vengaré hoy. No puede hacerles comentarios polacos a los amigos de mis pijamas, no puede, de todos modos me vestí rápidamente esta mañana, está solo, y yo lo rodeo con simpatía… Hasta le doy un alfajor, con dulce de leche, y le explico en detalles lo que es. Pobre, no sabe donde meterse.

La victoria llega en la tarde cuando bajo con una tanda de ropa sucia a la lavandería y lo pillo cambiándose, ¡Oh, perdón!, le digo, con una sonrisa argentina de bruja francesa, guapetón el polaco sin pantalones. La luna, no está tan mal de repente. Hasta mañana le digo en la puerta, sacude la cabeza y baja los ojos, me saluda con la mano, y me dice: żegnaj! con voz baja.

Jeje.

1 comentario:

  1. Qué dulce es siempre la venganza, me he reído. Y que viva la intimidad, siempre.

    Me ha encantado esto: ...'están ahí con esa sonrisa italiana de polacos que no hablan francés'. Es en sí misma, un relato, un personaje, una fotografía y un ensayo sociológico. Por lo menos.

    Me gusta cuando estás en vena irónica.

    Recuerdos de Otilia.

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