
Pour Antonio, mon grand, mon tendre, mon merveilleux amour.
He decidido abrir la puerta, salir de mi cárcel y ver el mundo. El consejo de un amigo. Salir de la cárcel del tiempo que me tiene loca, que espera y que espero, tiempo lento desde que llegué; las cosas se hacen con un cuentagotas cuando necesito que corran, que se apuren, que avancen, ¡por favor!, estoy tan decidida a empezar, pero no, el tiempo tiene un ritmo de verano, tranquilo, "mira" me dice: "las cosas se harán poquito a poco", ¿los muebles? "Ya llegarán", ¿mi conexión Internet?, "la semana que viene si Dios quiere", ¿el coche? "ah, no, falta, falta", ¿el trabajo?, "más adelante, por favor", yo quiero un huracán, una tormenta eléctrica, un milagro, quiero que esté todo en su lugar, no me gusta esperar, nada de ir despacito, no, no, no, ay maldito tiempo en medio de mi verano, que por otra parte está precioso, Montreal está verde, con brisa y calor, hermoso, todos en la calle, en bici, en rollers, o en chancletas sexy; tiempo que me acorrala de más de una manera porque si en mis cosas nada pasa, en cambio cada cuatro horas vuelve el dolor, ese sí puntual, un dolor que envenena cada paso que doy, inmobilizando mi cuerpo chueco, la espalda rígida, la pierna acalambrada y tan dolorida, yo: sin poder sentarme, caminar o estar parada por más de diez minutos sin que unas ganas irreprimibles de tirarme por el suelo a aúllar un rato me vengan donde esté: llevo a espaldas un tiempo ciático además de estival. Sin embargo, hoy abrí la puerta y salí a ver el mundo...
-Oiga, ¿está tan cansada que tiene que ocupar todo el banco?
-No, no estoy cansada, estoy con la pierna mal, perdone, necesité echarme aquí a esperar que pase un poco el dolor. Debajo de este árbol, es lindo, ¿no?
-Y, ¿cuánto tiempo necesita para que se sienta bien?
-El tiempo necesario, qué sé yo, un momento, ¿por qué pregunta?
-Es mi banco.
-¿Cómo que es su banco? Es un banco público, no tiene dueño, y llegué primero.
-Todos se lo dirán, es mi banco.
-¿Todos? Todos ¿quiénes?
-Todos los que viven por aquí.
-Y, ¿por qué es su banco?
-Yo a usted no le debo ninguna explicación. Pero si está herida se lo presto a cambio de conversación.
-Ya, ya.
-Está escribiendo, a ver, es un idioma extranjero.
-Mire, es privado. Sí, escribo en español.
-Y, ¿qué estaba escribiendo?
-Más que escribir estaba pensando en el tiempo. Pensaba que no tengo nada contra el tiempo, sino que a veces me vienen ganas de matarlo.
-Qué rara es usted. Rara pero divertida.
-Eso también me lo dice mi amiga Rosa.
-¿Tiene una amiga que se llama Rosa?
-Sí. Y le gusta como pienso, ¡eh!
-Es bonito el nombre Rosa... El tiempo, ¿el clima?
-No, el pasar del tiempo, el tiempo que corre, que pasa o no pasa, estuve recordando una frase de Schopenhauer: "no hay que avanzar sobre el futuro, pidiendo antes de tiempo, solo lo que puede venir con el tiempo."
-Schopenqué, ¿es otro amigo suyo?
-No, es un filósofo alemán.
-Ah. ¿Todo llega cuando debe llegar?
-Algo por el estilo. En fin, no exactamente. No importa, ya estoy mejor, le dejo su banco. Sin embargo quiero decirle que es un poco joven para tener banco propio.
-Joven o viejo, qué importancia
-El tiempo concede a veces importancia a las cosas.
-¿Derechos?
-Bueno, no sé, nada, quizás tenga razón, ahí tiene su banco, y yo sigo mi camino.
-¿Volverá mañana?
-No sé. No creo.
-Ah, bueno, pero le había gustado el árbol, a mí también me gusta este arce, si quiere podemos conversar del tiempo si tanto le interesa.
-No sé, es un tema que me frustra. No, tenga un lindo día, y hasta otra...
-Hasta luego amiga de Rosa, rara y divertida. Vuelva, estoy dispuesto volver a prestárselo si quiere...
-Hasta luego, proprietario de banco público, mañana espero estar mejor y no tener que echarme por ahí...
Inesísima:
ResponderEliminarMe has hecho recordar con tu bonito texto, un vals que yo suponía de autor peruano y que cantaba la desaparecida Lucha Reyes allá por los años setenta.
La composición es de Modesto López, un español que creció en la Argentina y ahora tiene la nacionalidad mexicana.
"Para que sepan todos
que tú me perteneces
con sangre de mis venas
te marcaré la frente
Para que te respeten
aún con la mirada
y sepan que tú eres
mi propiedad privada
Que no se atreva nadie
a mirarte con ansias
y que mantengan todos
respetable distancia..."
¿No habrá sido más bien ese anciano/joven sin edad de Montreal el compositor?
http://musicacriollaperu.blogspot.com/2007/10/modesto-lpez-otero.html
Saludos desde Colonia
Jorge
Holger, me has hecho reír con tu valsesito y no puedo reírme, Jorge, no puedo, es terriblemente doloroso...Ten piedad y dime solo cosas serias, terriblemente serias, pero no tristes, tampoco puedo llorar, también duele, ay de mí... Por otra parte no conocía a Modesto López, ya iré darme una vuelta por la página que citate. Gracias y un abrazo...
ResponderEliminarInés
Ines, es un error creer que los bancos, por estar en lugares publicos, carecen de dueno. De hecho, en los parques de todas las ciudades hay un banco que pertenece a una figura del pasado, real o ficticia: en Lezama, frente a la estatua de Ceres, en Monte Igueldo, junto al tamarindo de olor, en Kungsholmen, bajo un techo de lilas… Hay un banco en la calle Serrano que es mio, pero te lo presto tantas veces como quieras.
ResponderEliminarqué agradable sorpresa encontrarte
ResponderEliminarme ha gustado lo que has escrito, y sí, av tiene razón, los bancos, como las sillas, las esquinas, tienen dueño. En el curro siempre me siento en el mismo sitio aunque en ocasiones cambio de lugar para tener otra visión del mundo que me rodea (cosas del fensui, ya sabes)
Besos
un punto en el océano
pd: The time is the time, decía un colega.
Monsieur AV, Don Ramón de la Cruz decía:"La fama de las mujeres se regula, como la de los médicos, por las visitas que tienen." A meditar. Me prestas tu banco de la calle de Serrano con tanta amenidad, ¿cóme no aceptar? Un beso atrevido.
ResponderEliminarPuntito! Sí, ya veo, hay que apropiarse de los sitios públicos... Tiemblen parques de Montreal, tiemblen... jeje. Un besote gordo.
Inés
Mi querida Ines, poco se de las razones que sustentan la fama de los medicos. Para colmo, hace un par de dias, una dama de argumentos contundentes me dijo, con aplomo tremendo, que yo era incapaz de comprender a las mujeres. No lo tome como algo personal, mas bien creo que a la dama en cuestion le gusta pensarse como animal fabuloso y complejo que no puede ser abarcado por la limitada inteligencia masculina. Me queda la duda de si Don Ramon de la Cruz queria dar a entender que la buena fama deriva de las pocas o las muchas visitas, porque medico que reciba un dia si y otro tambien al mismo paciente parece profesional de dudoso merito: tener la consulta llena tambien puede ser signo de que los enfermos nunca se curan. Lo del mucho publico esperando a la puerta no siempre es indicador fiable de la calidad que se ofrece en el interior. Contaba Paul Bley que, a principios de los sesenta, cuando tocaba el piano con el grupo de Ornette Coleman en un club de jazz californiano, el publico, incapaz de soportar la musica chirriante e insufrible, se salia a la calle a esperar a que acabara la actuacion; la gente que pasaba por alli, al ver tanta aglomeracion en la puerta, pensaba que la banda era sin duda magnifica. Ni al medico ni a la mujer se les debe buscar por su fama sino por sus aciertos porque como decia el Divino Marques: “Respetemos eternamente el vicio y combatamos sin descanso la virtud”. A meditar.
ResponderEliminarMi banco de la calle Serrano esta deseando que vuelvas a tomar posesion de el. Hay recuerdos que no palidecen ni con tentacion de tu beso atrevido.
Un atrevido en el banco.
a.v.
Si no era Don Ramón de la Cruz, debía de ser Claudio Coello, sabes, el de la iglesia de Salamanca... él me preparó a apreciar los bancos madrileños, y no solo el de la calle Serrano, hay otro con olor a mandarina... Ay, ya no sé como se llamaba la maldita calle... Bah, por ahí era, ¿no?
ResponderEliminarBesitos barrocos, por supuesto.
Inés
un hueco, plis.
ResponderEliminarme ha hecho gracia el comentario de av sobre la consulta llena de los médicos.
Antes ibas al consultorio que era lo más cutre que te podías echar en cara y había un turno matic de esos como en la carnicería, llegabas y si había número cogías y si no, volvías al siguiente aunque a veces tomaba 20 y luego los repartía. Vamos, algo así como la reventa para ver la corrida de josé tomás. La sala, como no, parecía más un mercadillo que otra cosa. Al siguiente volvías y te encontrabas a la misma gente: ellos haciendo tertulia en una esquina, repartiendo números nuevamente, y ellas sentadas dándole al ganchillo y al bistec.
Antes, ir al médico era como acudir a un punto de reunión, era muy familiar, como andar en el aptio de tu casa.
Ahora funciona la llamada cita previa; llamas al 012 y la voz enlatada te dice que si quieres médico pulses el uno, tú lo picas y la misma voz te vuelve a decir que tu llamada tiene prioridad sobre las demás, ¿sobre las demás?, ¿pero no picamos todos para pedir cita? Con un poco de suerte te responden antes de la media hora y con más suerte te citan dentro de cuatro días. Cuelgas y dices, pero si estoy mala ahora cómo voy dentro de cuatro? La solución es llamar todas las semanas y así te aseguras una cita por si acaso... pero algo bueno ha de tener, piensas, como voy citada me libro de las esperas, pero al llegar a la consulta descubres que nada ha cambiado: ellos siguen estando en una esquina y ellas sentadas, tú tienes cita para las diez y aún no ha entrado la de las nueve; total que si curras, para ir al médico te tienes que pedir el día ibre porque lo echas en la consulta que oh, siempre está llena si el/la médica es buen@, eso da confianza porque cuando llegas y está vacía uhmmm... mal rollo, casi siempre hay un sustituto y no suele enterarse de nada.
Luego tenemos la informatización: internet ha llegado a los centros de salud. ¡Alabado sea! ¡Maldito seas! porque si el sistema falla tu cita no aparece por ningún lado, la gente pasa, pasa y pasa y tú criando telas de araña hasta que te decides a preguntar y resulta que no estás en el listado, entonces el/la médica, "haciéndote un favor", te pasa con un "no vuelva a ocurrir".
Entras y se pega diez minutos para teclear tu historial, por fin aparece y te pregutna qué te pasa, tú le dices, vuelve a meter dedos en el teclado en busca de la clave de tu dolencia que a esas alturas es impaciencia, pero el ordenador no la reconoce como tal y te pone melancolía, ¿es parecido, no?, te pregunta el/la médic@, es que lo otro no está...
En fin, que a esas alturas ya ni sabes el motivo de la consulta, se te han pasado todos los males y te da lo mismo que escriba impaciencia, melancolía o dolor de muelas, lo que quieres es irte con tu receta y rezar para no tener que volver que acudir en tiempo a la misma.
jo, se me escapó el mensaje, sorry
ResponderEliminarun punto en el océano
Yo tengo un banco, pero es un banco a una hora, durante el resto del día es de otros, qué me importa. Me siento lejos de la fuente, lejos del caminito por el que pasa la gente, frente al Cabildo, que ahora le han puesto vallas porque dicen que van a poner ahí un museo, o varios, qué me importa. Si alguien me lo ocupo, espero un rato, porque nadie se sienta mucho tiempo en la plaza Libertad de Santiago, quizás porque libertad es algo que nos falta a los santiagueños, qué me importa. Pero si está solito, me lo agarro para mí, estiro los brazos a los costados, pongo los pies lo más lejos posible y la cabeza para atrás, como siguiéndolo al sol cuando se pone a mis espaldas, qué me importa. A veces lo olvido por un tiempo largo y voy a otras plazas, a otros bancos, tal vez sean mis ansias nunca satisfechas de mirar otras estrellas bajo otros cielos, no sé, pero qué me importa. Ocasiones pensaba que sentado en ese banco te iba a contar algunas cosas mías, no por nada, sino para que las sepas nada más Inés; eran cosas de gente que me ha hecho daño quizá porque la maldad está en su naturaleza, lo que la exculparía un poco o talvez del todo, quién sabe, pero qué me importa. Sentado estaba en ese banco cuando ha venido un mendigo pidiendo un pesito para comprar comida, yo se lo he dado, pero no permití que me ganara la compasión, le he dicho, "que no me entere que lo has gastado en pan, comprate un vino y machate, ponete hasta el aca recordándome" y me ha hecho caso, qué me importa. Tal vez de este lado del Atlántico se vea mejor la vida, Inés, quién sabe. Que la suerte acompañe tus esfuerzos, primá y eso sí me importa.
ResponderEliminarJuan, de Santiago del Estero.
Hay qué ver lo que da de sí el balcón.
ResponderEliminarMe ha gustado tu banco, JuanAragón
(de Santiago del Estero).
¿Soy la única que no tiene banco propio? Será porque aquí hay pocos parques y porque suelo sentarme en los muros o escalones que encuentro por las calles.
Mi escalón favorito es uno de unas escalinatas que hay en la trasera del auditorio, cerca de la marea. Me gusta sentarme allí y ver cómo rompen las olas, a la gente que se baña, que pesca, que pasea, que patinan... a las parejas que se abrazan, besan... escuchar a los grupos de batukada tocar y tocar...
bank
Una aclaracion, Ines de mis entretelas: Jorge Juan, caballero de Malta, marino y pionero en la medicion de la longitud para facilitar la navegacion, establecio por tierras de Quito que el planeta no es perfectamente esferico y sento las bases legales que posibilitaron la propiedad privada de los bancos publicos de Madrid, ya huelan a mandarina o a noche temblorosa, esten en la calle Serrano o junto al Viaducto. Claudio Coello reivindica la esquina donde crecen los centollos y sus cremas pero es Jorge Juan quien establece las coordenadas que, inevitablemente, conducen al banco y a los placeres que promete su ocupacion. Sea la noche, por siempre, calida, solitaria y atrevida.
ResponderEliminarComo son los besos barrocos? Cabalga la imaginacion, desbocada, despertando una oferta de besos fauvistas.
a.v.
Ay, Juancho, qué lindo verte por aquí. Yo me acuerdo de un banco con vos, con tu hija y Marcela, una tarde hermosa de Agosto, un agosto extraño por ser caluroso, vos algo indignado que no quisiera comer helado, "no soy de dulces", ¿cómo que no quieres un heladito? Si son deliciosos, primá. Me acuerdo de tu cara algo resignada pensando que estas extranjera éramos raras de verdad,... Gracias por los buenos deseos, estoy, no sé si con o sin suerte, como una fiera enjaulada, en parte por la pierna con nervio pinchado sin poder hacer esfuerzos físicos y por que las cosas se hacen pero así, una a la vez y con algo de esfuerzo, sin embargo, ya estoy en mi casa, los muebles desparramados por todos lados, cajas de cosas por los pasillos, sin teléfono o cocina, según el encargado, me mandan la heladera mañana, la lavarropas, ¿la cocina? Ah, no la cocina no hasta dentro de dos semanas... Uf, mañana me conectan y ya no tendré que molestarla a mi mamá, que dicho de paso te saluda, Juan de Santiago.
ResponderEliminarYa te escribo,
Besos cariñosos, primito mío.
Inés
Bank, oh! si yo pudiera sentarme cerca de la marea a oír el mar, ir y venir, qué maravilla. La olas, el mar que crece o que se va, la espuma, el sonido del agua, los pescadores, es un espectáculo tan divertido. Oh, me has hecho soñar.
ResponderEliminarUn beso grande.
Me gusta cómo piensas, sí, pero de ti me gustan más cosas: cómo sientes, cómo te diviertes, cómo me diviertes, cómo te ríes de ti misma, cómo dramatizas las situaciones con ese gesto teatral de falso asombro que acaba en sorpresa fingida, carcajadas si soy yo quién está al otro lado, cómo desdramatizas después del llanto, cómo domas la ciática para no quedar tendida del todo, cómo bordeas el enorme y endeble cambio vital sorteando el vértigo de los proyectos rotos, los irrealizados, los sueños, las posibilidades, sorteando inseguridades ajenas, y superando con éxito mudanzas ultramarinas y transoceánicas (esto, particularmente hace que te admire), cómo puedes pensar en varios idiomas a la vez y cómo subes las escaleras de Covadonga de rodillas. Entre otras cosas, claro. Porque, ¡no sabes cómo extraño nuestras conversaciones semanales! Así que déjate ver por aquí mucho, divertida y rara amiga de Rosa.
ResponderEliminarDetente sombra de mi bien esquivo, imagen del hechizo que más quiero, bella ilusión por quien alegre muero, dulce ficción por quien penosa vivo. Si al imán de tus gracias, atractivo, sirve mi pecho de obediente acero, ¿para qué me enamoras lisonjero si has de burlarme luego fugitivo? Mas blasonar no puedes, satisfecho, de que triunfa de mí tu tiranía, que aunque dejas burlado el lazo estrecho que tu forma fantástica ceñía, poco importa burlar brazos y pecho si te labra prisión mi fantasía.
ResponderEliminarSoneto 165
[...] quedando a luz más cierta
el mundo iluminado, y yo despierta.
Sor Juana Inés de la Cruz, Dulce Sueño.
Para apreciar mis besos barrocos, mi bien, tendrás que haberte despertado, quiero decir estar bien despierto y haber desperezado tu cuerpo del sueño de la noche, completamente, nada de primer beso del día, no, el beso barroco viene después de haber renacido y antes de que caiga la noche. Es un beso diurno, o si quieres de tarde, sí, puede ser de tarde, en el momento que Inés esté más enigmática cuando conversa, cuando empieza y no termina y es ahí que dispara la imaginación hacia lugares más fértiles, un beso que viene como conclusión a una conversación buscando acercar todo su ser, su ser como un cuadro en movimiento, con luces y sombras, dramatismo, exaltación, sí, tengo momentos barrocos, con besos barrocos, juguetones, misteriosos, novedosos, difíciles, difíciles de controlar y sorprendentes: qué más quiere el Conde de Valentinois, siguen por supuesto a esos momentos unas ganas de levantarme y pegarte otro tipo de beso sobre los labios sin tantas metáforas o alegorías, y hacerte saber que el día acabó y que es hora de ir a la cama.
Besitos cansados.
Ocupas el banco con besos barrocos, pero como es un espacio publico crecen anonimos con besos sin amor y amores de jaula. Sor Juana Ines, mexicanos del sur, estrellas fugaces, eyaculaciones precoces.
ResponderEliminarBandera roja, vendaval del Este, beso de aqui.
a.v.