domingo, 26 de octubre de 2008

Aliento

Epa, qué suerte que está el refuerzo emocional para los domingos un poco azul. Esta canción la escuchaba muchísimo en Brasil, hace unos añitos ya. Gracias, mi amor, por haberme puesto un sonrisa así de grande en mi tarde de domingo.

Daúde Pata Pata.

Está buenísima la versión, ¿a que no?

Ya que me entraron ganas de bailar (pa amar, jaja) pongo la original que es una maravilla.



Everybody start to move,

Enjoy!

Último domingo de octubre



(Liniers, octubre 2008)

martes, 21 de octubre de 2008

Garúa de otoño, carta a mi primo Juan


Primó:
Delante de mí la ventana que da al pedacito de césped delante de casa, y el árbol. Lo estoy mirando porque desde esta mañana nieva hojas amarillas a lo bestia, el viento y la lluvia de otoño me lo están pelando más rápidamente que cualquier helada mañanera, que no hubo mucho, la verdad, el otoño está precioso en Montreal. Sabías que las hojas caen porque preparándose para el invierno la clorofila de las hojas se deteriora, permitiendo al árbol hacer reservas de carbono y azote; sin clorofila y con la ayuda de algunas enzimas, las hojas se tiñen de colores anaranjados, púrpuras y amarillos en fin, disminuida y multicolor, pesada ya, la hoja cae. Algo así, son cosas que aprendí en la escuela en otoño cuando la profesora de biología se sentía nostálgica y poética, y nos sacaba a pasear por el patio a mirar los árboles. Yo nunca me canso de mirar un árbol, en otoño, aquí, maravilloso espectáculo natural, el más bonito que he visto en mi vida, y con él el olor a tierra húmeda, las mañanitas frescas, el sol de la siesta que te hace abrir el saco y protestar: uno ya no sabe como vestirse caray, la nariz colorada al llegar la noche, el otoño, Juan, en Montreal es mi temporada preferida. La vivo con afán y un poco de tristeza, claro, es otoño, ¿no? Las calles acolchadas y el ruido amortiguado de los autos, las calabazas delante de las casas del barrio anuncian que falta poco para que acabe la media estación, sí, falta poquito.
Estoy de vacaciones, nueve días de inmovilidad casi completa, bueno ayudó mucho haber tenido una gripe de la san puta que me dejó temblando como una hoja, mareada y titubeante...oh, mira cayó otra tanda, qué viento, che. La casa está que reluce, la ropa lavada y planchada, los chicos mimados por una mamá disponible, en casa y sonriente, eso no lo veían desde hace tiempo, estoy tan a las apuradas, siempre, intranquila y nerviosa; estos días hasta me he puesto a cocinar, yo, mirá vos, leo macanas en revistas, cuando no me lloran los ojos, fue fea la gripe, en serio, y leo también algunas páginas de un libro de un loco que se fue a descubrir Asia en los años 20, y así pasan las mañanas, las siestas, y las tardes cada vez más cortas al aproximarse el momento que tendré que volver al trabajo. Y se me atraganta todo el otoño en la garganta, quiero salir corriendo y perderme, desaparecer, me pongo a toser, me siento débil, sigo con fiebre, seguro. Odio mi trabajo. Es más, me odio por odiar el trabajo. Es una espiral angustiosa y terrible. Sueño que soy terrorista y pongo bombas en las escuelas de Montreal, sueño que soy Ofelia y me deslizo por el agua ya sin sentir dolor o desesperación, sueño que yo no soy yo... soy otra.
Sueño tanto, primo, que pisé sobre mis anteojos y los torcí, no veo nada, y anoche incendié la cocina: llamas así de altas, el extractor que explotó, las paredes cubiertas de una película negra uniforme e incuestionable... He pasado toda la mañana limpiando, tratando de explicarme qué diablos pasó, necesitaré pintarlo todo, comprar un extractor nuevo, y ponerme las pilas para parar de soñar, no quiero pensar que podría pasar si... Estar infeliz es peligroso en mi caso, Juan. Y antes de que caigan todos los tonos de amarillo por el césped, tendré que tomar una decisión.
No tengo una vida aburrida, nunca la tuve, y siguen los tropezones que doy cada dos por tres, salpimentado los días. Mis chicos bien, realmente bien. Mi madre también, escribile, se siente un poco triste, es otoño, ya sabes.
Te quiero primito,

Inés


viernes, 3 de octubre de 2008

Lean con atención

A mí me llaman el negrito del batey
Porque el trabajo para mí es un enemigo
El trabajar yo se lo dejo todo al buey
Porque el trabajo lo hizo Dios como castigo.
A mí me gusta el merengue apambichao
Con una negra retrechera y buena moza
A mí me gusta bailar de medio lao
Bailar medio apretao
Con una negra bien sabrosa.
A mí me llaman el negrito...
Y di tú si no es verdad
Merengue mucho mejor
Y di tú si no es verdad
Merengue mucho mejor
Porque eso de trabajar
A mí me causa dolor
Porque eso de trabajar
A mí me causa dolor.
Mucho le gusta el buen mango
Pero nunca le da el dengue
Mucho le gusta el buen mango
Pero nunca le da el dengue
Yo con una negra buena
Bailaré hasta un buen merengue
Yo con una negra buena
Bailaré hasta un buen merengue

(El Negrito del Batey, merengue.)