Mamá, cansada, sí, esclava, no.
Soy una mujer fuerte y valiente, lo escribo con un suspiro, ¡qué remedio! --los chicos quieren ver una sonrisa antes de ir al colegio--. Soy más que nada una mujer ocupada, tan ocupada, hasta el agotamiento la mayoría de los días, como muchas mujeres divorciadas que tienen hijos y trabajo. Levantada a las seis para poner el día en marcha, acostada a las once cuando al fin cierro los cuadernos, los ojos y la voluntad con desesperación de lo horizontal, el cuerpo y la mente rodeados de una multitud de notitas pegadas por el escritorio donde me siento para terminar el día: pagar el alquiler, llevar a Guy al dentista, no olvidarse de devolver libros a la biblioteca, pedirle a Benja que lleve el cheque para la escuela, pagar impuestos... Inés, desconectá, concentrate en tu libro, leé y viajá, salí, volá, descansá, soñá, sí, soñá... Soy una mujer desorganizada que se olvida de las fotocopias para los alumnos de la tarde sobre el escritorio, o las llaves del aula, que busca sin cesar las gafas de leer, la bolsa, la hoja de asistencia, que repasa mil veces sus cosas toqueteando todo alrededor, ¿tendré todo? Que sale a las disparadas hacia el metro pensando que tendrá que pasar por el almacén después de la jornada de trabajo para comprar yogur para el almuerzo de los chicos, o al banco, ponerle nafta al auto. No te olvidés, Inés. Por favor, no te olvidés. Soy una mujer coqueta que piensa delante del espejo, ay, Nena, hacé un esfuerzo, tendrás a cuarenta alumnos mirándote todo el día, ponete algo de maquillaje en los ojos, y que se mira el cuerpo, las piernas, los pechos y piensa lo bien que sería hacer algún tipo de ejercicio, en algún momento libre, tomar menos, comer mejor, dos veces al día, cosas como les sirvo a los chicos: verduras, carne y alguna dulzura para terminar la comida. Soy una mujer social que se ríe con los colegas y conversa comiendo el sándwich en los pocos minutos que tengo a la una, antes de volver al aula. Soy, según mis compinches del trabajo, parlanchina, rara y fauvista. ¡Las ocurrencias de Inés! Soy algo extraña para mis colegas quizás, pero eso solo me hace sonreír porque existe alguien especial que sí me entiende a media palabra. Soy una mujer que se siente muchas veces agobiada por cositas que surgen y no son esperadas, que se enoja al pedo con el ex que solo quiere organizar, respuestas y decisiones. También soy feliz, todos los días, una media hora cuando camino en el trayecto de la casa al metro y del metro al trabajo, donde, según los consejos de mi hija que hace yoga los lunes, intento respirar profundamente y relajar la espalda. Cuando vuelvo a casa y están todos allí desorganizando, pidiendo, y hambrientos: mamá... uy, qué lindo, por dios, cuando pienso en la suerte, mi suerte, en el trabajo, en la primavera... Soy hija y amiga, atenta a mi gente y deseando cumplir lo del cariño, porque cariño tengo, que rebosa. Soy madre, y ese rol lo llevo con vehemencia, deberes, encargos, diligencias, atención, conversación: contame, hijo, yo te escucho. Soy una mujer cansada que ya ha perdido el norte y el sur, que ya no piensa ni escribe, pero que tiene mil ideas que no acabará de poner sobre el papel porque los días son tan cortos, tan llenos, tan largas las horas en el trabajo, tan intenso el preparar, terminar... Soy una mujer fuerte y valiente, querida por un hombre que respeto y adoro, que me apoya y me desea, eso me digo cada día al despertar, con muchos suspiros y secándome las lágrimas de cansancio. A ver, Inés, como era: soy una mujer fuerte y valiente... cansada, enamorada, ocupada, feliz y viva, tan viva.
Ya podré descansar.
Qué hermosa tu descarga, Inesísima. Me has hecho recordar lo que se decía (como elogio) de las películas de Cantinflas: son para reír y llorar. Toda vida justa y vibrante, tiene para los dos extremos.
ResponderEliminarUn abrazo desde Colonia
HjV
Me conmueve, me hace vibrar, me entra nostalgia, me admira tu forma de vivir lo cotidiano, me asombra cómo consigues que recale lo ques escribes, me sorprende que lo hagas tan bien dedicándole tan poco tiempo; me alegra mucho haberte conocido, Inés, y, a través de ti, a los tuyos.
ResponderEliminarQué bien suenas..
Un abrazo a todos.
HjV, existe un postre en Tucumán donde nací que es una absoluta maravilla: naranjas amargas en almíbar. Lo hace mi padre en invierno y nos chupamos literalmente los dedos. Ah, te cuento se lo come con queso, un poco de dulce, de amargo y una pizca de salado, cómo la vida misma. Gracias por pasarte Jorge, un abrazo,
ResponderEliminarInés
Hank, el cotidiano me lleva a mí, me empuja, me hace caracolear, y hablando de caracoles me viene a la mente tu mar, donde un par de semanas pudimos descansar... Ah, descansar... Hace tiempo que no descanso verdaderamente. Fueron años intensos estos dos últimos, muy intensos, pero tenés razón sueno bien porque a pesar de estar demasiado ocupada, son solo cosas buenas.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario cariñoso, Ginés. Te mando un fuerte abrazo.
Inés
pero no lo suficiemtemente ocupada como para olvidar tu finisima irónía que tanto me gusta, y que no olvido. Lo ue hasz escrito es tan Inés que no puedo sacarme la sonrisa. Tampoco quiero. Te quiero.
ResponderEliminarRosa
Rosa hermosa, qué lindo verte por aquí, qué bueno, es porque estuve pensando en vos, ¿no es cierto?, por eso te encuentro aquí. Te debo carta y noticias, en algún momento te pillo y te pongo al tanto.Ya nos más que toca. Qué lindo que vengas así y me sorprendas.
ResponderEliminarUn beso grande, amiga,
Inés
¡Es precioso Inés! Emociona... Un beso fuerte.
ResponderEliminarMe hace bien que estas sastifecha de tu vida
ResponderEliminarUn abrazo
Ramon