jueves, 14 de enero de 2010

Tan solo un minutito y...

Yo no he ido a Port au Prince. No conozco Haïti. Pero fui al País sin sombrero de Dany Laferrière, así lo llama porque se enterraba a los hombres sin sombrero.  Dany, un haitiano un escritor que vive aquí y allá, y que a mí, personalmente, me habló durante páginas y páginas, a mí solita, ¡eh!, convocado por mis ojos, en el metro, en mi cama, a través el tiempo, una conversación susurrada, de libro a ojos, tanto y cuando yo lo quise;  el escritor y su libro me trataron como a una princesa caprichosa. Así describe Laferrière la modernidad del libro:  mejor que una máquina del tiempo, y mucho más moderno que una computadora: una conversación íntima y privada entre dos personas. Y hoy, me apropio esa idea, se la pido prestada porque me gustó, como me apropio también de sus recuerdos, de su país, de sus letras, de sus amores y sus penas; el país de Dany, es hermoso, luminoso y terrible.


 
La couleur un peu violette de l'aube donne une teinte assez étrange aux choses, mais c'est tout. Les mêmes crevasses vous obligent à faire attention en marchant pour ne pas tomber dans un trou d'eau verte. Le même chien jaune doit s'appuyer contre un mur pour japper à cause de son extrême maigreur. La même petite fille est en train de balayer la galerie de l'épicerie du coin.



Yo no necesito preguntarme para que sirve la literatura. Me sirve para mirar la realidad y, sobre todo, para poder encararla, poder aguantarla. La verdad en su esencia. 


Poesía y palabras mezcladas de miseria, de amor en medio de la destrucción poesía de tierra, mar, cielo y gente, belleza y sol. Poesía que ha conocido el hambre, y el orgullo de ser hombre.


 

Elle a toujours considéré son fils comme un prince. C'est ce qui m'a permis de survivre au début de mon séjour à Montréal, quand les autres ne voyaient en moi qu'un Nègre de plus. Quelqu'un dans une petite maison à Port-au-Prince a toujours pensé que j'étais un prince.

Son 60 000 haitianos en Montreal pensando si existará todavía la casa donde quizás fueron príncipes. Pero esta no es la primera calamidad, han sido muchas y repetidas. Esa madre en una casita de Port au Prince que ya no puede ni mirar al que le habla...

L'armée des zombis, finit par murmurer ma mère. Ils sont des dizaines de milliers. Les prêtres vaudou ont réveillé tous les morts qui dormaient du sommeil du juste. Partout... Au Borgne, à Port-Margot, Dondon, Jérémie, Cayes, Limonade, Petit-Trou, Baradères, Jean Rabel, Petit-Goâve, oui, Petit-Goâve aussi...Une mangue tombe, presque aux pieds de ma mère. Elle ne cille même pas. Complètement ailleurs. Les gens sont morts, conclut-elle et on refuse de les laisser reposer en paix.


No existe país más acorralado entre la esperanza y la maldición. Las violencias sísmicas que han sacudido el país no vienen solas, también arañan, agrietan los muros frágiles de la dignidad. Haïti, ya se han muerto tus hijos, tus hermanos, te han quitado el pedazo de chapa de tu casa, qué más podían sacarte...?




Bon Dieu tellement connin ça li connin, li bail chien malingue deyè tête li pou li pas capab niché'l. (Dieu est tellement fin qu'il peut placer une blessure derrière la tête du chien s'il ne veut pas qu'il la lèche).




Dieu pas si fin que ça, hein Dany?


No hay comentarios:

Publicar un comentario