domingo, 31 de octubre de 2010

Tacto


i like my body when it is with your
body. It is so quite a new thing.
Muscles better and nerves more.
i like your body. i like what it does,
i like its hows. i like to feel the spine
of your body and its bones, and the trembling
-firm-smooth ness and which I will
again and again and again
kiss, i like kissing this and that of you,
i like, slowly stroking the, shocking fuzz
of your electric fur, and what-is-it comes
over parting flesh...And eyes big love-crumbs,

and possibly i like the thrill
of under me you quite so new
 

"i like my body" by e.e. cummings de Complete Poems 1904-1962.



El lago tan cerca del centro, abriéndose como el mar, moviéndose como el mar, adentrándose en la ciudad, transformado en río, alarga a Chicago con color azul, barriendo sus calles largas, pegando sus altos edificios con un viento casi marino. El lago Michigan abre el cielo a los residentes del gran Chicago, y éste llega con brisas, vientos, aires, de allá... del Norte, aire, claro, que hace tiritar o alzar el cuello del tapado a cualquiera.... no por nada la llaman los americanos the windy city... Y por ser octubre, otoño, media estación, llevaba, miedosa yo, remeras mangas largas, chalequitos, sacos  y hasta un tapado. No estoy acostumbrada al viento, me inhibe. Chicago sin embargo, soltó, por un fin de semana, un sol estival, un hálito cálido, uno treinta grados de verano, solo para que el tacto de ese aire tan temido se transformara en gotas de sudor, en peso del sol sobre la espalda, y en calor. ¡Chicago by the lake: una estación balnearia! El tacto del viento: una maravilla de incongruencia otoñal.


3 comentarios:

  1. El motivo de mi primera visita a Michigan fue una invitacion de boda que ocultaba mi deseo de ver el oleaje del lago. Despues de una noche pasada por musica, comida siria en Adams Morgan y percusionistas alucinados, llegue sin dormir al aeropuerto y perdi mi avion a Detroit. Eran otros tiempos y habia otros vuelos: llegue, encontre un Goya falsificado, representantes bienpensantes de la sociedad local en defensa de las manualidades con aguja, una mansion encantada regentada por una vieja gloria local, un asesino en serie seguidor convencido de Nuestro Senor Jesucristo, alias The Lord. Asisti a la boda, navegue por el lago y, decepcion, no vi olas.

    There is no city that does not dream
    from its foundations. The lost lake
    crumbling in the hands of the brickmakers,
    the floor of the ravine where light lies broken
    with the memory of rivers. All the winters
    stored in that geologic
    garden. Dinosaurs sleep in the subway
    at Bloor and Shaw, a bed of bones
    under the rumbling track. The storm
    that lit the city with the voltage
    of spring, when we were eighteen
    on the clean earth. The ferry ride in the rain,
    wind wet with wedding music and everything that
    sings in the carbon of stone and bone
    like a page of love, wind-lost from a hand, unread.

    (Anne Michaels, from “Skin Divers”)

    Yo he navegado por el lago Michigan en un barco cargado de musica, baile, amigos disfrazados de recien casados con gafas oscuras y sombras que se iban alargando mientras el sol se disolvia en el agua, tan lejos que parecia estar en China, tan grande que parecia que iba a tragarnos a todos, incluidos el barco y las gafas de los novios. Jeanine, como el encantador de serpientes hipnotiza a la cobra, me llevo hasta alli fascinado por la promesa de las olas o tentado por la posibilidad de una vision imposible sacada de las Mil y una noches: me habia contado que Abraham Lincoln, el orador de Kalamazoo, era uno de sus ancestros, y luego me dijo que en Muskegon, la ciudad donde crecio, durante el verano aprovechaban las olas estupendas para hacer surfing en el Michigan. El oleaje del lago? Fue lo de las olas lo que me hizo dudar de su parentesco con Abraham; Jeanine, mientras secaba las gotas de sudor que corrian por sus pecas, atisbo el poso de incredulidad en mi mirada. Picada en su amor propio, la proxima vez que nos vimos trajo consigo, prueba irrefutable, una foto en la que se veian unas olas muriendo en una playa de arena por donde avanzaban cuatro o cinco elefantes dirigidos por unos hombres con turbante.

    -- “Michigan”, me dijo poniendo la foto frente a mis ojos.
    -- “Bond. James Bond”, respondi yo con elocuencia.
    -- Era un circo!
    -- Y yo era una pelicula…
    -- Tienes que venir a ver las olas por ti mismo.
    -- Jamas.
    -- Y si me caso?
    -- Entonces si.

    Y Jeanine se caso en Muskegon, con un jugador de futbol finlandes, solo por invitarme a la boda y que fuera a ver las olas del Michigan. Fui con la esperanza de un prodigio, aun sin turbante, y acabe navegando por el lago mas tranquilo que jamas haya sido posible imaginar: pura envidia de las piscinas. No hace falta decir que no vi un solo elefante.

    Volvi junto al lago otras veces pero los prodigios tienen su propia agenda y no aceptan que nadie les escriba el guion: nunca pude ser testigo de su oleaje. Hasta que hace unas semanas, como sabes, el otonho decidio ser verano en Chicago, el lago Michigan quiso sacar las olas a pasear y tu, Ines, estabas alli oficiando de maga y trazando dibujos en la arena: Brancusi, Magritte, Giacometti y Wood. Gotico Americano y risas, sin horca pero con la horquilla sensible a todos los tactos. Y asi, las ciudades aprenden a ser inolvidables
    a traves de ti.

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  2. Hola Inesísima:

    Gracias por dejarnos perseguir y percibir el viento de Chicago con tus líneas.
    Los vientos son así: vencen lirios, besan rosas y se van.

    Saludos desde los arrabales de Colonia

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  3. If you want to see waves, you must came here, to Spain.

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