jueves, 14 de agosto de 2014
El parque al lado de casa
Los árboles alrededor están desmenelados, verdes y vivos. Es un día de verano pleno, maduro y claro, a pesar de ser de tarde, hace calor. La gente rodeándome pivoteando, arrastrando los pies, baila sabiendo bailar y los miro con algo parecido a la envidia, aunque sea más del órden del deseo. Estoy en los brazos del aquél, vehemente y él al sentirlo se ríe, "tranquila, nena que el tango es una cuestión de conexión", me dice, "sentime, y dejate llevar", pero yo lo que quiero es saber. Rápido pibe, dale, bailemos, explicame, que aprenda de una vez.
Me estremezco con cada frase musical. Lo conozco a ese tango, es uno de los viejos. La letra me aturde. No, no llores, muchacha... la música tocando fuerte, me envuelve. Intento relajarme. "Presiona mis hombros con tus manos, como si me rechazaras un poquito. Tenés que seguirme, me dice de otra manera no podemos bailar". Qué difícil es para mí. Nunca he bailado a dos, sino cuando chica con mi hermana, rock and roll. Yo no sé, y él de repetir, yo propongo y espero tu respuesta, luego viene el baile, tu pecho prendido al mío". Me concentro sobre la presión, la música. Los ocho pasos de base. Es tango. Bailando afuera con un desconocido, bajo la luna gorda, una tarde calurosa de verano, estoy feliz que haya habido gente bailando en el parque y que yo haya estado pasando por ahí.
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