Hoy caminé hasta tu casa pasando por el sur, a lo largo del canal Lachine. Camino sola, aislada del aquí y ahora por los auriculares, por la soledad, por el impulso del cuerpo, metida entera en el libro que ando escuchando mientras me desplazo.
Camino todos los días más o menos de siete a diez kilómetros, tu casa me queda a 4 km, ida y vuelta, ya ves.
Todos los días camino para saciar las ansias que tengo de moverme, de mover el cuerpo, de sentirme correr por el espacio. No sabes cuánto lo necesito, cuánto se me ha vuelto imprescindible. Y todos los días, le doy un poquito más. Apartada en la extensión de la distanciación social, rodeada de geografía silenciosa, camino y pienso en vos.
Hoy, traté de imaginar lo que hubieses dicho de esta situación, la pandemia. Estoy segura que hubieras seguido las instrucciones a la letra. Con la edad te habías vuelto buena alumna además de un poco aprensiva. Te asustaba tanto la muerte.
Andamos confinados, mamá. Y esa soledad obligada, me cae bien. Pero todo está muy raro. Muy, muy raro. Millones de gente han perdido su trabajo, los restaurantes han cerrado, los peluqueros, los cines, las escuelas, las milongas también. Ya no se puede bailar, ni se podrá hacerlo por mucho tiempo. Las consecuencias del encierre serán enormes, variadas, complejas, buenas y sobre todo malas. Ahora, las dos facetas más importantes de mi vida están en pausa y todos los días camino.
Madre, la cosa es que tu barrio estaba animado cuando llegué; es verdad que volvió el sol después de unos días de frío, o sea que todos los que pudieron, salieron a sentarse sobre el pasto, debajo los árboles que todavía no tienen hojas. Familias, jovenes, peludos, chicos. De todo. Había un montón de gente amontonada ilegalmente cerca de la vía del tren: casi como la vida de antes, antes del 13 de marzo. Y pensé, qué lindo te hubiera parecido todo.
Me deslicé por detrás de tu piso, para ver por la ventana, pasando por tu calle, rozando las paredes de ladrillos colorados de tu inmueble. Acercándome de tu recuerdo. Te sentí cerca, y me fui hacia vos.
Mañana volverá el día y saldré de nuevo a andar con palabras recitadas en las orejas, y auque quizás no pase por tu casa, estate segura que siempre estás metida ahí adentro, cerquita, entre mis pasos y el corazón, me acompañas en la soledad de mis largas caminatas. Caminatas que te dedico hoy,
Cinco años madre, parece mentira.
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