viernes, 23 de junio de 2006

De héroes y más héroes (Foto de Reuters)

Héroe de un día, ( Benja mi Benja)

Supe al levantarme que sería un buen día. No sé, algo en el cielo, el sol radiante, algo decía que así sería y me fui a hacer lo mío con un humor excelente. "Hola" saludé con ganas en la calle. "Hola y buen día". La gente me miraba al principio sorprendida pero luego me devolvía el saludo con una sonrisa: imposible ignorar mi entusiasmo. Llegué a mi aula, tiré mi cartera sobre mi mesita y pensé: al ataque ¡qué hacemos hoy!
Afortunadamente antes de que se me vaya del todo la energía de la mañana, sonó el recreo, y cómo todos los días, jugamos al fútbol. Y meta que te pateo la pelota, y ahí voy que disparo para la derecha, "vamos, vamos chicos, corran, corran, vamos José mandamela, aquí, aquí, yo, yo, que estoy solo, pasamela", y ahí es que con una puntería fabulosa, ¡qué control!, salió certera la pelota para el frente y ¡pum!: casi, casi meto el gol... qué día amigos, qué fuerte.

Sin querer, falsa maniobra, estoy corriendo como el león que me imagino ser y siento que mi pierna resbala, mi tobillo se tuerce, siento con fuerza el piso contra mi mentón, siento un golpe duro y la cabeza rebotar contra el asfalto. Uy el dolor, un dolor agudo al principio, punzante, y luego más sordo. Siento sangre correr sobre el cuello, me levanto atontado, no entiendo donde estoy. La fuerza del choque me dejó bobo, unas chicas se pusieron a gritar, los varones se alejaron de mí. ¿Qué pasa gente? La señorita me sentó sobre el banco del patio. Me puse a llorar, no entendía porqué tenía tanta sangre, divisé el charco que había quedado sobre el piso.

Se oyó la sirena de los bomberos a los pocos minutos, llegaron en un gran camión rojo y negro, salieron tres de un golpe por la puertas de atrás, qué impresionantes, todos vestidos de negro y azul, "aléjense chicos, qué queremos ver al herido". Yo el herido se dan cuenta. Me alzaron como si no pesara nada, me hablaron con voces serias, seguras, preguntándome mi nombre, diciéndome que todo estaría bien, que se ocuparían de mí. Volando por encima de todos sobre una camilla, me metieron en el camión. Le pude oír a mi hermano gritar, ¿qué le pasó a mi hermano? Soy su hermano. ¿Dónde lo llevan? Yo era el que volaba por encima de las cabezas de los compañeros de los brazos de los bomberos parisinos. Yo. ¿Era esto real? cuando le cuente al primo Juan no me va a creer. Los chicos de la escuela se amontonaron contra el portón gritando: -"fuerza Benjamín, valor amigo, que todo estará bien". Pude ver desde las ventanas traseras del camión las manos agitarse entre las rejas y saludarme. Qué emoción. Los bomberos me acostaron en el camión, me pusieron una gasa sobre el mentón, hablaban entre ellos como si no estuviera, no existiera. Otra vez oí la sirena del camión. Otra vez qué emoción.
Llegué al hospital y me atendió una enfermera dulce y tranquila. Repetí nuevamente mi nombre, Benjamín, susurré mi edad, 5 años y medio señora, pero mi mamá dice que parezco más. Se rió y me dijo que me harían puntos de sutura, unos diez, que tenía que llamarla a mi mamá. Al rato llegó mi madre con cara de preocupación. Había salido del trabajo, por mí... y le preguntaba al médico lo que tenía que hacer para para cuidarme, al mismo tiempo me abrazaba y me besaba, dijo que había estado asustada. Me llevó a casa y me acostó en la cama. Me puso la televisión, me trajo una bandeja con jugo de naranja y un helado delicioso. Entró mi hermano a la pieza, "Benja, ¿estás bien? ¿Qué te han hecho? Te cuento hermanito que sos el héroe de la escuela. Sólo se habló de vos. Los bomberos imaginate". Sí me imaginaba. Qué día había resultado ser, qué día. Un día excepcional.

miércoles, 21 de junio de 2006

Miradas




Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con unperfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva yun solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

capítulo 7 de Rayuela. Cortázar.
Lo que me gustaría ser a mí Si no fuera lo que soy yo.

(Jeje, por César Bruto)

lunes, 19 de junio de 2006


Anduvo de pago en pago, y en ninguno se quedó
forastero en todas partes, destino de trovador.

Atahualpa Yupanki

domingo, 18 de junio de 2006

La apuesta

-Hola, Laura, ¿estás despierta?
-¿Hola?, no, estaba durmiendo, ¿quién habla?
-Soy Roberto. Roberto Núñez. Es temprano. Perdoname.
-¿Roberto Núñez? Hola, pero ¿qué horas son? ¿Algo pasa?
-He ganado la apuesta.
- ¿Cómo?
-Hemos apostado, anoche, y gané. Me debes una cena. He encontrado tu número en la guía de teléfono.
-Oime Roberto, no entiendo nada. Espera que me despierte del todo.
-Laura, anoche, en la fiesta de Silvia. A eso de las tres. Blade Runner, hablábamos de la película. La actriz pelirroja, no te acordabas del nombre. Te dije Daryl Hannah, y vos contestaste que no, que no era ella. Te aseguré que sí, que era, te pusiste a reír, entonces anunciaste que sí era ella la actriz, y estabas segura de que no lo era, estábamos todos invitados a tu casa a cenar, cocinarías vos.
-Sí, recuerdo. Roberto, son las ocho de la mañana, domingo. No podríamos tener esta conversación en otro momento. Me acosté hace solamente algunas horas. Si he perdido una apuesta ya los invitaré y cenaremos, ¿te va así?
-No te enojes Laura. No quise molestarte. Como quieras.
-No me enojo Roberto, estoy dormida, perdoname.
-Laura, me debes una cena.

Cuando fue capaz de sentarse en la cama, respaldándose contra la almohada, se quedó un rato mirando el teléfono que seguía en su mano. Adormilada aún, el corazón agitado, se sintió asustada, o más bien con la sensación de haberse despertado en medio de un sueño. Los rayos del sol entraban con fuerza por la ventana, una luz cegadora, lo que terminó poniéndola de mal humor. Sabía que no podría dormir más. La casa silenciosa parecía ayudarla a recordar. La fiesta, el departamento chico, los muebles corridos a un lado para poder bailar, la cocina repleta. El ruido, las voces, las risas, la música, el vino, el baile, la cara de Silvia radiante, un cumpleaños divertido. Laura cerró los ojos con fuerza. Roberto. ¿El amigo de Martín?, no, más bien el de Julio. Un chico tímido que la miraba todo el tiempo. De repente, entre dos punzadas de un dolor de cabeza naciente y difuso, la figura de Roberto se hizo nítida. Un chico de unos cuarenta años, alto y algo flaco, con ojos marrones de una infinita tristeza. No era ni feo ni lindo. Simpático. Laura suspiró. ¿Por qué tenía esa manía de apostar cuando siempre perdía?

-Hola Silvia, habla Laura. Te felicito por la fiesta anoche. Muy buena.
-Laurita, buenas tardes corazón, acabo de terminar de arreglar la casa . La verdad es que la pasamos genial ¿no? ¡Cómo exageramos!, había comida hasta sobre mi cama. No te imaginas el desastre.
-Hablando de exagerar, parece que ...
-Sí, te portaste mal como siempre Laura. Te lo confirmo.
-Dejate de macanear, en serio, parece que los invité a cenar.
-¿Ah sí? ¡Qué bien!
-Me llamó Roberto.
-Robert, el silencioso, ajá, ¿qué quería? Estúpida pregunta. ¿Te invitó?
-Sí, bueno se invitó. Creo que no estoy lista.
-Sí que lo estás Laura. ¿Por qué tanto miedo? Ya va un año y pico ¿no?
-Vengan el viernes a las nueve. Cocinaré algo especial, de otro mundo.


Laura lo vio por primera vez el martes a la mañana desde la ventana del dormitorio. La luz oblicua otoñal creaba reflejos extraños sobre el cesped, las sombras parecían jugar con las hojas del castaño. Era una linda mañana de septiembre, fresca y soleada. Desde que Guido la había dejado con el patético “Elena, me comprende ¿entendés?”, llevándose el auto, pedazos de su vida, dejándole un departamento vacío, Laura trabajaba en su cuarto. Por instinto, se echó atrás. Roberto estaba parado y fumando al lado del árbol y la miraba. ¿Era Roberto, o imaginaba cosas? “No, éste es más alto” dijo casi en voz alta. Una mano en el bolsillo, terminó tranquilamente el hombre su cigarrillo y se fue. Laura no pudo acabar la traducción que había empezado, “total, se justificó, tengo tiempo para mandarla”. “¿Me habrá visto?”, pensó. Al día siguiente Laura lo vio acercarse a la esquina, y ya lo esperaba, desde la ventana. Se quedó otro rato, en el mismo sitio, poniéndose más en evidencia. Laura lo divisaba, escondida a medias, y luego se asomó, lo miró a su vez, y Roberto sonrió. Apenas tuvo tiempo de bajar para abrir la puerta: ya se había ido. Sobre la vereda, mirando de un lado a otro Laura pensó con asombro: “qué personaje, este Roberto”. Todo el día, sin embargo, Laura estuvo pensando en él. El tiempo inmovilizado en un presente misterioso. Sabía que podía llamarlo y preguntarle qué diablos hacía enfrente de su casa por las mañanas. Al mismo tiempo, le gustaba esa presencia mañanera, le subían sensaciones olvidadas, escalofríos a lo largo de la espina dorsal. “El viernes, cuando venga el viernes, le preguntaré”, así terminó con la turbación que le causaba la mirada de Roberto las mañanas de ese otoño definitivamente especial.

Al tercer día, temprano, había sacado ropa sin poder decidir que blusa ponerse. Se miró en el espejo, arreglándose el pelo, estaba alegre, se daba cuenta que todo esto era medio tonto y loco, pero pronto se volvió a concentrar en su tarea: “dónde se ha metido mi blusa rosada, esa me queda bien”. Arreglada en fin, se presentó a su cita. Roberto no estaba. Laura sintió una punzada minúscula en el corazón. Nada dramático, sino una impresión de dolor. Sin poder concentrarse, pasó todo el día entre su escritorio y la ventana. A la tarde, fastidiada salió a la calle y se dirigió al cine del centro. Iría a distraerse con Ralph Fiennes y alguna otra bella mujer. Entraría en la pantalla gigante y caminaría, evadida una vez más, del brazo de su actor preferido. El viento húmedo de la noche entró con un silbido rabioso avisando que la ventana seguía abierta. Laura a medio desvestir se acercó. Roberto esta ahí, mirándola. Laura supo que le veía claramente, la luz del cuarto iluminándola. Despacio, Laura abrió el batón y lo dejó deslizarse hasta el piso. Ahí se quedó parada un momento y luego se acostó a dormir. Apagó la luz y susurró para ella misma, “creo que sí, estoy lista. Hasta mañana Roberto.”

-¿Hola?
-Laura, es Michelle, tu mejor amiga, ¿te acordás?, a la que has abandonado por completo esta semana.
-Michou, querida, ¿qué tal? Contame que te pasa, qué te conozco el tono de voz.
-Sí, soy obvia, Laurita estoy enamorada.
-Michou, ¿lo conozco?
-Laurita, no lo sabe todavía. Estoy perdidamente loca por él. Trabajamos en el mismo despacho. Lo veo todos los días a la tarde. Y desde la fiesta de Silvia, ¿recuerdas? viene a verme y me conversa. Hablamos mucho y me escucha, ¿sabes?
-Michelle, cómo podés amar..., estás hecha una adolescente, pero de una vez decime quien es.
-Lo amo, lo amo.
-¡Qué pelotuda! Julio, trabaja con vos, ¿no?
-Ajá, pero no, es el amigo de Julio.
-¿Quién? ¿Roberto?
-Sí. Es Roberto. Lo quiero, en serio. Lo quiero desde hace mucho tiempo, desde la primera vez que lo vi. Siento que se acerca y quiero pensar que existe una posibilidad. Laura, estoy loca de felicidad.
-Ah...
-¿Sólo ah?
-Menuda coincidencia Michelle, viene a comer esta noche en casa, con Silvia y Patricio, he perdido una apuesta y ese es mi pago. Vení vos, ¡qué mejor oportunidad para verlo!
-Laura, de veras, no lo puedo creer.
-A las nueve Michou, te dejo, te llamo más tarde
-¿Qué te pasa Laura? Sonás raro
-Nada, querida, nada. Nos vemos.
-Qué suerte tu apuesta Laura, te quiero, hasta más tarde.

Agua

He soñado con agua, aguas implacables, tumultuosas, enrabiadas que empujadas por una violencia salvaje y sísmica no se detuvieron hasta tragarme hasta el fondo del mar. El cuerpo entero caracoleaba, giraba, y yo bailaba ese baile funesto con la sensación de no controlar ya más nada, ni el tiempo y el espacio; los brazos erguidos pararon de luchar y mi cuerpo quedó un momento sostenido por la fuerza de la corriente, como un muñeco sin voluntad, una extraña estatua flexible. Entonces abrí los ojos, y a través de esas aguas turbias te vi a vos, lejos, visión quimérica. Cerrabas los ojos resignado, y comprendí que ahí nos quedaríamos los dos. No subiríamos más, suspendida nuestra vida. Arriba solo habría desolación, sufrimiento, dolor. Entonces pensé que sí mejor nos quedáramos abajo, sin sufrir.

sábado, 17 de junio de 2006

Mina
















Al diablo de la mina, al Tío, se le debe respeto, musitó resignado José. Aquí no hay dios católico que valga. Se arrastró en la galería estrecha, ya no quedaba agua en su botella; el próximo trago tendría que ser de orina. Veintisiete horas encerrado, sin comer, pijchando coca cada 6 para mantenerse vivo. Escupió coca y polvo, el calor intenso le quemaba el pecho, buscó tanteando su barreno. Del otro lado de la oscuridad absoluta, oía sus compañeros mineros escudriñando, taladrando las entrañas del socavón derrumbado. En los escombros de las rocas de estaño del Cerro Rico quizás se moriría, como se habían muerto su padre y abuelo. José minero, boliviano, en el fondo de un agujero, cedería su lugar a Marco, su hijo, y ese día, como todos los días, José lo terminó asustado.

miércoles, 14 de junio de 2006

Fiesta el 13










Here comes the rain again
Falling on my head like a memory
Falling on my head like a new emotion
I want to walk in the open wind
I want to talk like lovers do
I want to dive into your ocean
Is it raining with you?

Eurythmics

sábado, 10 de junio de 2006

En los Westerns (para Benjamín)

-¿Te gusta mamá?
Acostado sobre la panza, los pies alzados formando círculos lentos sobre la cama del cuarto, Pedro mira a su madre que está sentada en su escritorio frente a la ventana. Apoya la cara sobre las manos, se aburre, la observa, tan concentrada.
-¿Me gusta qué, hijo?, perdona, no entendí, estoy escribiendo, y...
-¿Te gusta en los Westerns cuando los indios se la llevan a la mujer del sheriff y lo dejan solo abandonado en el pueblo, sobre el camino el polvo subiendo por el aire, y el sol radiante en el cielo?
-Sí, me gusta. Hijo, dejame trabajar.
-¿Mamá?
-¿Qué Pedro?
-¿Te gusta en los Westerns cuando lo transforman al joven blanco en un terrible guerrero indio y vuelve a vengarse de todos sus enemigos, uno por uno, aplicadamente?
-Ummm, sí, me gusta.
-¿Te gusta en los Westerns, cuando entra el héroe en el saloon, lo miran todos a él, y él solo a la bailarina burlona y provocativa...
-Sí, me gusta, me gusta....
-¿Te gusta en los Westerns, cuando el héroe se va solo como un perro y no vuelve...
-Sí, sí, mucho.

Pedro se ha dado vuelta y ha cerrado los ojos. La madre se coloca a su lado. Acodada, lo mira divertida. Pedro la abraza.

-Mamá: deberíamos irnos ,entonces, a un país salvaje, tú y yo, donde podríamos vivir libres. Te defendería, sabes, con coraje. No tendrás miedo, mamá, sabré protegerte, con mis botas, de un golpe haré sonar las culebras y los escorpiones. Domaré caballos negros, bajo la luna, iremos los dos por el desierto, ¿te gusta mamá en los Westerns cuando...
-Sí Pedro, me gusta, me gusta mucho.
-¿Has dejado de escribir? ¿Vamos a jugar?
-Vamos, hijo.

jueves, 8 de junio de 2006

The Cure

Show me how you do that trick
The one that makes me scream she said
The one that makes me laugh she said
And threw her arms around my neck
Show me how you do it
And I promise you I promise that
I’ll run away with you
I’ll run away with you
Spinning on that dizzy edgeI kissed her face and kissed her head
And dreamed of all the different ways I had
To make her glow
Why are you so far away? she said
Why won’t you ever know that I’m in love with you
That I’m in love with you
You
Soft and only
You
Lost and lonely
You
Strange as angels
Dancing in the deepest oceans
Twisting in the water
You’re just like a dream
Daylight licked me into shape
I must have been asleep for days
And moving lips to breathe her name
I opened up my eyes
And found myself alone alone
Alone above a raging sea
That stole the only girl I loved
And drowned her deep inside of meYou
Soft and onlyYou
Lost and lonely
You
Just like heaven

viernes, 2 de junio de 2006