martes, 26 de diciembre de 2006


As evening fell, he lost himself in the light still lingering in the sky above; in the snowflakes whirling even more wildly in the wind he s aw nothing of the impending blizzard but rather a promise, a sign pointed pointing the way back to the happiness and purity he had known, once, as a child.

(Snow, Orham Pamuk)

miércoles, 20 de diciembre de 2006

J´suis partieeee....



Je reviendrai à Montréal

Dans un grand Bœing bleu de mer
J'ai besoin de revoir l'hiver
Et ses aurores boréales
J'ai besoin de cette lumière
Descendue droit du Labrador
Et qui fait neiger sur l'hiver
Des roses bleues, des roses d'or
Dans le silence de l'hiver
Je veux revoir ce lac étrange
Entre le crystal et le verre
Où viennent se poser des anges...

(Thibon et Charlebois)


martes, 19 de diciembre de 2006

Qué sepas



















Chagua, me han contado que estabas mal hermano. ¿Qué te ha pasado? ¿Qué pasó?

Nunca pudimos hablar mirándonos a los ojos vos y yo, Chagua, desde hace mil años, desde que éramos chicos, chiquititos, será por esa tontería que tus padres y mis padres contaron y volvieron a contar cada vez que estaríamos juntos, a veces delante de gente, en todas las fiestas, mirá que fueron muchas durante muchísimos años, esa leyenda familiar que se difundió y provocaba risas y guiños, que nos horrorizaba. Porque siempre nos molestó Chaguá, aunque lo neguemos, en particular en esos años de la adolescencia, tan frágiles. Eso ya no tiene ninguna importancia, por supuesto, sin embargo hasta el día de hoy nuestras miradas son tímidas, la conversación farragosa, vale, no exagero, tampoco incómoda, sabemos que nunca logramos la intimidad. Vos y yo hubiéramos podido ser amigos, y nunca nos animamos. Unas palabras pronunciadas por mí a los tres nos alejó insidiosamente. Toda una vida, Chagua, cuántas veces habremos pasado tiempo en una cocina tu cuerpo alto agachado y concentrado sobre una mesa preparando las mejores empanadas del mundo, las que te enseño tu mamá y tu tía abuela y que conseguiste superar hasta volverlas arte. Cocinero. Te veo ahora, riéndote de lado, manos a la obra, haciendo bromas sobre mi papá, sobre todos los demás, cantando, ¡cómo te gusta cantar! o simplemente conversando. Hace poco me contó una amiga que cuando tenías dieciséis años eras el chico más hermoso del barrio, ¿sabías? Mis amigas venían a mi casa y se quedaban pasmadas cuando te veían llegar. Todas querían que te presente. Y yo me hacía la tonta. Si eras Chaguá. Qué locas. Miranos ahora, pelotudos grandes con varias vidas de por medio, cinco hijos en total, seguimos esquivando el cariño que hoy te digo, te lo digo mirándote a los ojos. Eras hermoso, por dentro y por fuera, y lo sigues siendo, aunque te quemes y te maltrates, aunque dirijas una violencia desesperada hacia vos mismo, aunque hayas elegido la muerte, una muerte lenta, interrumpida, recurrente que te aleja de todo y de todos. Ya, me dirás que no te importa, qué estás más allá de la vida. No sé, te podría gritar que no es verdad, pero no soy cura, ni médico, soy una chica que ha compartido tu cuna. De la vida ¿qué voy a saber yo? Uno tropieza todo el tiempo, pero ¿no te parece posible que se haya inventado caerse para poder volverse a levantar?, los desgraciados son los que no se caen. Abrir los ojos fue siempre mi antídoto contra la desesperación y la vida humana: su opuesto, sencillamente, humildemente. Chaguá, me han contado que estabas mal, y ahora quisiera que me lo digas vos a mí, mirándome a los ojos. Mirame bien en frente, te escucho.

jueves, 14 de diciembre de 2006

Dichos tucumanos, (intentando hacer un poema)


Callado, como loro recién comprado
Nervioso, como perro que lo están ladrando.
Largo, como puteada de tartamudo.


(je t´aime tu sais)


lunes, 11 de diciembre de 2006

Chistes

En un comienzo fue el verbo
chiste bíblico

"Descubrimiento de América"
chiste precolombino


Refutación del Capitalismo
x Otto Marx y Fedeguico Engels
chiste alemán

Bombardeo de La Moneda
chiste metafísico

Asesinato de Manuel Rodríguez
Asesinato de los Hnos. Carrera
Asesinato de Pedro Juan y Diego Portales
imperdonables chistes policiales
Ay tormentos rabiosos:
si don Pedro de Valdivia resucitar

se volvería a morir ipso facto
Claro que el propio don Pedro
no lo hizo nada de peor tampoco
Paciencia!

Nicanor Parra

Se murió Pinochet impune, chiste democrático.

viernes, 8 de diciembre de 2006

Pochocla, ¿me lees? quinta entrega

Hay mañanas de domingo para cuando estás cansado, abundan. Hay mañanas de domingo para cuando estás triste o alegre y también las hay para cuando estás de repente en otra vida y la vida viene con un tiempo diferente, un tiempo sin reloj, sin coches, sin obligaciones, demandas, deberes o fiestas de cumpleaños de los niños, ¿mamá donde pusiste el regalo?, mamá traenos más leche que se acabó, esos son mis domingos y me gustan, pero también hay mañanas de domingo para cuando amaneces y el amanecer tarda una barbaridad en llegar, mañanita del DF, como si también quisiera estirarse sin apuro y contemplar la noche extinguiéndose lentamente, mañana perezosa, como mis piernas, mis brazos en mi cama inmensa, hay mañanas de domingo para cuando estás ávido de conocer o por lo menos llegar a tener la noción de lo desconocido y todo es absolutamente posible. Hay mañanas de domingo que anuncian un sol brillante y yo me despierto sin la menor idea de lo qué haré. Voy a buscar café.

-Hola, ¿querés tomar algo? Hay agua caliente, recién hervida
-No gracias. ¿Eres argentina?
-Ajá, pero vivo en Francia... es algo complicado. Y vos, ¿de dónde sos?
-Yo, aunque me confundan regularmente con francés, soy mexicano, soy de Puebla, bueno, es complicado también.
-Jajajajajaja, a ver, explicame.
-Nací en Chiapas, pero tengo tiempo en Puebla, allá estudio. Estoy en el DF buscando trabajo.
-Oh qué bien, ¡pero hoy es domingo!
-Sí, nos volvemos esta noche, hoy es día de paseo. Y tú ¿qué haces por aquí?
-Yo me estoy levantando como vos, y es temprano.
-Aquí llega mi padre que vino conmigo, te lo presento.
-Encantada, señores, ¿desayunamos?

Salgo de la pensión de los brazos de mis cómplices entusiastas. Me llevan. Me llevan en su día y sus recorridos. Me hablan, me cuidan, pero sobre todo me ubican, me muestran edificios, jardines, casas, capillas, mercados, me divierten, cuántas veces me habré echado a reír con sus cuentos, me explican la comida en los mercados, me la dan a probar, nos quedamos horas en los mercados, me fascinan, quiero saberlo todo, los nombres, los olores, los gustos, la bebida, se alegran de mis ganas de conocer y me explican las costumbres, me ayudan dándome las claves de la ciudad que me servirán hasta el último día, me entregan su México, me regalan sus voces, sus dichos, su forma de hablar, su historia. Me pasean y estamos contentos, felices de conocernos y charlar sin freno, quejarnos de la contaminación, de la multiplicación de autos, Óscar me dice que quiere un día ver al DF sin carros, por eso estudia gestión de la Ciudad, por eso se entrevistó con el Metro del DF, por eso trabajará allá mejorando los transportes públicos, malhablamos de los yanquis, del trabajo, de los políticos, las mujeres y los hombres, por supuesto que también rehacemos un poco el mundo, y hablamos de la vida que nos espera allá donde vivimos, de la familia, los proyectos, un poco de los sueños. Coyoacán, un barrio situado al sur fue nuestro primer destino: la casa de Frida, el mercado, la plaza, las iglesias, sus calles, sus flores, su gente, luego al norte norte: la basílica de Guadalupe, las iglesias, la vieja, la nueva, los mexicanos de rodillas, ferviertes, nunca he visto a pueblo más católico de mi vida, un catolicismo vivido con el corazón, la cabeza y el cuerpo, vehemente, un pollo asado, un café, un pastel para Sergio, otro café para Inés, el centro, el Zócalo, Bellas Artes, los monumentos, la gente, la energía de ese pueblo que no para, los negocios, todo a pie, Óscar saca fotos, Sergio comenta, ninguno de los tres nos cansamos, caminamos diez u once horas ese día de sol y calorcito rico de otoño, tomamos el metro, peceros, a penas un poco, cuestión de atravesar largas arterias de la ciudad. Regresamos a la pensión, nos despedimos con abrazos y besos, me quieren llevar a Puebla, pero les tengo que decir que no. No puedo salir de la capital, "por suerte no necesitas salir, el DF es autosuficiente" me dice Óscar, mañana me toca solucionar mi problema de pasaporte. Salgo a comer de noche sola con mi cansancio y buen humor, me como un plato enorme de chilaquiles rojos, mis preferidos, tomo mi primera cerveza en México, vuelvo satisfecha con el domingo, con el paseo, con los mexicanos guapos corredores de maratón y maestros en planificación urbana. Se me ocurre en un momento metiéndome en la cama que si actualizo mi pasaporte, acepto la invitación me voy a Puebla y chau hermano, dicen que es tan bonito.

jueves, 7 de diciembre de 2006

Nicanor Parra

Un poco de humor para mi viajero solitario


VIVA LA CORDILLERA DE LOS ANDES

Tengo unas ganas locas de gritar
Viva la Cordillera de los Andes
Muera la Cordillera de la Costa.
La razón ni siquiera la sospecho

Pero no puedo más:
¡Viva la Cordillera de los Andes!
¡Muera la Cordillera de la Costa!

Hace cuarenta años
Que quería romper el horizonte,
Ir más allá de mis propias narices,
Pero no me atrevía.
Ahora no señores
Se terminaron las contemplaciones:
¡Viva la Cordillera de los Andes!
¡Muera la Cordillera de la Costa!

¿Oyeron lo que dije?
¡Se terminaron las contemplaciones!
¡Viva la Cordillera de los Andes!
¡Muera la Cordillera de la Costa!

Claro que no respondo
Si se me cortan las cuerdas vocales
(En un caso como éste
Es bastante probable que se corten)
Bueno, si se me cortan
Quiere decir que no tengo remedio
Que se perdió la última esperanza.

Yo soy un mercader
Indiferente a las puestas de sol
Un profesor de pantalones verdes
Que se deshace en gotas de rocío
Un pequeño burgués es lo que soy
¡Qué me importan a mí los arreboles!
Sin embargo me subo a los balcones
Para gritar a todo lo que doy
¡Viva la Cordillera de los Andes!
¡¡Muera la Cordillera de la Costa!!

Perdonadme si pierdo la razón
En el jardín de la naturaleza
Pero debo gritar hasta morir
¡¡Viva la Cordillera de los Andes!!
¡¡¡Muera la Cordillera de la Costa!!!


sábado, 2 de diciembre de 2006

Paulina, ¿ya que insistes?

Tengo que confiar en mis instintos. Soy urbana, tan urbana, siempre lo fui, conozco las ciudades y como funcionan, no me asustan. Ándale Inés, ve y haz. Tengo que dejar este maldito bolso con rueditas en algún lugar, mi mochila, me incomodan. Tengo que encontrar un alojamiento para la noche. Tengo que descansar y comenzar a disfrutar de este viaje robado a la suerte. Tengo que pensar en el DF como una entidad accesible, inteligible, comprensible, lo tengo que hacer por mí, por mí. Vine buscando fantasmas y ahora estoy en la calle sintiéndolos, rozándolos.

Salí de la fonda y me puse a caminar desorientada pero feliz; una señora en un patio tomaba té y me vio perdida. Me invitó a sentarme, sin decir mucho, solo saludos y una calma que me transmitió. ¿Estás buscando algo? "Sí, le respondí, Internet". "Acá al lado, en la papelería, hay una máquina, luego te llevo, ven a sentarte, toma un té". Tenía al lado de su silla un altar lleno de flores, comida, calaveras, botella de tequila, semillas, frutas. Me siento a su lado y tomo mi té. Le pregunto, "¿por qué la tequila?" "Porque mi muerto tomaba, y la necesitará, hace poco se murió, me dice, para irse para allá, la necesitará. Fuimos campesinos hasta que desapareció el campo. La ciudad lo comió". Me quedo callada mirando su altar. Estoy emocionada. Siento presencias. Me toma la mano, me la sujeta un momento largo y me dice que mis hijos me necesitan, que estoy equivocada. "¿Equivocada por qué?" "Umm, yo lo sé, tú sigue tu camino, pero tu lugar no está aquí, está allá, ya te darás cuenta". Sí mi vida está allá pero en ese momento miro su cara arrugada de vida y penas, y le agradezco el té, no quiero entender, estoy en un estado de superviviencia absoluto. "Eres una buena mujer. Piensa en mí cuando vuelvas". Sí, le susurré, "gracias señora, su patio está muy bonito. Qué tenga un lindo día". "Piensa en mí," me repitió, "me llamo Juana, y soy abuela diez veces. Algo sé de la vida". LLega un niño y me lleva al Internet.

Estoy en un taxi re chingón, uno pequeño verde, seguro, y veloz. Me está llevando a la zona rosa. El taxista me habla y yo le cuento mis desventuras. Estoy de buen humor y quiero ser divertida: le cuento con muchos detalles el aeropuerto de Dallas, la actitud de los americanos. Imito mis oficiales preferidos. Se ríe y se ríe. "No puede ser", murmura, "no puede ser"... Estamos conversando de lo más bien cuando entramos a la zona rosa, damos vueltas, este hombre que afirmaba conocerse a la ciudad de México como ninguno, no encuentra la calle y me deja sobre Insurgentes. Me ayuda a bajar los bolsos, me dice: "Por aquí debe estar su calle, perdone, no sé. No la encuentro". "No se preocupe soy desenvuelta, ya encontraré la pensión". ¿Qué remedio? El taxista se despide diciendo que soy algo bruja. Qué no crea que tuve mala suerte, es todo lo contrario me dice. Bueh, puede ser pero ese sábado por la tarde tuve que ir a varias pensiones antes de encontrar una que no esté llena. En este viaje no me saldrá nada fácilmente, una guerra sin tregua. Le Havre, calle Le Havre y Londres. Tiene lugar. Suspiro aliviada. Un chico me muestra la recámara, tiene cama, ducha, ya se sabe, para mí suficiente. Dejo mi puto bolso, mi muy maldita mochila. Ya son las siete de la tarde, tengo ganas de caminar, caminar, caminar. Me recorro la zona rosa de arriba abajo, me camino sus calles con ganas, con empeño, es mi carácter. Comienzo por la Glorieta. Me gusta. Me gustan lo bares, las tiendas, los kioskos, los restaurantes americanizados, los restaurantes para turistas con su personal en la vereda llamando al cliente, los chicos ruidosos, gritando y macaneando por la calle, las peluquerías, la comida por la calle, olores varios y deliciosos, la gente apurada, los jóvenes con gel en el pelo, todos iguales, camiseta negra y jeans, las chicas maquilladas caminando con tacos altos, coquetas, mujeres, los músicos ambulantes, la tonada mexicana, me gusta todo. Es más, me parece familiar y cercano. En el camino las cabinas telefónicas me obsecionan, durante toda mi estadía harán parte de mi paisaje. En cada esquina hay una, las conozco, sé cuando funcionan cuando no, las intuyo. Mojones de mi camino, no puedo resistir al deseo de dejar mensaje, es ya casi un ritual, mi mano se posa sobre el bolsillo trasero de mis vaqueros, saco la tarjeta, uso la tarjeta, qué fácil me resulta, la voz del operador diciendo, "a partir del cuatro de noviembre, para marcar un número larga distancia tendrá que componer el 045. Buzón Telcel, la llamada se cobrará al terminar los tonos siguientes". Clic. Vuelvo a las diez. Estoy tan necesitada de sueño. La cama es demasiado grande, una piscina. Me quedo dormida antes de que mi cabeza llegue a la almohada. Respiro y sueño.