Todo el día estuve intentando recordar una palabra. Una palabra familiar, que conozco y entiendo, es más, una palabra que no es nada especial, sino solamente una palabra que necesitaba en un instante de mi día y no surgía a la mente. No quería. Se escondía por alguna parte de mi cerebro disfuncional. Y no volvió... se fue.
Nunca tuve buena memoria, siempre he usado otros métodos para compensar. Comprender lo que me decían fue uno, ya que no lo podría memorizar. Métodos colaterales, que tienen que ver con el sonido, o con imágenes, y que por un tiempo funcionaron, o más o menos, bueno mejor que hoy y ayer, mucho mejor que mañana supongo. Métodos que desarollé para poder decir lo que quería, y que permitían a las ideas, palabras, nombres, volver a mi memoria como doblando una esquina, así de repente. Esos métodos me hicieron más parlanchina, siempre tomando yo el camino más largo para llegar donde quería. No todo es negativo de la mala memoria, no señores. No.
Desdichadamente ya ni esos métodos están funcionando.
Me estoy quedando muda, mi mundo exterior sin poder ser nombrado. Mi mundo interior atrapado como un bonito paisaje, bien adentro, bien lejos del sonido del idioma. Y lo peor del caso es que cuando busco, y sé que existe, mi pobre cabeza se pone en marcha y no para... sigue buscando la palabra, vagabundeando lentamente por todas mis células grises. Como ahora que sigo con la esperanza que volverá la palabra de la mañana, ésa que me estuvo jugando una mala pasada.
De chica me divertía cambiando las palabras a propósito con el fin de sacar una sonrisa o confudir a la gente: por favor decía, pasame los tomates, cuando lo que estaba sobre el mostrador eran claramente zanahorias. La gente en mi alrededor se acostumbró a mi juego, pero se suponía que yo conociera la palabra original. Era el caso. Me parece que ya no me arriesgaré a ese juego, ahora me contento diciendo, los vegetales color naranja que están sobre la mesa, que dan buena vista, y que los ingleses usaron para confundir a los alemanes durante la segunda guerra mundial, sabes, los que tienen carotina, sí esos ahí, uf, pasámelos, por favor. Así estamos.
Paulina, mi hermana, le daba nombres a las cosas de su casa, les daba nombre propio, quiero decir. El televisor se llamaba Pedro, o algo así, ya no me acuerdo, perdonen la falta de memoria mía, la heladera, la radio, y cuando no funcionaban bien, los llamaba malhumoradamente por nombre y apellido. El suyo claro. Voy a empezar a renombrar las cosas, no se extrañen si no entienden lo que escribo, será normal, tendré que crear un mundo nuevo, un mundo con palabras cambiantes, variables, que se adaptan a mi humor y mi estado de cansancio. Usando palabras inventadas quizás, diganse que es el estado de mi cabeza en el 2008.
Ay, por Dios, era: metáfora.
Volvió.
Bueno.
Es un alivio (creo) leer que no soy la única de las que huyen las palabras. Mi mente, o el sitio donde esas malditas moran, se congela y no entra ni sale nada. He pensando en acudir al médico y consultárselo, pero lo desecho porque muchas veces cuando voy olvido esas otras cosas que quería preguntarle y, luego, las recuero por la noche o al día siguiente. Y sí, en ocasiones, me preocupa.
ResponderEliminarEsto no tendrá nada que ver con lo tuyo, pero como la última huída del abece la tuve antes, me lo recordaste; gracioso, ¿no?
un punto en el océano.
pd: Me ha gustado tu "metáfora".
Me apunto al club de la desmememoria.
ResponderEliminarY, se me ocurre: ¿acaso existirá un lugar en el que las palabras que olvidamos se reúnen todas? Me refiero a un Club, el de las palabras anónimas, o ¿acaso se sentirán abandonadas? ¿Qué pensarán de nosotras las palabras que olvidamos? Quizá existe ese lugar y resulta que cada hora le ofrecen la oportunidad de volver, a alguna palabra, como a tu 'metéfora'. ¿Habrá un sorteo? ¿Estarán las palabras con su bolleto en la mano. esperando, nerviosas? ¿En la plaza del Lugar?¿Y qué pasará con el resto, con las palabras que nunca regresan? Pero, ¿qué estoy diciendo?, siempre vuelven, ¿no?
Díos mío.
……..
Si la envidia fuera tiña…
O. se levantó el día después de Reyes y descubrió que la palabra perdida ayer, mientras se despedía del paje del Rey Baltasar, no había regresado. Se inquietó. Sus palabras perdidas no acostumbraban a pasar la noche fuera.
-Pero, y, ¿cuál era?, ¿qué palabra era? -se desesperó Otilia mientras rescataba el diccionario de la Real Academia Española de la estantería.
-¿No pensarás que vas a encontrarla entre tantísimas letras? dijo Ambrosia, mirando de soslayo pero con desdén, porque siempre había considerado que los diccionarios eran un desperdicio.
-Tengo que encontrarla. ¿No lo entiendes? Ayer se escapó justo cuando estaba a punto de decírsela al paje.
-Ligar con el paje real, jesúsjesus, no sé dónde vas a llegar -dijo Ambrosia reconociendo en lo más recóndito de su ser que al igual que su amiga, también ella se había fijado en el trasero que remarcaban las mallas reales.
-Es posible que haya dejado un espacio vacío, un párrafo en blanco. Quiza se llevó consigo su definición y aparece el hueco en el diccionario y … -aseguró Otilia sin mucha convicción, mientras seguía pasando las páginas una a una.
-No sé a qué viene tanta tontería. Pues si no encuentras una palabra, usa otra, y santaspascuas. Tanto diccionario, tanta historia…No pensarás pasarte así el fin de semana… -continuó Ambrosia, que a estas alturas de la conversación preguntaba por preguntar, porque conocía a Otilia, y presentía que allí se quedaría buscando, el fin de semana, la semana, el mes, y lo que hiciera falta.
-Pero ¡es que no lo entiendes?, quizá se me olvidó decir: amor. O acaso no dije: vuelve. Estábamos abrazados, mirándonos embobados, con toda la magia de los reyes magos envolviéndonos. ¿y si la palabra que no dije, era la palabra crucial?
-¿Le pediste que te follara?
-Sí.
-Pues ya está.
-Cómo que ya está.
Otilia detuvo el dedo debajo de la palabra ‘ardor’’ y se quedó en silencio detrás de las pupilas de sus ojos.
-A buen entendedor, pocas palabras bastan - sentenció la prima con la satisfacción de quien lleva toda la vida buscando un contexto donde colocar la frase.
…………..
¡Me provocaste!
Bueno, ya ves: mi regalo de Reyes.
y un abrazo.
Pta: n qué decir tiene que me encantó tu texto.
Oh, amiga, muchas gracias por tu regalo. Muchas gracias por Otilia. Mira vos, la Otilia con el diccionario. Me ha hecho reír. Yo también estuve con él un buen cacho de horas, jajajaja. Un beso enorme. Yo tengo un Otilia, jo, qué bien.
ResponderEliminarSí, eso chicas, formemos un Club. El de las palabras perdidas, escondidas y rebeldes, las que salen de noche y se pierden por ahí... Ay, más voy más entran en la edad del pavo, ni puto caso me hacen.
BESOS y ABRAZOS
¡Una Otilia!Pedazo regalo, compostelana.
ResponderEliminarlas palabras que olvidamos son como los besos que no damos, las caricias que no damos,los... que no damos, las... que no damos... y así. Acaban en un cajón secreto a la espera De... ¿qué? Y tb son como la guagua que se te escapa y has de esperar a la siguiente con lo cual, llegas tarde y si llegas tarde...
Vamos, que ya no vuelven y pierden su valor. O algo así, no lo tengo claro porque se me han ido las que iba a decir.
un punto en el océano.
"... las palabras vienen sólo cuando pienso que ya no seré capaz de encontrarlas, en el momento de desesperación en que creo que ya nunca volverán a surgir. Cada día trae la misma batalla, el mismo vacío, el mismo deseo de olvidar y de no olvidar. Comienza siempre aquí, nunca en otro sitio que este límite donde el lápiz comienza a escribir. La historia nace y se detiene, sigue adelante y luego se pierde y, en medio de cada palabra, cuántos silencios, cuántas expresiones se escapan y desaparecen para no volver nunca más."
ResponderEliminarFragmento. Paul Auster. El país de las últimas cosas.
Con Freud habemos topado...
ResponderEliminarpor ahora me motiva más el fragmento de Paul (vamos a tutearlo un poco)
Yo, sin ser escritora, ni pretenderlo, y mirad lo que me pasa: voy conduciendo (casi siempre me ocurre en el coche) y de pronto empiezo a escribir una historia en mi mente. Las palabras salen alineadas, ordenadas, sabiendo quién es el sujeto y cual el predicado, adjetivo tras sustantivo, puntos y comas, frases y más frases. Empiezan en la cabeza, pero enseguida se apresuran a enfilar la boca, y cuento la historia en voz alta, me la cuento con tanta seguridad y precisión que ni siquiera me planteo que no pueda escribirla cuando tenga un boligráfo y papel. Sería imposible no escribirla después, cuando pueda.
Después no queda nada. Ni un recuerdo.
Si queda un recuerdo y lo escribo, resulta que no era eso.
La historia, con todas sus palabras, se ha perdido.
O quizá no.
Si hubiera ese lugar, el de las palabras perdidas, mis historias mentales estarían allí también.
O quizá no.
Quiza las historias que se nos pierden, simplemente se quedan en el aire esperando que algún aprendiz de escritor, o el mismo Paul, las recupere para sí mismo.
Eso explicaría tantas veces en las que creemos escribir al dictado. ¡No escribimos nosotras! ¡No es nuestra historia! ¡Somos medium de las historias perdidas!
El mundo sería un lugar en el que palabras, ideas, historias, pululan perdidas en busca de autor.
Jo.
O sea que los escritores serían simplemente ¿buenos cazadores de historias perdidas? Seres sensibles que captan lo que pasa por el aire, algo así como los perros que oyen y huelen cosas que el humano no llega a percibir. Sí... porque no.
ResponderEliminarCon el Freud este y su explicación, me parece que me volvería más rápidamente el nombre de soltera de mi tatarabuela que la palabra que buscaba. Me ha hecho reír a las carcajadas, por eso lo puse a pesar de la largura del texto, me perdonen. Pero la verdad es que me h relajado completamente. Sé que lo mío no tiene remedio, pero ya no me importa. Además ese viaje por los recuerdos, un poco absurdo, me pareció una magnífica manera de olvidarse del mundo, y de la realidad.
Es precioso el texto de Auster: más poético, más sentido, bello.
Me consuela pensar que no estoy sola en esto. Además tengo la suerte de que me gusten los diccionarios, consultarlos, hojearlos, perderme en ellos. Las palabras perdidas no volverán quizás, sino que descubro otras, bonitas que leo lentamente, repito varias veces, intento usar, y luego me las olvido. Y a recomenzar. Una cosa del texto de Otilia me llamó la atención, ya volveré con ésto. Un beso maja...
Inés
El coche... Cuántas historias nacen en él. Por eso es bueno tener una grabadora, lo malo es que nunca está cuando se la necesita. Yo creo que es mejor tener implantando un chip en el cerebro que se active cuando las historias comienzan a fraguarse, así no se perderían. Sólo bastaría con venir al ordenador y que el chip entrará en contacto con el disco duro del mismo y listo.
ResponderEliminarA mí se me perdieron muchos prólogos y algunas historias. Las palabras ya no sé si merecen la pena contarlas porque son más las que no están que las que sí.
El otro día le decía a una compañera:
-¿Sabes qué tengo lagunas mentales?, se me olvidan las cosas, nombres...
-Ah, bueno, eso me pasa a mí constantemente. Nunca recuerdo los nombres de las personas.
-no, no, eso no. Yo te digo palabras. Voy a decir algo y se me queda la mente en blanco, no sé qué iba a decir porque no tengo palabras.
Me miró con cara de "eso es grave..." Y como estaba en unos de esos momentos, de ausencias mentales, salté con otra cosa que ni pensaba:
-¿Y... en qué le afecta a tu marido no tener próstata?
Ella desayunaba, y sin levantar la cabeza me respondía.
-Pues que ya no la tiene.
-Sí, mujer, pero ¿le afecta en algo o es un órgano de adorno?
-Pues que ya no es estéril.
-¿Y qué tiene que ver una cosa con la otra?
-Que en la próstata se forma el semen.
-Pero si el semen tiene sus conductos y sus cosas...
-Sí, pero ahí manda la próstata.
-¿Me estás diciendo que la próstata en el hombre es lo que los ovarios en la mujer?
-Algo así
No me quedé convencida con la explicación, fuera cierta o falsa, y me propuse buscar todo lo referente a la próstata en internet, pero cuando llegué a casa ya no recordaba nada de eso; aunque sría más exacto decir que en con la última palabra que ella pronunció, yo ya había olvidado las mías.
Y ahora las he vuelto a recordar.
Pero sí, esas ausencias se repiten cada vez con mayor frecuencia. He pensando comentárselo a la médica, pero cuando sentada frente a ella, olvido,y además, ¿qué le podría decir si las palbras siempre huyen cuando las necesito?
un punto en el océano
Estas palabras... O no vienen y si lo hacen lo hacen mal. donde dice: "que ya no es estéril", es "que es estéril"
ResponderEliminarun . en el océano.