domingo, 18 de octubre de 2009

Radio, paraguas y fantasmas

Recién te vas y... tu me manques, mon chéri.






Por la noche, mientras preparaba la tortilla de papas que les serví a los chicos, prendí la radio que tengo en la cocina y sonó Richard Desjardins, ya era casualidad. Así, por el poder de la música, fantasma viajero mío, te sentaste junto a la mesa para esperar la comida, y más tarde, cuando yo también estaba sentada, empezamos a comer y me llegó una cancioncilla en segundo plano que, más fuerte que una magdalena, más fuerte que las risas de los chicos, de repente, me transportó a París durante los días de invierno a finales de los ochenta... nananánanana nánanananá, los chicos hablaban y hacían más payasadas aquí, pero yo ya estaba allá, lejos, y me vi en el departamento de la calle Vaugirard, recién llegada y universitaria de 25 años, uno de los tres pisos que tuve en seis años durante esa primera estadía. Me veo con ademán estudioso: se suponía que tenía que escribir una tésis de maestría y ponía la radio para ayudarme, evidentemente... Decía, pensaba que me inspiraba y me acompañaba mientras trabajaba. A la misma hora todos los días, France Inter pasaba, como una telenovela, la banda sonora de los Paraguas de Cherburgo, que nunca vi en pantalla pero sí oí con una atención digna de las mejores alumnas de la universidad de Jussieu: Paris XII, sucursal loca y tercemundista de la Sorbonne. Al principio, el programa me hacía reír por esa forma de hablar cantando de la peli, pero admito que me atrapó, rápidamente, me atrapó tanto que no pude más que poner la radio ansiosamente todos los días para escuchar el siguiente capítulo. Durante unos días viví al ritmo de los personajes y de la música de Demy y Legrand. Quería saber que iba a pasar y cómo, la imaginación volaba... Me encantó, me fascinó, me acostumbré a las voces que amé en esa época, lo digo: amé. Yo oí esa película como nadie. Además, no puedo pensar en la escritura de mi tésis sin tener el tonillo de nananá nanana, nananá nana.... que vuelve y vuelve a mi cabeza. Los Paraguas fueron para mí un momento íntimo entre un París solitario y yo, entre los estudios, la universidad y la biblioteca, entre el cielo y la calle, en mi pisito chiquito, sonaban todos los días mientras leía... 

Por primera vez, por la tecnología, pude ver las caras de los personajes que tanto imagine... Te lo mando, porque hoy sonó en la radio... y vos estás en París... y aunque no llueva, y no sea Cherburgo, te echo de menos. Ahí van... nananánananananánana... uf.... Escucha a Liza, ella sabe...








2 comentarios:

  1. Es dificil estar aqui y evitar la intensidad de tu presencia. Es necesario hacer un mapa de calles prohibidas, plazas vedadas, riberas sin bamboleos y pretiles sin muslos. Armado de coraje y de hambre baje por la Avenida de Italia, torci al este por Tolbiac y me dispuse a conquistar el barrio chino despues de un parentesis con vino y aceitunas. Para mi satisfaccion, los chinos parisinos han conservado el arte antiguo de las berenjenas cocinadas a la manera de Szechuan.

    Hoy el dia amanecio con paraguas y hasta Marlon Brando se ha tomado un descanso y ha dejado de dar la murga frente a mi ventana con sus gritos desesperados bajo las vias al paso del metro. Manana caere en la tentacion del Marais e ire a perderme en una fotografia por la Plaza de los Vosgos. Hay un vestido negro en el aire.

    Con un beso,

    a.v.

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