domingo, 15 de mayo de 2016

Agoraphobie

1.


Je trace des lignes imaginaires dans les rues de Montréal ; les yeux froncés, mi-clos, je dessine des chemins traversant des passages mille fois empruntés et recréés, ici, maintenant, dans cet abri rance qui sent un hiver précoceJe fais littéralement apparaitre des lieux vus, et corrigés par une mémoire qui se veut visuelle mais qui en réalité est sensorielle. Je défriche la ville à travers les souvenirs. J’anticipe les carrefours mais aussi l’effort des muscles,  le vent sur mon corpsoh ce vent qui grise, la poitrine qui vit au rythme d’un cœur peureux qui bat trop fortqui se soulève puis redescendDebout, le vélo enfourché entre les jambes, la vue perdue au loin, je suis prête, et Montréal est devant moi étendue et familière.  Tournent les feuilles de novembre autour de mes pieds. 


viernes, 1 de abril de 2016

Carta a ni primo Juan , 15 días después de la muerte de mi madre.

Juan,

Tenía tantas ganas de verte, Juan, hablar con vos, pasar una tarde, como lo hicimos hace tres años en tu casa o fuera por esa plaza tuya. Verla a Marcela, a tu hija. No fue posible. El velatorio fue una locura, en realidad toda mi estadía en Tucumán fue precipitada y ocupada. Me sentía, el primer de mayo, sobre una nube sin poder conectar con la realidad, en parte por el cansancio y por la intensidad de lo que estaba viviendo. Fue volver a verlos todos, de golpe, gente que quiero sin saber por qué desde hace mucho (un cariño viejo, ¿ancestral?) y no poder alegrarme, la hora era solemne, aunque sí, alegrarse y estar triste al mismo tiempo. Rodeada de todos ustedes, me sentí apoyada, más segura. Pasaron caras y gente por mi alrededor, todos teníamos en común la pena, la gran tristeza de haberla querido tanto.
Todavía me cuesta creer a la desaparición de mi madre y eso a pesar de haberla visto en la morgue, más que muerta, irreconocible por la inexpresión de su cara y cuerpo. Había una distancia con la vida. Mi primer muerto. Todos los míos se murieron mientras estaba lejos, fuera, allá. A mi mamá, la toqué, con vida y luego sin. Siento, por supuesto no haber podido hablar con ella, ni saber si estaba del todo consciente; le hubiese querido decir que la quería, no se lo dije, o pedirle perdón, tampoco lo hice. No quise hacerlo entonces porque por un instante, pensé que estaría bien. Se recuperaría. Creí que había tiempo.
Tenía con ella una relación de hija mayor: la que se hacía cargo de las cosas. La que resolvía los problemas, la que la tranquilizaba con respecto a todo lo que le asustaba: lo prosaico. También conversábamos mucho, todos los días. Uno pierde tanto cuando uno pierde a su mamá. Un punto de anclaje, una mirada, un aliado indefectible. La quería y la admiraba. Sé que lo sospechaba, pero me hubiera ayudado poder decírselo. En hija mayor me porté. Me ayudó deber hacer cosas, papeles, correr por las mañanas laborales cortas de Tucumán (que ya cierran para la siesta) y resolver trámites administrativos. Run, Inés, run, como esa película alemana, correr sin respirar, llegar, cambiar, comprar, terminar. Casi no he comido, en días que estuve allá. No hubo oportunidad. Salvo ese domingo loco en el cual se festejó los 90 años de mi tía Nené, hermana mayor de mi padre. Irreal, todo fue tan raro.
Y luego la pregunta de todos: qué pasará con la Mari. No sé qué pasará con la Mari. Este viaje tenía por fin de darles más espacio a las dos. Vivían reclusas en un departamento chico, peleándose, Mari llorando, o gritándole, o ignorándola. La relación complicada y la preocupación que sentía mi madre por su hija menor le daba mucha angustia. Me decía que se sentía realmente mal, deprimida. Me aseguraba que ya no daba más. Testigo del desmejoro de mi madre, yo me desesperaba, no sabía cómo solucionar la situación. Mari que solo piensa en Mari. Mari que repartía muebles en el departamento, diciendo cuando te mueras esto será mío, y aquello también. Mis hermanas tienen mucho, y yo nada. Mamá sentía una pena infinita por la María Justa. Yo, no tanto. Intrigante, solamente ocupada en pensar en ella, redibuja el pasado como le conviene. Mamá no quería ir a la Argentina… Mamá decía que no le gustaba esto o aquello, ¿mamá o vos, Mari? Da igual, ahora es la dueña de los pensamientos de mi madre. Y quiere ser la dueña de la vida de mi madre.
Mamá tenía un bien en Tucumán. Un departamento sobre la calle San Juan al 400. Por ser todo muy complicado, María Laura tenía un poder para solucionar un juicio en escrituración. Ahora tenemos que seguir con un juicio en sucesión. Mari cobró el alquiler del mes de mayo. Está en Tucumán hasta el 8 de junio. Luego tendrá que encontrarse un lugar donde vivir. Lo que quiero yo y creo que también Paulina, es no tener que ver con Mariju. Sería largo explicar hasta qué punto llegamos mamá y yo con el respecto. La ayudamos mucho. Hicimos lo que pudimos. No funcionó. Admito derrota y deseo protegerme. Se me pasará la rabia. Lo sé. Sin embargo, la situación de la que fui testigo queda grabada en mi memoria. Manipuladora, víctima, llena de dificultades y problemas psicológicos, roba miente se saca el pelo, entre otras cosas, debería ingresar en una clínica quizás. No sé. En fin, me pone los pelos de punta pensar en eso. Y yo, todavía no he llorado a mi madre. Todavía no me lo puedo creer.

Te mando un abrazo, Juan


Inés