viernes, 23 de abril de 2021

Celeste el cielo, celeste el mar

 


Imperceptiblemente, el color celeste se inmiscuyó entre mis cosas, metiéndose en la ropa, un trapo a la vez.  No es un color que use habitualmente. Ni mucho menos. Me gustan los colores oscuros propios a mi generación (pre punk, casi punk y post punk). Colores saturados, opacos, sobrios. Me gusta el color gris elegante y fino, el negro ‘incontournable'; el verde oscuro, verde bosque; también el color burdeos, rico, vibrante, profundo. Sin embargo, necesitando luz después de un invierno largo y encerrado me probé un suéter celeste y sin que lo quisiera, tuve que admitir que mi cara resplandecía, el pelo oscuro resaltaba con ese color pastel y totalmente extraño para mí. Pasa una vez, pensé. Pero un par de zapatos cómodos integraron la colección de zapatillas para caminar. Los más acolchonados son los celestes. Los que encuentro sin buscar. Hay más, un par de pantalones gris y celeste vinieron revolucionar los ineludibles pantalones negros.   Resulta que esta mañana, debo darme cuenta que entre casi toda mi ropa, el color que domina es el azul cielo. Qué me estará pasando en la vejez? Con que no termine con babero rosa, todo bien.

domingo, 11 de abril de 2021

Paredón

 

Tras una larga bajada hacia el canal, hago luego unos kilómetros más hasta Lachine,  hacia el oeste de la isla, el parque de las estatuas, sin pensar, pedaleando como lo hago todos los días, mi circuito habitual. Ensimismada.  Lo hago porque no paro de pedalear, no hay coches, no hay obstáculos ni semáforos . No hay casi nadie. Me gusta salir por la hora y media que me exige el recorrido y llego a casa después de subir  tres cuestas: me siento como una heroína. Hoy sin embargo, hubo un cambio al programa. Estos días por el calor y el sol hay mucha gente en mi camino. Vieron como lo hice mío. Es mi circuito. No suele haber nunca nadie y estos días por ser primavera, se amontonan los ciclistas. Algunos con todos el  tralalá, pantalones cortos de latex, gafas negras, zapatos especiales. También familias.  Suspiro, no importa, no tengo prisa, disfruto del recorrido y ya está. Algo sin embargo me llama la atención. La gente que llegaba en dirección opuesta parecía exasperada, cansada. Me imaginé que era gente que salía solo los domingos. Me sentí fuerte, en control, pedaleando con facilidad y pensando que mi entrenamiento me servía para no sufrir. Pero estaba equivocada. Llegué al parque René-Lévesque, di una vuelta para regresar al este. Y me doy cuenta que sopla el viento. Un viento fuerte, ruidoso, forzudo. Un viento que me obligó a luchar, trabajar, que me pareció incómodo, desagradable.  Nunca me había tocado viento más fuerte. Me dolían las rodillas del esfuerzo. Tuve que pedalear con rabia contra una pared antipática. Recordé mis vanidosas suposiciones de buena forma, recordé esa sonrisa presuntuosa que les mandé a mis compadres ciclistas, y seguí pedaleando en silencio concentrada con ganas de llegar a casa.

MH

 Boca que arrastra mi boca:

boca que me has arrastrado:

boca que vienes de lejos

a iluminarme de rayos.


Alba que das a mis noches

un resplandor rojo y blanco.

Boca poblada de bocas:

pájaro lleno de pájaros.

Canción que vuelve las alas

hacia arriba y hacia abajo.

Muerte reducida a besos,

a sed de morir despacio,

das a la grama sangrante

dos fúlgidos aletazos.

El labio de arriba el cielo

y la tierra el otro labio.


Beso que rueda en la sombra:

beso que viene rodando

desde el primer cementerio

hasta los últimos astros.

Astro que tiene tu boca

enmudecido y cerrado

hasta que un roce celeste

hace que vibren sus párpados.


Beso que va a un porvenir

de muchachas y muchachos,

que no dejarán desiertos

ni las calles ni los campos.


¡Cuánta boca enterrada,

sin boca, desenterramos!


Beso en tu boca por ellos,

brindo en tu boca por tantos

que cayeron sobre el vino

de los amorosos vasos.

Hoy son recuerdos, recuerdos,

besos distantes y amargos.


Hundo en tu boca mi vida,

oigo rumores de espacios,

y el infinito parece

que sobre mí se ha volcado.


He de volverte a besar,

he de volver, hundo, caigo,

mientras descienden los siglos

hacia los hondos barrancos

como una febril nevada

de besos y enamorados.


Boca que desenterraste

el amanecer más claro

con tu lengua. Tres palabras,

tres fuegos has heredado:

vida, muerte, amor. Ahí quedan

escritos sobre tus labios.