Imperceptiblemente,
el color celeste se inmiscuyó entre mis cosas, metiéndose en la ropa, un trapo
a la vez. No es un color que use
habitualmente. Ni mucho menos. Me gustan los colores oscuros propios a mi
generación (pre punk, casi punk y post punk). Colores saturados, opacos, sobrios. Me gusta
el color gris elegante y fino, el negro ‘incontournable'; el verde
oscuro, verde bosque; también el color burdeos, rico, vibrante, profundo. Sin
embargo, necesitando luz después de un invierno largo y encerrado me probé un suéter
celeste y sin que lo quisiera, tuve que admitir que mi cara resplandecía, el
pelo oscuro resaltaba con ese color pastel y totalmente extraño para mí. Pasa
una vez, pensé. Pero un par de zapatos cómodos integraron la colección de
zapatillas para caminar. Los más acolchonados son los celestes. Los que
encuentro sin buscar. Hay más, un par de pantalones gris y celeste vinieron revolucionar
los ineludibles pantalones negros. Resulta que esta mañana, debo darme cuenta que entre casi toda mi ropa, el color que domina es el azul cielo. Qué me estará pasando en la vejez? Con que
no termine con babero rosa, todo bien.
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