Cerraron las milongas. Se acabó el tango de momento. Nuevamente, estamos acorralados por el maldito bicho. Me senté en la compu buscando un airecito que rondaba por la cabeza y oí este de Troilo y letra de Ernesto Sábato. Me pilló desprevenida y me hizo pensar muy fuerte en un amigo. Se lo dedico.
He vuelto a aquel banco del Parque Lezama.
Lo mismo que entonces se oye en la noche
la sorda sirena de un barco lejano.
Mis ojos nublados te buscan en vano.
Ahora, tan sólo, la bruma de otoño,
un viejo que duerme, las hojas caídas.
El tiempo y la lluvia, el viento y la muerte
ya todo llevaron, ya nada dejaron.
Qué siga la fiesta, aunque solo en la cabeza.
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