[...] Nos vimos un año entero, cuando pudimos, sin alterar nuestras vidas, fuera del mundo, en un espacio íntimo, sin ruido ni palabras. Un año en el que también pude observar tus gestos, comer tu pan del domingo, salir por tus recorridos a la orilla de tu río, el agua que te es tan necesaria para vivir; en el que compartimos películas de tu infancia, muchas fenomenales. Un año en el que vos me esperaste que regrese de la milonga a la hora que se me ocurra, sin reproches, sin preguntas, tuviste que adaptarte a mis horarios y actividades de hiperactiva de las cuales estabas excluido. Nunca hubo obligaciones, reproches o peleas, solo cariño.
[...] Cuando pusiste sobre mis hombros, de un gesto controlado y seguro, el abrigo que me protegería del frío, sobre ese banco frente al río, enseguida he sentido una onda de algo indefinible que me atraería siempre hacia vos. Esa primera vez, caminamos un rato largo como si nos conociéramos de hace mucho tiempo. Un mes de octubre fresco después de días veraniegos, nos tocó poca suerte. Pensé en algún momento que podría ser tu olor, tu piel, tu forma de mirarme, tus silencios, tu tranquilidad. Creo ahora que era la sospecha de un entendimiento de nuestros cuerpos. Hablaron antes de que nosotros nos acercáramos el uno del otro.
[...] Viví una situación esquizofrénica. Sentí un cambio entre nosotros. Me asusté. Así que lo finalicé abruptamente, sin explicaciones. Los finales son injustos, crueles, como éste que te impuse. Vive en mí esa ternura, ese hechizo: te adoré, como mujer, pero nunca pude comprometerme con la persona social, no pude ser tu compañera. ¿Será posible ese desdoblamiento?
[...]V., sos lindo, te veo más allá de vos, te siento en lo profundo. Me conmueves, enterneces. No sé explicarlo.
[...]En nuestro mundo post pandémico, donde descubrimos divisiones fuertes, ideas incompatibles, discordia, se reveló que demasiadas cosas nos separaban. Y por más que me justificara pensando que lo nuestro, una situación algo rara, --duraría lo que duraría, por qué preocuparse, por qué impedirse vivir algo bonito, ¿en nombre de qué? Adultos, casi viejos, libres y dispuestos. Éramos amantes, punto, ¿cuál es? --sabía que habría que terminarlo. Tenemos visiones del mundo irreconciliables a pesar del cariño, y auque esté acostumbrada a que no piensen como yo, hubo más, quizás una forma de encarar la vida.
[...] Te vi el otro día, me miraste. Te acercaste y me hiciste bailar (vos que no bailabas conmigo cuando estábamos juntos, nunca quisiste acompañarme a la milonga). También vi tu enojo, tu inquina. Sin embargo, cuerpo a cuerpo, el entendimiento sigue, late, respira, eso quedará entre nosotros, siempre. Es más, existe una adecuación natural. Me alejé después de la tanda, me miraste partir. Ya no se puede…
[...] De esa complicidad inmediata más allá de las palabras --que nunca fueron muchas--nació una inmensa ternura. Por ella, nació también el respeto de nuestras diferencias y hay que decirlo, una reserva prudente: se nos ocurrió que los naipes que se iban armando cuidadosamente en una edificación frágil podría derrumbarse en cualquier momento : lo nuestro fue cuerpos compatibles más que nada. Tacto, olfato, oído, vista, gusto, ternura, sí, ternura, pero ésta no basta. Fuimos cuidadosos el uno con el otro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario