Hoy vas a entrar en mi pasado, y hoy nuevas sendas
tomaremos …
¡Qué grande ha sido nuestro amor! y, sin embargo, ¡ay!
Mira lo que quedó…
Soy un soldado con cerebro de general. Una parte sigue
órdenes, y la otra exige resultados, sin considerar obstáculos. Ahí estuve
metida entre los montes vascos, laderas hermosas, queriendo terminar el andar
que me había propuesto. De un pueblo al otro. Sí, mi general. Hay que llegar
antes de las dos. Sí, mi general. Aprendiendo a subir cuestas escarpadas y
dirigirme metódicamente por los caminos indicados por la flecha amarilla, por
la concha compostelana. Avanzando, mi general. Un paso tras el otro. Hora tras
hora. Concentrada en mi respiración. De vez en cuando resoplando del esfuerzo,
otras demandando que mis piernas no me fallen, reclamando rendimiento.
¿Y el amor? El gozar, el disfrutar, el pensar, el
soñar. Nada, mi general. Avanzando fui
de una etapa a la otra. ¿Qué me pasó? ¿Dónde se cruzaron los hilos del amor al
camino, al caminar? No sé. Hice una expedición, una peregrinación que fue
difícil exigente larga. Quería llegar a Santiago, y desde el primer día tuve
miedo de no poder lograrlo, no sé bien por qué.
El amor
Hubo amor, mucho amor. Mis ojos, mi corazón todo vibró
muchas veces por la belleza total de mi entorno. Bosques embriagantes de
eucaliptos dando sombra en días de verano, vistas asombrosas apareciendo entre
dos curvas: el paisaje me dejó muchas veces muda de lo bello, de lo
maravilloso, de lo majestuoso. No hay palabras que puedan traducir la emoción
que sentí. Me encontré con un hombre en el camino subiendo como de nada, en mi tercer
día, día en el que sufría de la complexidad del camino. Me paré, respiré, casi
lloré de emoción. Y le dije al hombre: pero ¡qué jodidamente hermoso es este
país!, y me dijo, mire hacia la derecha cuando suba un poquito más, y verá, … y
entre los verdes, apareció el mar. Jodidamente hermoso, no hay más que decir.
Hubo poesía, una guitarra, dos que se juntaron en un
albergue y peregrinos cantando hasta que caiga la tarde, también momentos
tiernos de ayuda y de amistad regalada entre peregrinos encontrados al azar, Martina,
esa checa tan generosa que se propuso caminar conmigo a buscar un teléfono
olvidado cargando en un café; momentos sorprendentes o más bien insólitos como
esa casita a unos cuatro kilómetros de Orio donde una secta, o como la llamaban
ellos, una comunidad religiosa, extrañísima y a pesar de todo amabilísima, me
cuidó, me dio de comer, una cama ya que no podía caminar por una tendinitis de
la rodilla. Entre los Amish y los New born Christians y otra que alguna secta
judía, esta gente no hizo proselitismo, sino que nos invitaron a una ceremonia
para asistir a sus cantos y bailes. Ahí la conocí a María con la que caminé
hacia Orio y que me ayudó. Entretenida y graciosa, me cayó de lo más bien. Un
lindo recuerdo. Hubo momentos de satisfacción intensos: un día de mucho caminar
y de llegar sentarse en un café y tomarse una caña fresca y poder disfrutar en
toda tranquilidad de un momento de verano. Hubo los españoles de verano, afuera
y de fiesta, todo el tiempo de fiesta, juntándose para celebrar las vacaciones.
Conciertos hasta las seis de la mañana, gente gritando y cantando por las
ciudades hasta que despunte el día. Qué pueblo. Qué energía. Qué tolerancia. Me
quedé fascinada.
Hubo reencuentros, en Gijón cuidad que me encantó, Gijón
que me enamoró, con mi amiga Rosa. Muy feliz estábamos de vernos nuevamente. Ahí
me sentí en casa. Hubo Bilbao transformada, rejuvenecida y fabulosamente
restaurada: bella. Aquí al comentarle a mi prima, me escribió: ¡¡Qué lindo!! Bilbao es un milagro, era una ciudad fea y muy
industrial, pero decidieron rescatarla y embellecerla. El 19 de mayo de 2010,
la ciudad de Bilbao fue reconocida con el premio Lee Kuan Yew World City Prize,
otorgado por la ciudad estado de Singapur. Considerado el Nobel del urbanismo,
fue entregado el 29 de junio de 2010. El 7 de enero de 2013, su alcalde, Iñaki
Azkuna, recibió el Premio Alcalde del Mundo correspondiente a 2012 que otorga
cada dos años la fundación británica The City Mayors Foundation, en
reconocimiento a la transformación urbana experimentada por la capital vizcaína
desde la década de 1990. El 8 de noviembre de 2017, Bilbao fue elegida la Mejor
Ciudad Europea 2018 en los premios The Urbanism Awards 2018, que otorga la
organización internacional The Academy of Urbanism. Bilbao es un gran ejemplo.
Gernika donde pude descansar. Hubo momentos de alegría, en Santiago, esa mañana
en Santiago, pero el viaje me costó, lo admito.
Pesar
Haberme equivocado de camino desde un puto principio
pesó, subir y bajar montes incansablemente pesó. La preocupación de no encontrar albergue de
una etapa a la otra sobre todo en Cantabria pesó. Muchas veces no estar sola
pesó. Algunos domingos donde todo estaba cerrado y no había comida pesaron. Hubo
albergues sórdidos, momentos sórdidos. Muchos momentos en el que me dije, no, ¡pero
qué carajo estoy haciendo aquí! Tengo amigos, tengo una buena vida, por qué
estar aquí cuando podría caminar en cualquier lugar. Campos de maíz y más
campos de maíz. Asfalto y más asfalto. Tener que caminar seis horas sobre
carreteras fue casi insoportable. Vivir en comunidad no elegida como en un campamento,
los albergues con baños sin agua caliente, sin sábanas, pensar de vez en cuando:
¿para qué estás haciendo esto? No me gustan las colonias de vacaciones y este
viaje por partes me pareció a eso, una colonia… Quería caminar en España y
descubrir a los españoles, pero los peregrinos eran italianos, alemanes,
checos, franceses y todos hablaban inglés para entenderse entre ellos. Trabajo desde hace 25 años con inmigrantes del
mundo entero. Supongo que no me impresiona la mezcla de culturas. Es mi
cotidiano. Las conversaciones previsibles entre los peregrinos a las cuales yo
también participé, ¿cuántos kilómetros hoy? ¿Tienes reserva, encontraste
albergue? Entre competición y recelo, curiosidad y envidia. Por favor, siempre
las mismas cosas. La falta de experiencia pesó. Mi mal carácter pesó, esa falta
de contemporización. Siempre tan tozuda, tan preocupada por la meta. Sin poder
disfrutar. Creo que el viaje me superó. Lo haría diferentemente, sí.
Dolor
Fue el primer día, con mi entusiasmo, mis ganas, mi
esfuerzo, que me lesioné. Matías el alemán acompañándome por el monte Jaizkibel
donde me había perdido yendo a Pasaia, primera etapa del viaje, había salido
del norte de Alemania y me contaba como cuando era la RDA solo podían ir a
veranear en Checoslovaquia y ahí desde pequeño con su padre hacían senderismo.
O sea que este hombre que había salido de hacía más de dos meses de su casa era
experto en andar por los montes, y por su ritmo me impuso su cadencia. Yo soy
un soldado y caminé, soy también un general, había que llegar con tiempo.
Objetivo Donostia. Al llegar a las nueve y media de la mañana a Pasaia,
panorama escandalosamente bello, tuvimos que bajar una cantidad importante de
escalones. Y ahí, primer día de viaje, me di cuenta de que no podía por un
dolor sordo e intenso a un ligamento sobre el lado lateral de la pierna entre
la rodilla y el muslo. Imposible bajar. Sufrí horrores sin abrir la boca de la
vergüenza. Comimos un pinxo y Matías y su ritmo siguió hasta San Sebastián. Yo
pensé quedarme en Pasaia, pero me decidí como una tonta en seguir total eran
solo 10 kilómetros que recorrer. El dolor de la pierna se intensificó en
particular bajando y bajando los últimos cinco kilómetros que me separaban de
la ciudad. Ese dolor me seguiría unos diez días y solo lo pude soportar por el
Ibuprofeno y luego algo más fuerte que tomé religiosamente. Seguí mi camino,
pero sufrí. En Gernika fui a ver a un farmacéutico para pedir ayuda y alivio.
Me dio un producto para la pierna, una crema, y drogas potentes. Esas sí
funcionaron. Poco a poco fue disminuyendo el dolor y paré de tomar las drogas,
me parece que fue en Portugalete, ese día pude bajar un escalón sin llorar.
A mediados del camino, los pies. De incomodidad al
dolor fueron poco días. La última parte del camino serían los pies que me
causarían dolor, dolor y más dolor. Pensé en cambiar de zapatos, no tuve la
disponibilidad de espíritu para hacerlo. Los almacenes me cansan, tener que
perderse en una gran ciudad para buscar zapatillas, uf. No, seguí pensando que
mejoraría el dolor. Y sí hubo días en que dolía menos y otros más. Haría las
cosas diferentemente: por supuesto. Sin ninguna duda.
Belleza del camino, tozudez de la caminante al querer
completar cada etapa y a la que se le olvidó de gozar. Dolor de pierna, de
pies, tozudez de la caminante que no quiso parar. Me fui a la playa una vez. En
Cantabria no dormí donde quise sino donde pude y eso ensombreció a veces el
camino. Cuando llegué al camino francés en Arzúa, cuanto lo disfruté… Fue una
experiencia única, fueron muchos kilómetros recorridos. Fue sorprenderme a mi
misma por haber hecho lo que no sabía hacer, subir y bajar. Un camino es único
y a cada uno el suyo. El mío fue raro, pero fue y estoy feliz de haberlo hecho.
Lindo. Tu m’as impressionné, Néné.
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