Pasa el ómnibus por la calle Victoria temprano y vibran un poco las arañas encima del escritorio; se levantan mis vecinas, se apuran antes de salir a trabajar y retiembla el cielorraso, las paredes, pum, pum, pum, resuenan los pasos de un lado para el otro. Los chicos detrás de la casa, en la callejuela: juegan, gritan, se llaman; los camiones con el choque de las puertas que se abren, el pito de la marcha atrás, los autos y sus bocinas al trabarse automáticamente las puertas, algún adolescente voceando mientras persigue a un amigo. Las sirenas. Todo vive y se agita. Sonidos urbanos. Todo afuera, mi casa por dentro es silenciosa, apenas rumorea el ronroneo de la máquina de lavar. Donde vivo: un largo pasillo, largo, largo, las habitaciones para el lado derecho, diseño típico de las construcciones de las casas montrealenses, los duplex, como se los llama aquí, son dos casas independientes, a veces tres, una encima de la otra, y esta estructura de casa citadina se desarrolló por mi barrio a mediados del siglo XIX. Un salón, una sala comedor, los cuartos, y se termina en la cocina que da sobre la callejuela y, en mi caso, al sol, todo el sol está concentrado ahí.
-No dejes la bicicleta delante de la casa, Benja
-Mamá, entro y salgo en un pis-pas.
-No, hijo, no se puede.
-¿Por qué? No exageres, mamá, no me la van a robar.
Un hombre pasando con su perro nos mira y nos dice bien alto : oh, sí, sí, aquí se roban bicicletas. Cuidado joven, ten mucho cuidado. Todo parece tan tranquilo, pero desaparecen: es un hecho conocido. Se da vuelta un chico de diecisiete años apoyado sobre un auto un poco más lejos, esperando vaya uno a saber qué, y agrega indignado: a mí me han robado dos, en Montreal se afanan más bicicletas que en cualquier otra ciudad de Norteamérica, es nuestra especialidad. Dos, repite entristecido. Me doy vuelta y el que ha desaparecido es Benja, con su bicicleta, esfumado a toda velocidad por las veredas de la ciudad: vaya, pienso ¡qué cosas!
Estamos en el centro, en plena ciudad. Sí, vida urbana después de siete años en el casi campo de un suburbio de París, pero los chicos van aprendiendo bien rapidito a despabilarse, y mientras busco a mi hijo con la mirada pasa a toda velocidad el 124, el ómnibus de la calle Victoria, y desde el escritorio tintinean las arañas de la casa.
sábado, 6 de septiembre de 2008
Sábado a la mañana, en Montreal
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¿Qué son "lustres de la casa" en tu bonita semblanza montrealina?
ResponderEliminarSaludos desde Colonia
HjV
Entró tu mensaje y justo me estaba preguntando si lustres era un palabra en español. Jajaja, ahora me fijaré. Las arañas, dice el diccionario. Ay, che, tendría que controlar mis dudas antes de publicarlas. Candil, araña, lámparas... Ah, ya lo cambio, gracias Jorge, un saludo para vos. Merci beaucoup.
ResponderEliminarInés
¿Arañas encandiladas en una lámpara? ¿Por qué no pasás un trapo, piba?
ResponderEliminarGracias por tu 'traducción'.
Saludos coloneses
HjV
Un reflejo muy bien escrito de tu nueva vida.
ResponderEliminarAbres una ventana aquí, en este espacio, por la que nosotros nos asomamos y vemos con toda claridad la escena, pulcramente nítida y significativa. El milagro no está en los sitios, está en tus ojos: Saint Germain era tan mágico como lo va siendo Montreal ¿por qué será?
Porque vistes de encanto las ciudades.
Un recuerdo cariñoso para ti y tu familia.
La ordenacion espacial de la materia no ocurre de acuerdo a las leyes del azar. Segun las cosmogonias orientales el Universo es simetrico en sus lineas de fuerza y en sus sombras, siendo la simetria equilibrio y uno de los atributos de la belleza. Asimismo, el cuerpo humano es simetrico en su exterior pero la distribucion interna de las visceras responde a razones de eficacia functional reguladas por la dictadura de los genes; el corazon se situa a la izquierda, como el bazo, y el higado a la derecha, y cuando esta distribucion se altera resulta en malformaciones incompatibles con la vida. El desarrollo embrionario responde a un programa genetico que reconoce la disposicion espacial de izquierda y derecha a lo largo de un eje, sacrificando asi la belleza clasica en beneficio de la vida. Ser zurdo y la percepcion espacial del este y el oeste, si es que el norte esta arriba, lo cual es discutible, responde tambien a un fatalismo genetico, como quiere demostrar Amar Klar, un biologo indio que intenta encontrar el sustrato genetico de los zocatos y la percepcion de la izquierda y la derecha en el cosmos. Y esto nos lleva a tu percepcion del espacio fisico que te rodea, mujer zurda y completamente desorientada. Tu casa montrealense es un pasillo (cierto), silenciosa (muy cierto), acogedora (irrefutable), pero tiene las habitaciones a la izquierda. Tengo para mi que es cosa segura tomar la direccion contraria a la que indicas cuando se trata de encontrar un restaurante, una estacion o una muralla. El error promete un camino largo, placentero, con parques, artilleria y estrellas frente al San Lorenzo.
ResponderEliminarTome el avion con un olor de treboles que no me abandona. Es una marea de mole, vodka y bicicletas. A la izquierda esta el corazon, por fuera esta la simetria que determina tu centro: ojos, pechos, muslos. Y la cama a la izquierda.
a.v.