Cortina de brim caipora,
Com teia caranguejeira
E enfeite ruim de caipira,
Fale fala brasileira
Que você enxerga bonito
Tanta luz nesta capoeira
Tal-e-qual numa gupiara.
Mário de Andrade, (Lundu do escritor difícil)
Pensamos a menudo en nuestra baiana preferida que se quedó en París, dejándonos huérfanos de su sonrisa y su voz por la casa, cuando cantaba a toda hora del día; una garota de ojos negros, movimientos rápidos y presencia discreta. Adriana es energía y timidez al mismo tiempo, con un cariño por nosotros que salía torpe y a borbotones. Una sombra veloz que llegaba cargando sobre su cuerpo menudo un montón de libros de la universidad y que nos saludaba risueña: oi, oi, minha gente, como foi o dia; Inês, se vai poder me ajudar com o trabalho de inglés? antes de desaparecer a su cuarto donde coexistía música y televisión, calor y sombra. Era también un idioma suave y melódico, todos los días, que se evaporó y que extraño de una manera sorprendente, y que ahora solo encuentro en algunas canciones agridulces. Su presencia era el contrapeso que me aligeraba la existencia. Era mi hija mayor--como si la vida se hubiera extraviado entre Argentina y Europa--, una chica que se sintió en mi casa como en su casa, porque fue su casa, cambiando los muebles de sitio cuando se le antojaba, re-acomodando los cajones de la cocina, "Adriana o qué que você fiz com os talheres ? Meu Deus menina, você e sua manía de mexer com a cozinha!", talando la enredadera que cubría la pared y llegaba hasta la ventana del cuarto de los chicos, pero con jeitos tan capaces que todo con ella parecía fácil, una hija agregada durante cinco años, cómplice de Emilia y golera predilecta de los varones. La echamos de menos, sí, mucho, pero nosotros sabemos qué tienen las bahianas, ¡eh!
Tem graça como ninguém.
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