viernes, 9 de enero de 2009

Il neige, amour

Tengo un sueño recurrente: estoy durmiendo y me tengo que despertar. Mi cabeza funciona ya en la realidad pero no puedo abrir los ojos, y todo lo siento, lo oigo, lo huelo y, diría, lo intuyo, pero a pesar del esfuerzo enorme que hago no puedo ver, me tiemblan los párpados, se niegan a abrirse, y lucho. "Ya se abrirán, falta poco, ¿qué me pasa?", pienso en el sueño, qué raro porque ya estoy hablando y pensando. Y luego despierto. El libro de Elías Canetti, Auto de fe, me lo recordó. Todos los personajes son ciegos, una ceguera generalizada. Como en mi sueño, no ven, viven en un mundo sin salir de sí mismos, imaginándose la vida detrás de párpados cerrados. Un libro brillante, dramáticamente cómico, una locura excéntrica y delirante. Maravilloso. He comenzado el año pensando en lo que te había podido gustar del libro en tu juventud: será su lado quijotesco, le tienes debilidad al Quijote y a su mundo; Kien, el personaje principal, flaco, alto, sale a caminar, no monta su rocinante, pero bien hubiera podido, choca contra un hombre que apenas percibe y lo incomoda, ni siquiera se da cuenta de que es él quien lo empujó, jamás podrá abrir los ojos, ¿para qué? Vive en otro mundo, el mundo de su majestuosa biblioteca, la mayor biblioteca privada del país, y así se suceden fábulas delirantes, personajes pintorescos, grotescos, terribles que se cruzan y nunca se ven. Yo sí los abro, veo y vivo en la realidad, esa que niegan todos en Auto de fe, vivo también el amor, ¿te diste cuenta como en el libro el amor no existe? Es destrucción, ceguera, vicio, violencia, impulsos nefastos... Para mí el amor desde diciembre es blanco, fresco y abundante, como la nieve que me rodea. Tanta nieve, amor, tanta nieve que el camino ya no es un camino, el país es invierno, eso lo dice el poeta, un poeta de aquí que no puede más que hablar de invierno y blancura, espacios extensos sin límites ni frontera. La nieve lo cubre todo, se vuelve la realidad más constante, más sólida de la vida; para salvaguardar lo humano aquí hay que saber dominar el invierno, ser más humano, más cálido, más fuerte, más todo, con vehemencia, con ardor, con coraje. La vida es una aventura cotidiana, salir requiere decisión, luchar, otra vez. Un paseo corto desde mi casa hasta un restaurante ruso, se vuelve una excursión, con copos copiosos, ligeros, nos tornan el camino intrépido. Caminar los dos, rodeados de un mundo al revés, solitario y enajenado, propicio a nuestro ritmo, sentarse en ese local vacío y tomarnos una copita de vodka, comer como si no hubiera mañana y mirarse a la luz extraordinaria de la nieve, es ser feliz. Ah, cómo deslumbra la nieve. Yo no soy ciega, si acaso en sueños, pero estoy deslumbrada. Casi da vértigo, pero este vértigo, con su fuerza insoportable, es una delicia infinita. Así como el amor, desesperantemente intenso, injusto, y formidable. Yo aquí en invierno estoy feliz, en la nieve. Sin embargo, la nieve no es mi país, no, mi país es tu cara, tus manos los caminos, y tu mirada mi vida.

1 comentario:

  1. Queridisima Ines de los Montreales-Parises y los cerros andinos, permiteme una aclaracion antes de abordar lo relevante: Kien nada tiene que ver con Don Quijote. Es cierto que ambos se enajenaron de la realidad a traves de los libros, esta es la unica similitud. El Quijano es un lector ludico, que disfruta con lo que lee, y los libros atizan el fuego de su fantasia y le hacen echarse al mundo con un mesianismo caballeresco tamizado por la locura: un alma noble interesada por sus semejantes. Kien, por el contrario, es el lector erudito, lee sin placer como una obligacion para mejorar su condicion de sabio que lo eleve y aisle del resto de la humanidad. Para Kien su biblioteca es una carcel, para Don Quijote los libros son puertas que se abren. Kien es el hombre de papel que ideo Canetti como uno de los personajes de una comedia humana que nunca concluyo. Don Quijote es carne, aventura y hematomas. Canetti escribio “Auto de fe” en Viena al principio de los treinta, obsesionado por la imagen del fuego que lo perseguia desde la revuelta de 1927; la imagen de Kien se materializo fisicamente cuando vio al encargado de una tienda de cactus en el centro de la ciudad: enjuto y con espinas, miraba a traves de los cactus sin ver. Cuando Canetti obtuvo la imagen de Kien, que inicialmente se llamaba Kant, se puso a escribir disciplinadamente inspirandose en la lectura de “Le Rouge et le Noir”. Sorprendente, no?, que tiene que ver Sorel con Kien? Mas alla del deseo de Sorel de elevarse a traves de lectura, nada en absoluto. Lo que me gusto en mi juventud de “Auto de fe”, aparte de la libertad creadora que utiliza Canetti para construir una estructura novelesca original y coherente, fue la belleza que los personajes mas zafios y mezquinos adquieren a la sombra de Kien, el erudito despreciable predestinado a arder como madera seca (eso significa kien en aleman). Ademas, como te dije, Fischerle es el ajedrecista mas interesante de la literatura occidental: bastan cuatro palmos de hombre y, para que no lo roben los distinguidos clientes, un tenedor encadenado a la mesa.

    Y si nos vamos a lo relevante, paseando sobre caminos blancos, debo aclararte que la luz extraordinaria en ese restaurante ruso no procedia de la nieve. Lo que pasa es que, ahora que necesitas gafas, ves mal las cosas: esa luz magnifica entre vodka, setas y nieve era fruto de tu presencia; basta con rememorar la escena sin ti para que la luz desaparezca. El amor no es injusto, vive ajeno a las leyes y sus credenciales son mas fisicas que morales. Yo tampoco tengo pais pero basta tu imagen, tu voz o tu tacto para que me sienta en casa.

    Me parece que quieres que palee frente a la puerta del garaje. Dame una pala y movere la nieve. Quedara tu luz.

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