Le tengo pasión a los árboles y una de las cosas que me gusta es que viven mucho tiempo: son eternos, y no paran de crecer durante ese largo tiempo infinito de su vida de árbol; se nutren de agua y tierra, minerales y crecen más, suben, buscan el cielo, siempre la testa erguida en el aire, bellos y elegantes, además, renacen, con un prodigio de ramas, yemas, brotes, espinillas, granos, hojas, y colores, verdes claros, verdes noche, o no, en fin, no importa, todos ellos son puramente maravillosos. Al lado de un museo de antropología en Chapultepec, en el DF de México, he escrito, arañando un poco un árbol raro de corteza dura, con una lapicera algo inútil, el nombre de mi amor y el mío, par que dure, para que crezca y yo tenga la oportunidad de volver y enseñárselo.
Feliz día, amor
Te leo poco ahora. Estoy metido de nuevo en mi revista, en mis "escritos e ideas" que me dan -poquito- de comer. Pero cada vez que abro este, tu diario público, me maravillo de los versos que copias, vieja costumbre de la familia, de los temas que tocas. Y de la pasión que pones hasta para las pequeñas cosas. Gracias por estar ahí.
ResponderEliminarPues razon no te falta, vas a tener que volver y mostrarme porque ese arbol tatuado se ha convertido en una obsesion y lo unico que hago, cuando tengo un rato libre, es irme para el bosque de Chapultepec a buscarlo. Tu sabes cuantos arboles hay alli? Pues eso.
ResponderEliminarVamos con mezcal y Cibeles.