domingo, 29 de marzo de 2009

J. Gelman

Ancho en París

Al que extraño es al viejo león del zoo,

siempre tomábamos café en el Bois de Boulogne,

me contaba sus aventuras en Rhodesía del Sur

pero mentía, era evidente que nunca se había movido del

Sahara.

De todos modos me encantaba su elegancia,

su manera de encogerse de hombros ante las pequeñeces

de la vida,

miraba a los franceses por la ventana del café

y decía "los idiotas hacen hijos".

Los dos o tres cazadores ingleses que se había comido

le provocaban malos recuerdos y aun melancolía,

“las cosas que hace uno para vivir" reflexionaba

mirándose la melena en el espejo del café.

Sí, lo extraño mucho,

nunca pagaba la consumición,

pero indicaba la propina a dejar

y los mozos lo saludaban con especial deferencia.

Nos despedíamos a la orilla del crepúsculo,

él regresaba a son bureau, como decía,

no sin antes advertirme con una pata en mi hombro

"ten cuidado, hijo mío, con el París nocturno".

Lo extraño mucho verdaderamente,

sus ojos se llenaban a veces de desierto

pero sabía callar como un hermano

cuando emocionado, emocionado,

yo le hablaba de Carlitos Gardel.

(Gotán)

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