lunes, 2 de enero de 2017

Primer día del año 2017, tango.



















(foto Andrea Sheperd, 01/01/2017)
Ma force quand je danse, c’est un substantifique entendement de la musique, le rythme du tango battant dans mon oreille: cette cadence familière, amie, entendue et reconnaissable qui est un peu comme une respiration naturelle pour mon corps en mouvement. J’ai une bonne oreille et je connais le tango. Les temps forts, les contretemps, je suis souvent meilleure à comprendre la musique que mon partenaire. Ma faiblesse, en revanche,  c’est le manque d'écoute de mon compagnon, j'oublie que je dois le suivre lui et non pas la musique, j'anticipe les mouvements au lieu de me mettre au diapason avec cet autre. Il y a aussi la peur du débutant de ne pas bien le comprendre et de mal faire, de trop  ou pas assez en faire. C’est un difficile équilibre à atteindre.

- Inés, tranquila, ¡relájate!

Tiene razón, pienso y para bailar no hay que pensar hay que entregarse,  y ocasionalmente respirar. Sin embargo... ay, ¡la postura!:  discretamente bajo los hombros, levanto la cabeza; imperceptiblemente, abro el pecho, estiro la columna, me acomodo sobre los muslos, la planta del pie firmemente asentada sobre el piso. Ya, lista, ¡qué bien!, pienso.

Recibo el cuerpo de mi pareja contra mi pecho, coloco, lentamente, la mano en su mano. Siento su brazo en mi espalda, su frente que se arrima de mi cara; hay balanceo. Cierro los ojos. 

-Inés, ahora sí, me susurra.

Ese primer segundo es fundamental. La vibración de su cuerpo. 

El tango es improvisación a dos, es una invitación ininterrumpida a jugar, algo así como una conversación sobre un mismo tema musical. Un momento partícipe y abierto. La conexión es fundamental, y con A., es maravillosa. Nuestros cuerpos entreverados y reunidos le temps d'une chanson  en una fusión cómplice.  Estoy con un bailarín elegante, agradable, tranquilo, algo previsible pero tan confortante para mí, me gusta la seguridad de sus gestos, sus pasos me sientan bien. Y por ese momento perfecto, feliz y raro, uno baila y baila, y baila. Bailar tango se ha vuelto imprescindible,  un placer, una necesidad, un pensamiento continuo. ¿Será por ser tan difícil?, ¡cuánto me ha costado aprender! Después de dos años, sigo titubeando con bailarines más fantaseosos, sigo desconfiando de mí, el ánimo a menudo caído, falta, me falta mucho todavía. Por otra parte, ya bailo. Y es lo que haré este año, a ver cómo me va. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario