Una puerta
que se abre cuando la otra se cierra, es un vodevíl no un romance, lo nuestro
fue ausencia de sincronismo. Quieres, no puedo, puedo, ya no estás, entras,
salgo, viajas, me quedo, sí, no ¿hoy? No, mañana. Mañana no existe. Vuelvo y ya no se puede. Admito
que el miedo, más allá del deseo, me hizo vacilar. Luego te tocó a ti. No fue tu culpa ni la mía, fue que no se dio y ya. Sin embargo, sigues mirándome con hambre, y yo sigo sintiendo en tus brazos que la tierra húmeda huele rico, que las flores
florecen, panameño lindo, me llevas con tu acento a tu tierra, cuando me hablas despacio en la oreja y me cuentas que la lluvia hace cosquillas. Solo hace falta que tiendas la mano con ese gesto tuyo, para que durante quince minutos abrazados mi piel contra tu
piel, tu aliento y tu corazón en mi pecho, tus brazos aferrados a mi cuerpo, podamos olvidarnos de las puertas que no coinciden.
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