
Soy un lagarto, me arremango los pantalones hasta las rodillas y cae mi cabeza sobre el hombro, pongo los pies encima de la valija en un movimiento curvo. Ahora, completamente inmóvil sobre un banco del campo San Francisco, a la hora de la siesta, escucho música:.. ♪♫He said goodbye... So now I am trav´ling light... ♪♪♫ Y mientras se arrastra en mis orejas la voz de Billy Holiday, hermosa su voz, el sol pega fuerte. Disfruto de la luz y te espero: qué bueno está el calor; el libro en mano, sin poder leer, requeriría demasiada concentración, y no puedo concentrarme, apenas respirar y mirar estos bellos árboles en mi alrededor. ¿Me llamarás? Todo es tan verde. Verde húmedo, verde profundo, verde agua, como el agua de tus recuerdos, tantos, sumergidos de lluvia asturiana. Hasta las notas de jazz de Billy podrían ser gotas de agua sobre el cristal de tu ventana, pero hoy no llueve en Oviedo, y descanso al aire libre.
Un viejo se acerca a toda velocidad, incluso pensaría que corre, pero no me muevo hasta que entiendo que se viene derechito hacia mí, el lagarto que soy se estremece y toma pose humana, se agacha para hablarme, lo miro pero Billy, mi Billy, me sigue suspirando, la paro, me saco los audiófonos. "Hola", "Hola", me contesta y sigue: debe ser extranjera, ¿sí? ¿lo adiviné? Viejo astuto, yo sentada con la valija entre las piernas y un aire de estoy de vacaciones por toda la cara... "Hay que tener cuidado con el sol, con el calor, es tan insólito por estos lados", continúa el viejo. Suspiro y pienso: ¿querrá conversación? Se sienta a mi lado y me mira: tiene la mirada alegre y pícara, debío ser lindo hace cuarenta años, me dice que le encanta viajar, que fue a París, y a Hungría, y que empezó a hacerlo a la jubilación, hace veinte años, me explica que tiene familia en Veracruz. Veracruz es en México le preciso, cerca del mar, yo soy argentina, de la montaña. Eso: americana, me dice, se nota, se nota. Bueno, americana si quiere. Y se queda ahí mirándome un largo rato, entonces le pregunto alguna tontería, le gusta pasear, ha sido profesor de química, no le gusta el calor. Me invita a un café en el parque, le digo no muchas gracias, que espero a alguien, ¿un hombre? pregunta, no, le digo una amiga, entonces si tiene que esperar, puede tomar un café, cafecito, me convence que está ahí nomás, al lado, que si puedo hacerle el favor, a unos pasos nomás, y me siento estúpida de decirle que no, otra vez. Venga Carlos, vamos a tomar ese café.
Pero así es la vida, en el momento en que me levanto, me llamas, y te ríes, qué linda es tu risa amiga, y te cuento que de no haber hablado con nadie, estoy hablando con dos, ¿la ley de quién era ésa?, con tu risa y Carlos, bajamos unos escalones, y no te digo que el viejo empieza a toquetearme, los brazos, me los palpa, los agarra, quiere poner su brazo alrededor de mi cadera, se arrima, eh eh, le digo, no me toque Carlos o no hay café, guarde sus distancias. ¿Qué está haciendo? ¿Le gustaría irse de viaje conmigo? me pregunta. Es que estoy de viaje, Carlos, este es mi viaje. Me siento, la valija sobre mí, muy lejos de mi viejo verde, verde los árboles, verde los lagartos, los pavos reales del parque, tomamos un café, casi callados y Carlos desaparece tan rápidamente como llegó, y yo me río por dentro, no por cierto no les sienta bien el sol a los ovetenses, con tanto verde tanto verde ya me parecía raro a mí. Falta de costumbre.
Pero así es la vida, en el momento en que me levanto, me llamas, y te ríes, qué linda es tu risa amiga, y te cuento que de no haber hablado con nadie, estoy hablando con dos, ¿la ley de quién era ésa?, con tu risa y Carlos, bajamos unos escalones, y no te digo que el viejo empieza a toquetearme, los brazos, me los palpa, los agarra, quiere poner su brazo alrededor de mi cadera, se arrima, eh eh, le digo, no me toque Carlos o no hay café, guarde sus distancias. ¿Qué está haciendo? ¿Le gustaría irse de viaje conmigo? me pregunta. Es que estoy de viaje, Carlos, este es mi viaje. Me siento, la valija sobre mí, muy lejos de mi viejo verde, verde los árboles, verde los lagartos, los pavos reales del parque, tomamos un café, casi callados y Carlos desaparece tan rápidamente como llegó, y yo me río por dentro, no por cierto no les sienta bien el sol a los ovetenses, con tanto verde tanto verde ya me parecía raro a mí. Falta de costumbre.
jajajajaja... Inés...
ResponderEliminarTanto verde...
Es que no se puede ser tan guapa : )
No digo que, en mi opinión, estén bien colocadas todas las comas o que no falte alguna, o que, tal vez, yo habría usado otra forma de puntuar, pero el placer de seguir leyendo sin detenerse y dejarse llevar por el encanto de las palabras es demasiado potente para pararse en esos detalles.
ResponderEliminarRecuperas en este texto, Ines, un tono que me agrada mucho, una forma ligera de acercar los detalles y dejar al lector mirar por tus ojos, sin recargar la prosa, tocando la superficie de la página con la punta de un pincel de tonos verdes y amarillos, delicados y frescos, ingrávidos sobre una tela impresionista.
La mezcla del discurrir interno de tus sensaciones con las palabras del viejo, y sus toqueteos aprovechando la distracción de la llamada telefónica que esperabas, es una delicia.
Cuando escribes así es fácil sentirse en tu pellejo. Te felicito.
La puntuación, mi querido Hank, es la respiración del texto, estaba respirando mal, tienes perfectamente razón. Creo que el ritmo, las idas y venidas de los latidos de mi corazón necesitan un repaso. Sí, gracias por tu comentario. Lo volveré a decir, esta vez en voz alta para que fluya con más gracia y naturalidad. Un beso grande.
ResponderEliminarah, recuerdo esta anécdota, sí.
ResponderEliminarLos de Oviedo, son ovetenses,jajaja. Y hombre, sol no todos los días, pero no era insolación querida amiga, era un hombre buscando un jóven trofeo con el que regalarse la vida. Un saludo.
ResponderEliminarya, ya está corregido María, mil gracias... Cuando un viejo de ochenta y pico de años liga con una joven, uno quiere pensar que quizá haya habido alguna explicación cósmica ;), además de querer conversar. Un saludo y un beso.
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