(Piropos)
-¿No tomas mezcal?
-En realidad no soporto el alcohol.
-¿Cómo es eso?
-Mi abuela era japonesa
-¡Oh! japonesa, lo del enzima, ¿crees?
-Ajá, puede ser.
-Mirándote, con el mezcal ayudando, sí puedo ver que sos japonés.
-No te burles. Te lo aseguro, y, mi bella amiga, mi abuelo era francés.
-Ya me estás presumiendo. Tenés la barba roja.
-Del lado paterno, mi abuelo era español, mexicano español.
-Ya, qué interesante: o sea que sos un mexicano típico.
-Que las apariencias no te engañen, estás con un mexicano tomando mucho mezcal, tucumana. Y si sigues tomando así, tendré que llevarte a mi casa, sobre el hombro, ya te están brillando los ojos. Los tienes pícaros. Cuidado.
-Ah, sabes, sé tomar, sé cuando tengo que parar.
-Eso dicen hasta que se pasan, mejor, mejor, ya, ves, te estás acercando.
-Me estoy acercando porque no te oigo con tanto ruido. ¡Cómo gritan estos chicos! Siempre cantando ustedes, ¿no?
-Dentro de un ratito no oirás nada. Y tendremos una loca noche de pasión. Ya vas a ver.
-Me haces reír, mexicano, no creas que sea tan fácil. Aguanto bastante. Ya te voy a impresionar cuando salga de aquí marchando derechito.
-Ya lo haces, tienes una belleza inteligente, Inés.
-Sos el segundo mexicano que me dice eso, será un código para algo. Qué significa. No. No respondas. Me quedo con el piropo y ya.
-¿Qué hacemos entonces?, ¿otro?
-Órale, mexicano guapo, otro.
Un diálogo ágil, creíble, que cautiva y conquista. Con un gancho tucumano que quita el hipo.
ResponderEliminarFelicidades, Inés.
¿Por qué será qué tienen en ese poder?
ResponderEliminar