Mi hermana no escribe cartas, tampoco escribe versos. Apenas si habla, cuando tiene algo que contar. Algo fuera de lo normal. Le escandaliza la normalidad en el discurso, porque en ella vive, o, se muere, ¿para qué compartir? Todo lo lleva por dentro. Respetuosamente. Entre los pulmones y el corazón. Un bosque con volcanes y mar, sí, con mar. En sus ojos negros, inmensos y bellos, a veces se los ve: verde, materia en ebullición, marea, olas. Su boca callada, su pluma posada. Un eterno cigarrillo en la boca, ella vive en silencio. En su casa, no se encuentran versos en el cajón de la cocina, no te invita para charlar, cuando te invita a comer, su comida habla de amor, de auxilio, de poesía. Mi hermana no escribe cartas, canta con voz grave y triste, se ríe con risa exagerada, escucha con paciencia, y cuando te dice que piensa en vos, se lo crees.
También es simpatiquísima. Y puedes pasar horas conversando con ella sin aburrirte. Y es inteligente a más no poder. Y abre grandes esos ojos redondos que tiene cuando se sorprende con algo. Y la quiero mucho. Y hace tiempo que no la veo, como para decírselo.
ResponderEliminarSí Juan, tenés perfectamente razón. Lo de la sorpresa, es así. Me has hecho sonreír. Ya se lo voy a decir.
ResponderEliminarqué lindo, inés.
ResponderEliminarMi hermana tampoco escribe versos, pero cuando nos ponemos poetas nos damos un te quiero robado.
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