"Cómo tener confianza en una mujer que le dice a uno su verdadera edad. Una mujer capaz de decir esto es capaz de decirlo todo." Oscar Wilde.
-¿Cómo te ha ido?
-Hola, Paul, bien. Creo. Ya no sé, fue raro.
-¿Cómo raro? Explicame, Inés
-Empezamos con lo habitual, o no, con más ánimo, dijo que me llamó porque le diste mi número, y le dije que eso lo sabía, en fin, esa introducción más íntima me ayudó a no sentirme tan nerviosa. Estaba calma. Hablamos una hora y pico de mi trabajo actual, las experiencias en Londres, lo que sé hacer, entendés, una entrevista normal, tiene una mirada intensa tu colega. Bueno, después del CV hablamos de lo que esperaba, quería, podía, esas cosas.
-Sí, es verdad el tipo es intenso, bueno, en particular con las mujeres, le debiste gustar. Estabas preparada ¿no? ¿Repasaste en tu cabeza las preguntas que te di?
-Sí, sí Paul, hablamos perfectamente bien, muy profesionalmente, además me hizo preguntas interesantes.
-Es un tipo inteligente, Inés, hace diez años que lo conozco. Pero, ¿qué pasó al final?
-Explicarlo es difícil, creo que lo arruiné todo.
-Inés, ¿cómo es eso?
-No grites. La que pasaba la entrevista fui yo.
-Inés, no grito, solo te quiero ayudar. Me parece que ese tipo tiene influencia, y yo quiero que estés bien. O no bien, mejor. Contame, por favor.
-Paul, aprecio tu apoyo y mediación. Sos un buen amigo. Gracias por esta posibilidad. Sinceramente me parece que lo estropeé. Sabes, estábamos despidiéndonos cuando al final me hizo una última pregunta.
-Me ponés nervioso Inés. ¿Cómo podés haberlo estropeado?, sos una tipa excelente. Tenés experiencia, capacidades. Inés, decime ¿qué pasó?
-Ay, Paul... callate. Bueno, me estaba levantando cuando me miró, con esos ojos que tiene él. Me había adelantado para darle la mano, cuando de repente dijo: ¿es usted una mujer púdica?
-¿Perdón?
-¿Es usted una mujer púdica? Eso preguntó, Paul. Sabes, en ese momento, sentí que me había arrancado la blusa blanca que llevaba y me estaba mirando desnuda frente a él. ¿Púdica? repetí. Sí, me dijo. Me volví a sentar. Me callé unos segundos, tragué con dificultad. Me sentí muy avergonzada. Y con rabia. ¿Qué tenía que ver para el trabajo que fuera o no fuera púdica? Pensé que era una pregunta tramposa. Era como si me preguntara si hago el amor en la mañana o de noche con AV. ¿Entendés? Me cayó muy mal. Al mismo tiempo sentí que era una prueba. Entonces le dije, mintiendo, que era reservada con mi vida, con mis pedidos, pero que cuando necesitaba saber, buscaba la respuesta. Lo que pasa Paul, es que no entendí. Mi mente estuvo mareada unos segundos, quise saber que quería con esa pregunta. Me dejó muy perpleja.
-Quizá haya querido saber si eras honesta, Inés
-¿Se le pregunta a uno si es honesto, Paul? Haceme el favor, quiso otra cosa, y no entiendo bien qué. Quiso desestabilizarme. Y lo logró. Sabes por qué, porque soy perfectamente púdica. Completamente. Culturalmente, y por un montón de razones más. Me jodió. Y me dejó pensando. Me levanté de nuevo. Lo miré a los ojos, y con mucha desvergüenza le pregunté: ¿hay algo impúdico que quiere saber?
-Ay, Inés.
-Es que soy púdica, Paul. Soy púdica y entonces lógicamente capaz de impudicia. Lo siento. Me parece que lo arruiné todo.