
Mientras amanecía, comí mis primeras cerezas. De allá venía el sol. Por allú se iba. Esas cosas del este y el oeste. Las cerezas estaban rojas y jugosas y en la boca, sabían igualito a besos mañaneros, o palabras de amor. Sí, palabras de amor. Ay, ¡qué rico el desayuno!
= necesito tres árboles de cereza
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ResponderEliminarTodos necesitamos montañas de cerezos....
Besos Inés. Bontia fotografía y bonitas palabras.