domingo, 29 de julio de 2007

Carta a Carola

Carola, te propongo un trato, quiero que cuando termines de instalarte, un lindo domingo claro, vayas si es posible por tu Boston la Bella, tu nueva ciudad, a caminar por la avenida Commonwealth, entres por Comm Ave Mall, a mirar las estatuas que han dispuesto a la largo de las casas antiguas adornadas con la tradicionales bow-windows, del Back Bay bostoniano; la arquitectura seguramente te hará sonreír y el parque te parecerá familiar, te recordará a Montreal, donde nos conocimos hace unos años. Sí, niña hermosa, allá quiero que vayas.
Entre las calles Hereford y Gloucester, te encontrarás con Domingo F. Sarmiento, una escultura alta de tres metros y veinte en bronce; más allá de la conexión argentina, de nuestra historia, no te pierdas en sentimentalismos inútiles, esto es mucho más complicado: agacháte hacia el costado derecho y fijáte en la firma. Verás : Yvette Compagnion, 1973. En ese momento pensá en mí. Sí, en Inés en París. Ya te explico.
Ayer fui a ver un espectáculo de ballet, espléndido, clásico, de una gracia infinita. El ballet nacional de Cuba, con Alicia Alonso presente, fue una gran emoción para mí, la noche entera fue hermosísima, hasta diría con una pizca de síndrome de Stendhal que se explica porque bailaron Giselle, esa es otra historia, el caso es que mi acompañante, Alejandra, amiga y colega de trabajo, me susurró en algún momento: "el ballet es mi gran frustración en la vida... Mi mamá era bailarina, y yo nunca aprendí a bailar". La mamá de Alejandra, se llamaba Yvette Compagnion.
Yvette, era una porteña de padres franceses que cuando estudió danza se enamoró profundamente de su profesor, un hombre fascinante, húngaro, intenso y bello, su mayor de veinte años, bailarín en el teatro Colón y luego en una escuela que fundó. Vivieron una historia de amor formidable, ¡qué historia!, con música clásica en segundo plano, pas de deux, y piruetas: imposible, complicada, que sin embargo produjo tres hijos secretos, ninguno de los dos era libre, cuando mirés la estatua por favor mirála con discreción. Yvette paró de bailar, para criar a los hijos del amor, y entonces esta artista se puso a esculpir. Ganó el concurso de la escuela superior de Bellas Artes, y estuvo presente allá para la inauguración de la estatua, regalo de la república a la ciudad de Boston. Pensálo cuando estés en frente: sin la danza, la pasión, los hijos, Inés en el Grand Palais de París conversando con Alejandra de su madre, verías quizás así de pasada nomás a una escultura un poco extraña, que tiene el aspecto de ser de barro corrido, y ciertamente no existiría Sarmiento en Boston. O sí, pero no ese Sarmiento, ahora, será diferente, ¿o no, Carola?

Qué cosa la vida, una estatua de Sarmiento en Boston, danza y una chica en París, alucinada, pensando en vos.


3 comentarios:

  1. Queridisima Ines, ya tenemos una mision para esta semana! Que linda la historia de la mama de tu amiga. Espero que pronto nos vengas a visitar y poder hacer ese paseo juntas. Y despues te invito un Dulce de Leche Caramel en Starbucks, te va?
    Besos mil!

    Carola

    ResponderEliminar
  2. Vamos a ver si puedo ir, ¿eh? En una de esas. Te llamo.

    Besitos.


    PD: Has tocado mi punto sensible invitándome a un helado de dulce de leche. Difícil resistir.

    ResponderEliminar
  3. Qué linda historia. Miralo vos a tu Sarmiento, ¿no?

    Jejé.

    ResponderEliminar