viernes, 12 de octubre de 2012

Otoño


Me miraba. Era un negro. Íbamos los dos colgados, frente a frente. Me miraba con ternura, queriéndome consolar. Extraños, sin palabras. La mirada es lo más profundo que hay. Sostuvo sus ojos fijos en los míos hasta que las lágrimas se secaron. En la siguiente estación, bajó.


Así me gustaría escribir De la mexicana Inés Arredondo.

jueves, 16 de agosto de 2012

de AV para mi pollito



Bar "La Calesita"

Es el fondo de un bar. Es un lugar parecido a una
cueva donde uno se sienta, bebe y ve pasar a
hombres enrarecidos por distintos problemas. Es una
gran linterna mágica.

Es una gruta retirada del mundo que cobija a sus
criaturas. Uno se siente allí ferozmente feliz.

Acaba de aparecer el primer hombre, apenas ha
aprendido a caminar, aún no sabe defenderse.

El hombre sonríe y llora y sigue la fiesta
(Paco Urondo)



La mirada clavada hacia dos puertas automáticas que se abren y cierran dejando pasar a pasajeros desembarcando del avión, la multitud espera; van saliendo grupos de gente, esta vez, una pareja se asoma con su valija de ruedas individual, despacio y sonriendo, otra vez, una familia llega empujando un carrito con un montón de maletas apiladas, avanzan se paran, siguen, un hombre apurado sale dando zancadas amplias, se alisa con una mano la corbata, de la otra manipula un celular, lleva su bolso sobre el hombro, proyecta hacia el fondo una mirada seria, nadie lo espera, se dirige como una bala hacia la puerta de salida; en la afluencia, las manos se agitan por no tener nada que hacer, los cuerpos y la atención se tienden a cada abertura de puertas, estoy, estamos del otro lado, a la espera de los que llegan, de los que han viajado: hay tal despliegue de afectividad que estos momentos robados son un verdadero show, un fascinante espectáculo de momentos cortos, intensos y surreales. Pienso sonriendo que si a esta muchedumbre le llegara alguien a su casa, tocara el timbre, no ocurriría ese exacerbación de emoción; una mujer sale por las puertas, inquieta, cansada, y de repente se le ilumina la cara, una niña se abalanza, la mujer cierra los ojos mientras apoya su cara sobre la frente de la niña que la abraza. La rodean de cerca los otros, dos niños más, un poco atrás un hombre espera su momento. La mujer levanta la cara, se queda un momento mirando al hombre, los chicos la empujan pero ella lentamente se acerca de su cara y le da un beso. Se la nota conmovida, el rictus de su boca entre llanto y alegría. Me río feliz de estar ahí, testiga dichosa del teatro de la vida, encapsulado en dosis ultra potentes.

miércoles, 8 de agosto de 2012

El abanico


Me harté de mirarme los dedos del pie. Sentada a mi lado, la tipa se abanica casi con violencia. El gesto es demasiado rápido--frenético-- para ser soportable. Oh qué calor, qué calor, murmura. Hay un nerviosismo que se despega de todo su cuerpo.  A medida que sus gestos entrecortados mueven el aire, me llegan ondas de su malestar. No me afecta porque me miro los pies. Y si, razonablemente, hay que ser tolerante, me gustaría que se calmara, sospecho que le debe ser difícil, --¿imposible?, ¿lo podrá?--, tranquilizarse; tengo diez dedos del pie, el meñique del pie izquierdo perdido en la sandalia; todo en ella es tensión, ¿por qué no se calma?, una tensión honda.

No corre una gota de aire. Somos cinco en la sala de espera y el tiempo decidió sentarse a esperar con nosotras y el  abanico que sigue moviéndose con sacudidas ruidosas. Y si se lo saco, lo tiro al piso.  Además es feo, verde y amarillo, uno vulgar casi de papel o cartulina, no sabe abrirlo ni cerrarlo, lo mueve torpemente. Recuerdo él que tengo en casa, comprado en las puertas del Alhambra, de madera pintada de azul roja rosa, y que al cerrarse  hace ese ruido clac, pruuuut al abrirse de nuevo y clac... me está poniendo de los niervos con sus gestos maniáticos.

Se oye el timbre de un teléfono, aprovecho para despegar los muslos del  asiento de simili cuero sin llamar demasiado la atención. Estoy sudando yo también. Se abre la puerta, la secretaria habla con voz baja, la mujer parada delante del mostrador echa un ojo a la sala, las cinco mujeres sentadas levantamos los ojos casi al mismo tiempo: qué cuadro ofrecemos, rostros pálidos, salvo el de mi  vecina, roja y sudorosa, pelo pegado al cuello, brillamos de calor. Ésta me mira de vez en cuando y sonríe, parece estar realmente incómoda. No soy sutil, no consigo ocultar mi exasperación. Levanto la cabeza, para sacudir el malhumor que está adueñándose de mí. La vecina pelirroja dice con voz preocupada, los calores de la edad, son terribles, ajá respondo con voz que quiero amable, pero que no lo es. Todo en ella me molesta. Gotas de sudor le caen por el cuello.

Señora Lucca, puede entrar, me dice la secretaria de repente, me levanto lentamente quiero contrastar con mi vecina rauda. Entro, me siento en el asiento de mi amiga abogada...
-Sofía, gracias por recibirme. Sé que es difícil para vos...
-No seas boluda, te llamé para que vinieras. ¿Estás bien? ¿Esperaste mucho? Lo siento, estoy muy ocupada hoy.
-No te preocupes,  estás en mi camino, fue esperar unos minutos con tus clientas, pero yo bien, solo  que me ha hecho un poco de calor en la sala de espera.
-Sí, ya sé. Tengo pensado poner un ventilador de techo, ayudará un poco.
-Claro, eso está bien, el verano recién empieza... O sea que podré encontrarme con el contacto que te pedí. No sabes cuánto te agradezco, es tan importante para mí. Necesito tanta ayuda con este problema. Ya sabes. Además, van semanas que quiero comunicarme con alguien que me ponga en contacto y no puedo.
-Lo sé, por eso ...
-Te corto, para decirte que quiero que sepas que estaba desesperada, si no me encuentro con el pintor no podré terminar mi trabajo y ya tengo tanto atraso. Este contacto, es tu cliente, ¿es así? Lo conoce bien al pintor, ¿no?
-Laura, tranquila, después de que me llamaras, le comenté por teléfono algo de tu proyecto... pero... Querida, habrá que convencerla, es íntima amiga del tipo pero vas a tener que  seducirla con tus argumentos, ser tan brillante que quiera ayudarte.
-Lo intentaré.
- Te lo presentará si piensa que harás un buen trabajo. El pinto Roussef con el que quieres entrevistarte es raro.  Ahora... sí trabajo para ella, estoy finalizando de redactar un contrato importante. Nos vemos seguido. Como te lo dije esta mañana, quería aprovechar de tu  visita para quedar con ella, pero no pudo venir hoy. O sea que lo que podemos hacer es que te quedés un momento más y esperés que la llame, luego te cuento. Ahora debo recibir la próxima clienta, no te molesta esperar un ratito más, ¿no? Lo siento, pensé que podrías encontrarte con ella aquí, pero no ....
-Sofía, por favor, muchas gracias por todo, estaré en la sala de espera. Vos tranquila...

Y me vuelvo a sentar. En el mismo sitio que anteriormente, al lado de la pelirroja y de su abanico porque ya no quedaba ni una plaza libre. Entra una señora hablando fuerte al despacho de mi amiga. Se cierra la puerta y quedamos todas, otra vez, en silencio, con el calor, intenso, pegajoso. A esperar. Abandono la contemplación de mis pies por la de las paredes, mi mente ocupada con esta posibilidad de contacto tan necesaria para mi trabajo, más nerviosa ya que había imaginado un encuentro este día y llegar a obtener una exclusiva con el pintor John Roussef. Meses de intento atrapados entre estas paredes beige amarillentas, y estos asientos tan asquerosamente pegadizos.

La pelirroja se agita. Se levanta, vuelve a sentarse. Toma su teléfono, hasta para marcar el número hace ruido, habla fuerte. Me irrita el sonido de su voz, sus gestos, su teléfono, su bolso tirado por el piso, lleno de cosas. Qué despelote. Se pone a buscar algo, saca un pañuelo, ha dejado caer el abanico al piso.

Desde que empezó a trabajar en laasociación para mujeres con dificultades de la ciudad, Sofía trabaja doce horas al día. La sala está nuevamente llena, una señora más espera parada al lado de la entrada.

Me agacho para levantar el abanico, en el  mismo momento la pelirroja hace lo mismo, con un movimiento desubicado me pisa la mano y me golpea la cabeza. Sorprendida  por el dolor me sale un: pero que bruta, cuidado por favor. Me he exclamado y no puedo creer lo que dije,  me siento mal y  me quedo prostrada sin poder hablar, todas las mujeres de la sala me miran, la pelirroja ofendida por mi grosería, se vuelve a sentar diciendo que ha sido un accidente. Más calma ya, no se mueve, yo tampoco, nadie dice nada. Nadie se mueve.

Suena el celular, hola dice la pelirroja, no querida todo bien, pero ¡si estoy en tu sala de espera!, pude venir al final. Te estoy esperando... Sí, tonta, aquí estoy. Qué calor hace che...



sábado, 28 de julio de 2012

Pollito






Para Germán Paz Posse,


Muebles "El Canario"
[Cuento. Texto completo]Felisberto Hernández
La propaganda de estos muebles me tomó desprevenido. Yo había ido a pasar un mes de vacaciones a un lugar cercano y no había querido enterarme de lo que ocurriera en la ciudad. Cuando llegué de vuelta hacía mucho calor y esa misma noche fui a una playa. Volvía a mi pieza más bien temprano y un poco malhumorado por lo que me había ocurrido en el tranvía. Lo tomé en la playa y me tocó sentarme en un lugar que daba al pasillo. Como todavía hacía mucho calor, había puesto mi saco en las rodillas y traía los brazos al aire, pues mi camisa era de manga corta. Entre las personas que andaban por el pasillo hubo una que de pronto me dijo:-Con su permiso, por favor...
Y yo respondí con rapidez:
-Es de usted.
Pero no sólo no comprendí lo que pasaba sino que me asusté. En ese instante ocurrieron muchas cosas. La primera fue que aun cuando ese señor no había terminado de pedirme permiso, y mientras yo le contestaba, él ya me frotaba el brazo desnudo con algo frío que no sé por qué creí que fuera saliva. Y cuando yo había terminado de decir "es de usted" ya sentí un pinchazo y vi una jeringa grande con letras. Al mismo tiempo una gorda que iba en otro asiento decía:
-Después a mí.
Yo debo haber hecho un movimiento brusco con el brazo porque el hombre de la jeringa dijo:
-¡Ah!, lo voy a lastimar... quieto un...
Pronto sacó la jeringa en medio de la sonrisa de otros pasajeros que habían visto mi cara. Después empezó a frotar el brazo de la gorda y ella miraba operar muy complacida. A pesar de que la jeringa era grande, sólo echaba un pequeño chorro con un golpe de resorte. Entonces leí las letras amarillas que había a lo largo del tubo: Muebles "El Canario". Después me dio vergüenza preguntar de qué se trataba y decidí enterarme al otro día por los diarios. Pero apenas bajé del tranvía pensé: "No podrá ser un fortificante; tendrá que ser algo que deje consecuencias visibles si realmente se trata de una propaganda." Sin embargo, yo no sabía bien de qué se trataba; pero estaba muy cansado y me empeciné en no hacer caso. De cualquier manera estaba seguro de que no se permitiría dopar al público con ninguna droga. Antes de dormirme pensé que a lo mejor habrían querido producir algún estado físico de placer o bienestar. Todavía no había pasado al sueño cuando oí en mí el canto de un pajarito. No tenía la calidad de algo recordado ni del sonido que nos llega de afuera. Era anormal como una enfermedad nueva; pero también había un matiz irónico; como si la enfermedad se sintiera contenta y se hubiera puesto a cantar. Estas sensaciones pasaron rápidamente y en seguida apareció algo más concreto: oí sonar en mi cabeza una voz que decía:
-Hola, hola; transmite difusora "El Canario"... hola, hola, audición especial. Las personas sensibilizadas para estas transmisiones... etc., etc.
Todo esto lo oía de pie, descalzo, al costado de la cama y sin animarme a encender la luz; había dado un salto y me había quedado duro en ese lugar; parecía imposible que aquello sonara dentro de mi cabeza. Me volví a tirar en la cama y por último me decidí a esperar. Ahora estaban pasando indicaciones a propósito de los pagos en cuotas de los muebles "El Canario". Y de pronto dijeron:
-Como primer número se transmitirá el tango...
Desesperado, me metí debajo de una cobija gruesa; entonces oí todo con más claridad, pues la cobija atenuaba los ruidos de la calle y yo sentía mejor lo que ocurría dentro de mi cabeza. En seguida me saqué la cobija y empecé a caminar por la habitación; esto me aliviaba un poco pero yo tenía como un secreto empecinamiento en oír y en quejarme de mi desgracia. Me acosté de nuevo y al agarrarme de los barrotes de la cama volví a oír el tango con más nitidez.
Al rato me encontraba en la calle: buscaba otros ruidos que atenuaran el que sentía en la cabeza. Pensé comprar un diario, informarme de la dirección de la radio y preguntar qué habría que hacer para anular el efecto de la inyección. Pero vino un tranvía y lo tomé. A los pocos instantes el tranvía pasó por un lugar donde las vías se hallaban en mal estado y el gran ruido me alivió de otro tango que tocaban ahora; pero de pronto miré para dentro del tranvía y vi otro hombre con otra jeringa; le estaba dando inyecciones a unos niños que iban sentados en asientos transversales. Fui hasta allí y le pregunté qué había que hacer para anular el efecto de una inyección que me habían dado hacía una hora. Él me miró asombrado y dijo:

-¿No le agrada la transmisión?
-Absolutamente.
-Espere unos momentos y empezará una novela en episodios.
-Horrible -le dije.
Él siguió con las inyecciones y sacudía la cabeza haciendo una sonrisa. Yo no oía más el tango. Ahora volvían a hablar de los muebles. Por fin el hombre de la inyección me dijo:
-Señor, en todos los diarios ha salido el aviso de las tabletas "El Canario". Si a usted no le gusta la transmisión se toma una de ellas y pronto.
-¡Pero ahora todas las farmacias están cerradas y yo voy a volverme loco!
En ese instante oí anunciar:
-Y ahora transmitiremos una poesía titulada "Mi sillón querido", soneto compuesto especialmente para los muebles "El Canario".
Después el hombre de la inyección se acercó a mí para hablarme en secreto y me dijo:
-Yo voy a arreglar su asunto de otra manera. Le cobraré un peso porque le veo cara honrada. Si usted me descubre pierdo el empleo, pues a la compañía le conviene más que se vendan las tabletas.
Yo le apuré para que me dijera el secreto. Entonces él abrió la mano y dijo:
-Venga el peso.
Y después que se lo di agregó:
-Dese un baño de pies bien caliente.
FIN

martes, 24 de julio de 2012



En el avión, el tipo estaba parado cerca de la puerta de emergencia y tenía el primer asiento de la última sección, ese que se les da a los suertudos de piernas largas. Tenía en su mano un libro, algo que pretendía leer, no parecía estar demasiado concentrado. Los ojos tapados a medias por unos anteojos de lectura, iban de arriba abajo... Parecía sobre todo interesado a que se lo mire leer. Tanto así que llamaba la atención. Se llenó el avión de doscientas quiceañeras excitadas por un viaje a Orlando, solo señoritas, ni un varón, muchas no habían tomado un avión, las risas y el entusiasmo no dejaba duda alguna de que sería toda una aventura; otras charlaban sin parar, otras más, exploraban la cabina, en grupo, otras... para qué, ¡imagínenlo: doscientas quiceañeras yendo a Orlando! El hombre tenía el libro con una mano frente a él, a nivel del pecho, manteniéndolo abierto con la ayuda del pulgar. En la tapa de la derecha, un nombre sobresalía KEN FOLLET, así gordo, con colores gritones y tamaño desmesurado. A la izquierda, una foto del autor, un hombre de rostro redondo, pelo canoso, blanco, casi peluza sobre la cabeza, idéntico al que sujetaba el libro en ese momento. Mamá, me susurra Benjamín, ¿por qué lee aquel hombre su propio libro?Y yo ¿por qué está parado frente a todos los asientos, sosteniendo el libro delante de todos, foto a vista, leyendo su propio libro?, no lo sé Benja. Ohh, gritaron en coro las niñas al despegar el avión, uy, pensé, ¡éste será uno de aquellos viajes! El hombre se sentó y siguió leyendo, las chicas exclamándose, y nosotros volviendo a casa.

viernes, 25 de mayo de 2012

Carré rouge!

Cuando vengan a pasear por Montreal, verán gente usando sobre la ropa un pedacito de tela roja que significa: damas y caballeros, estoy de huelga.

Para llegar a la universidad en el Quebec hay que estudiar trece años, seis años de primaria, cinco de secundaria, dos de "pre-universidad", para luego estudiar-si se lo desea- en una de las cuatro universidades de Montreal y/o en las numerosas otras localizadas por todo el Quebec. Los estudios universitarios, ellos, duran unos tres años para obtener el primer diploma: "Bachelor", antes del "Masters", dos años, y del Ph.D  o doctorado, que puede tomar un montón de años.


Los estudios primarios, secundarios y pre-universitarios pueden ser totalmente públicos, pagados con nuestros impuestos, (existen escuelas privadas en francés y en inglés, sin embargo). Luego la universidad, financiada por el gobierno (60%) y por el sector privado (22%) pide una contribución a los estudiantes del orden de $CAN 2 300.00 por año, tasa que varía según los estudios que se hagan, por ejemplo medicina pide más, historia, menos. En el Quebec no existen universidades privadas.


El gobierno provincial de Jean Charest, desea subir la contribución estudiantil, la parte individual, de un 75% en cinco años, llevando los $CAN 2300 a 4000, aproximadamente. Los estudiantes, representados por asociaciones estudiantiles, se han opuesto a ese aumento manifestando por la calles y pidiendo que en vez de subir la tasa escolar individual se examine más bien como estaban administradas las universidades, y pidieron explicaciones sobre la subida tan alta (¡75%!) exigida.


Ahora bien, el gobierno pide un aumento, es lógico que los estudiantes se opongan; como también se comprende que el gobierno frunza el ceño. Las asociaciones estudiantiles, del nivel pre-universitario y universitario,  que representan a 310 000 estudiantes sobre un total de 475 000, (20 000 para la universidad de Montreal) votaron la huelga. El gobierno no quiso ni al cabo de varias semanas replegarse y si algunas veces se encontró con los dirigentes de las asociaciones, no se llegó a ningún acuerdo. 


O sea que desde el mes de febrero, los estudiantes están manifestando, formando piquetes en frente de los colegios pre-universitarios o universitarios para impedir que entren los que quieren estudiar. No hubo, en tres meses, ningún desenlace a la crisis, ni voluntad verdadera de sentarse a una mesa y discutir con los representantes, quienes dicho sea de paso, son no solo coherentes, bien informados, pero absolutamente articulados en sus discursos y pensamiento. En realidad, fue la mejor sorpresa del conflicto: la inteligencia de la juventud y su capacidad a meterse en política con una soltura y aptitud impresionantes.

La mayoría de los Québécoisno se oponen a la subida de la tasa escolar, en Norteamérica las tasas académicas son mucho más altas, pero el gobierno incapaz de frenar el vigor estudiantil huelguista, se empecinó de una forma algo burra, rechazando cualquier tipo de negociación, trato, diálogo. Sólo ha pedido que los estudiantes terminaran el recreo y volvieran a estudiar.

Nadie, digo, nadie se imaginó que el conflicto estudiantil tomaría las proporciones que ha tomado y sobre todo se ha subestimado la determinación de los jóvenes.

Incapaz de manejar las complicaciones creadas por los huelguistas, las demostraciones en las calles del centro, los piquetes bloqueando la entrada de los centros de estudio, los enfrentamientos, los desbordamientos con la policía, la ministra de la educación renunció de su puesto sin llegar a resolver el conflicto. 


El Primer Ministro nombró a una ministra que redactó una ley especial, la ley 78, que dicta que se cierren los centros universitarios y pre-universitarios en huelga. Igualmente se declaran ilegales las manifestaciones de más de 50 personas por las calles sin haber dado con antelación (8 horas) el itinerario y los horarios. Hay más cositas, pero básicamente se volvieron  ilegales las manifestaciones espontáneas.

A los de aquí no les gustó que se les limiten sus derechos democráticos, es gente muy celosa de sus derechos y libertades. La gente llegó a la conclusión que el gobierno estaba manejando este conflicto de una forma irresponsable y que había ido demasiado lejos. 


Al día de hoy, en vez de ver a estudiantes por las calles gritando, ya en todas la manifestaciones participan padres, profesores, niños, sindicalistas, miembros de asociaciones, políticos, madres de familia, inmigrantes, músicos...  Se armó una que ni se dan cuenta. Se enfurecieron los del Quebec, la gente de la calle...

Los estudiantes cumplieron 103 días de huelga y 32 manifestaciones consecutivas nocturnas (además de las diurnas). Después de la aprobación de la ley especial 78, hay cada vez más gente en la calle desafiando el gobierno, gente y ¡cacerolas! Al ejemplo de Chile durante la dictadura de Pinochet, la gente se para en la calle a golpear con cucharas sobre cacerolas y hacer ruido. La policía ha arrestado desde el 18 de Mayo a unos 700 chicos dándoles multas, y varias horas de cárcel, además, claro, de muchos golpes abusivos.  


El centro de la ciudad de Montreal se ha vuelto en un teatro caótico de desfiles, seguidos por carreras de grupos de jóvenes perseguidos por la autoridad. Los noticieros pasan, por supuesto, a toda hora las barbaridades cometidas por los policías agotados, los porrazos, los accidentes, y las provocaciones juveniles de chicos que ya se sienten con una misión.
Montreal está dado vuelta. El gobierno, --al final, re-apareció --propuso encontrarse de nuevo con los dirigentes de las asociaciones, pero pidió tiempo para preparar las negociaciones. Mientras tanto, los chicos siguen saliendo y marchando por las calles del centro. Todas las noches.


Próxima etapa, varias personas han impugnado la ley 78 en la corte superior.


Una primavera caliente, sí.

Manifestacion Montreal 18 Mai 2012, loi 78

sábado, 28 de abril de 2012


El Juego En Que Andamos

Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta salud de saber que estamos muy enfermos,
esta dicha de andar tan infelices.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta inocencia de no ser un inocente,
esta pureza en que ando por impuro.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
este amor con que odio,
esta esperanza que come panes desesperados.
Aquí pasa, señores,
que me juego la muerte.
 Juan Gelmán

immi - Lovesong

voltaire - love song

Love Song - Death Cab For Cutie (The Cure Cover)

311 - Love Song

Adele - Lovesong ( lyrics on screen )

The Cure - Love Song (Acoustic Version)



sábado, 21 de enero de 2012

viernes, 6 de enero de 2012

Cara de trucha.

Para mi amor, Antonio, susurro en la noche vieja de México 

La familia Sirenazo Moreno llevaba en su laguna un negocio de lo más exitoso. Las cosas no siempre habían sido así. Con pocos recursos, en una laguna aislada, esta familia numerosa no siempre había tenido lo suficiente de comer. Resignados a una vida sencilla, parca y frugal, los sirenos esperaban languidecidos que pasara alguna barca, algún marinero apetitoso para echarle un mordisco, pero pocos pasaban por ahí. Hasta que un día nació la sirenita y con ella, todo cambió.

Cuál fue la sorpresa del padre cuando la vio; los hermanos perplejos gritaron juntos y totalmente asombrados: ¡cara de trucha! La madre no pudo más que echarse a llorar, confundida por la extraña niña que había nacido. Efectivamente, a la familia, había llegado en séptimo lugar, una niña mitad pez mitad mujer, claro, pero ¡al revés!  El papá no podía más que fijar fascinado las piernitas regordetas y los diez dedos del pie que se movían, mientras del otro lado se abría y se cerraba una boca de pez. La madre afligida se puso a pensar en el futuro incierto que tendría su hija. No obstante, pasado el desconcierto, la familia de sirenos, volvió a una cierta normalidad.

Cara de Trucha creció, algo sola, rechazada por los hermanos y la comunidad de sirenos de la zona que la encontraban demasiado fea, qué crueles son todos con la niña, pensaba la madre, desarmada y triste; tampoco la aceptaron en la escuela; ni siquiera comía en la mesa de su casa ya que por su diferencia, mucho tiempo no podía estar fuera del agua.  Pero creció y también crecieron sus piernas,  cada vez más largas y finas. Bellísimas piernas de mujer.  

Fue entonces que un día, cuando ella estaba zambulléndose sola por la laguna, tragándose sus alimentos del día, que se le ocurrió al hermano, que la estaba observando,  la idea que les traería la fortuna.


                                           Magritte

(Sigue)