lunes, 28 de junio de 2021

Souvenirs


 Siempre tuve mala memoria. No recuerdo ni fechas, ni lugares, ni nombres. El pasado es algo así como un sueño con momentos intensos que se destacan de forma imprecisa, aunque muchas veces líricas. Siempre me extraño cuando descubro, entre las páginas de un libro, un marcador hecho de un boarding pass de un viaje pasado, el último encontrado: Barcelona, Las Palmas. Air Europa. 18 feb. 20.30. Pena que no esté escrito el año, ya que no recuerdo cuando fue, ¿2006, 2007?  Me acuerdo de muchas cosas de ese viaje, no todo por supuesto, lo principal supongo: el carnaval, mi anfitriona, el mar y paisajes hermosos, las playas, la música que oí en el aeropuerto todo envuelto de una nube de polvo blanco... Al descubrir estos regalos del pasado, siempre me alegro. Como si volvieran cosas a la superficie que ya estaban almacenadas sin acceso de mi mente. Estos papeles, anotaciones, postales, constituyen piezas de un rompecabezas que hubiera sido abandonado a medio hacer.

 Y si de mi padre tengo tantos parecidos, ese punto nos distingue. La memoria de mi padre no es solo buena, sino que es una fuente de orgullo, su postura en el mundo: ser preciso y claro.  Hace unos años mi padre empezó a escribir sus memorias. La historia de su vida, empezando por los primeros años, el colegio, etc. Además de escribir de forma amena, me impresiona cómo puede recordar los nombres de sus maestras en la escuela primaria, nombres de amigos con los que jugaba. Nombres de calles, apenas si no se acuerda de lo que comía en ese entonces. ¡Qué bárbaro, che! Y, ya que hablamos de familia, Paulina, también tiene buena memoria. Así de tipo fotográfica. Por supuesto que ese rasgo me fascina ya que me parece que la vida sería más sencilla si tuviera esa capacidad a recordar no solo sensaciones, también la cronología de mi vida. Parece que mi cerebro quiere limpiarse cada cuanto y todo se pone a cero. En serio. Conociendo ese defecto de mi cabeza, escribo notas en cuadernos. Conservo, ya se sabe, todo tipo de papel inútil pero cuán divertidos. Pensé que, si tuviera que contar mi vida, sería más ficción que realidad, porque la realidad no lo tengo muy clara.

¿Por qué será que mi cabeza no imprime la información? Tengo que razonar, pensar, vincular con lógica algunos datos para poder reconstituir lo que me pasó. La memoria no funciona. Hace once años que he vuelto de Europa, los años de trabajo de un centro al otro son tan pero tan difusos, tan brumosos, que en un interrogatorio policial sería sospechosa.

Cuando le comenté a mi padre lo impresionada que estaba con su memoria tras la lectura de sus recuerdos, me señaló que la memoria se trabaja como un músculo. ¿Será muy tarde para mí eso de trabajar la memoria? Me gustaría hacerlo para que al dar la vuelta la cara hacia atrás no sea todo un pozo negro sino un camino bien recorrido, pisado de pie firme y consciente.

miércoles, 23 de junio de 2021

Entre deux chaises, mon cul balance!

 


Cuando se me ofrece una raqueta de tenis, yo la zurda de las hermanas Negrete Aragón, nunca sé con qué mano tomarla. Cuando juego, bueno las pocas veces que intenté devolver la pelota con la raqueta (por favor oigan el suspiro ante la presunción del uso del verbo jugar), me la paso de una mano a la otra, incómoda, sin saber o más bien sin sentir que brazo será el más competente. Soy zurda, pero tengo la impresión de que no es una zurdera absoluta: escribo con la mano izquierda; sin embargo, en este mundo diestro tuve que compensar y hago muchísimas cosas con la derecha. De todos modos, no creo que exista un gran porcentaje de personas totalmente una cosa o la otra. Soy zurda hasta por ahí nomás, como muchas cosas en mi vida.

Soy canadiense, pero tan poquito, de verdad tan poquito –¿por qué será que nunca me habré encariñado con este país? No siento ese apego que el tiempo y los recuerdos de juventud suelen suscitar, en serio nada de nada. Me gusta la ciudad de Montreal, pero la  mentalidad de la gente, su forma de hablar, su historia, no me tocan, al contrario, lo veo todo como muy diferente de mis valores y no sé por qué; soy argentina por un pelo, ¿qué conozco yo de la realidad argentina, de la vida día a día? Soy argentina de nacimiento, por los recuerdos de mis padres y de haber vivido un par de años en el momento de aprender a leer. Comer empanadas en el jardín de una prima cada tanto no hace de mí una argentina. Lo sé. Entonces ¿qué? Quise inmigrar en Europa que elegí con el corazón, el alma, y todo lo que soy.  Amo Europa. Sin embargo, no vivo allá, estoy aquí. Un casamiento de conveniencia.

Soy hispanohablante con tantas limitaciones, ¡por favor! Hablo el francés bastante bien. Es más, creo dominar la gramática francesa, pero prefiero escribir en español con las faltas y todo el vacío de mi conocimiento del idioma y de la sintaxis castellana. Intento escribir en francés (tengo mucho vocabulario), pero me aburro. O sea que otra vez, dudo, vacilo, titubeo, porque es eso: titubear, ni el uno ni el otro. Ni fu ni fa.

Sin armonía axial, sin identidad clara, sin idioma dominante, tuve que esmerarme para todo. Llegando a un nivel aceptable en algunas cosas. Aceptable, eso: hasta por ahí nomás. Hay cosas a las que renuncié, tocar la guitarra, ser música, escritora, intérprete, patriota; y me quedo con lo del entusiasmo de la curiosidad. Los múltiples yo, poblando un jardín travieso y algo salvaje de flores de colores diferentes que me gusta regalar. Un peu de ci un peu de ça. Una mezcla de muchas cosas sin exceso. 

Cuando venga a darme un beso, no se extrañe si dudo que mejilla presentarle, ya sabe.

 

 

 

lunes, 21 de junio de 2021

Ne rien perdre pour attendre

Apprendre à perdre. Voilà vers quoi il faut tendre. Ma vie n'est rien d'autre qu'une vertigineuse dépossession.

Et ce, depuis mon plus jeune âge, car quand j'étais petite, j'étais ce qu'on appelle une enfant distraite. Je le suis toujours, mais j'ai réussi avec le temps à développer des stratégies qui me permettent de raisonnablement résoudre mes lacunes d'attention. Je fais les choses en grande partie automatiquement sans y porter soin ni concentration. Les gestes se font en totale indépendance de la tête, en liberté.  Alors, les choses perdues, ça me connait. Pour retrouver les objets, je dois refaire l'historique de mes pensées au moment où j’accomplissais les gestes. Je sais, c'est un drôle de mécanisme, mais il fonctionne pour moi. L'anxieuse que je suis, ne pars plus dans toutes les directions, remuant ciel et terre, pleurnichant sur ma bêtise, pour retrouver l'objet perdu. Cela je ne le fais plus, au sens propre et au figuré. Il me semble que je prends plus de temps pour réfléchir. Il y a même eu un moment où je finissais par accepter que les choses disparaissent, convaincue qu’elles referaient surface un jour ou l’autre. Convaincue que la recherche était plus riche que la perte.

Apprendre à perdre doucement pour ne pas trop souffrir. J’y travaille depuis longtemps, pas toujours aussi profitablement que je le voudrais, mais l’effort y est, la volonté, l’engagement. Apprendre à perdre ai-je dit, ne garder que ce qui est resté volontiers, incluant l'autre. Car il faut accepter celui qui est parti  et qui est perdu, celui pour qui j'avais perdu la tête, en espérant peut-être, la  retrouver  et la reperdre à nouveau, si possible sans en perdre le nord. Le nord de l’étoile polaire, celle qui me situe, me guide et me console.

Apprendre à se perdre quand c’est nécessaire pour gouter, sentir, jouir et croquer à pleine bouche les choses qui en valent la peine.

Peine perdue, tout se perd, j'ai beaucoup perdu, je le sais, mais perdre c’est vivre, se battre, aimer; celui qui ne se débat plus, a déjà tout perdu.

 


jueves, 10 de junio de 2021

Pissenlit

 

Estoy demasiado feliz. Los días vuelan, se esfuman sin que pueda retenerlos. Será eso la felicidad ¿una nube atemporal donde nada pesa, que me transporta ingrávida por los días cortos y las noches largas de mi verano (duermo poco)? La felicidad que siento no me deja recuerdos, pasa sin dejar huellas. No hago nada que pueda anclar lo vivido. Vivo, nada más; estoy alegre, en buena salud, contenta de estar bien; gozo de cosas sencillas; me rodeo de palabras, de música y de belleza por lo que los días corren y corren. Estoy en mi cuarta semana de vacaciones y me doy cuenta de que me gusta tanto este “farniente” que la posibilidad de que se termine me deja aprehensiva, se me retortija el estómago. Será por eso del Yin y del Yang, imposible para los de nuestra cultura no sentir miedo ante la permanencia de un bienestar. Alguna serpiente surgirá y me hará caer del paraíso. Qué cosa, ¿no?

Mientras tanto, leo, camino y pedaleo. Pedaleo, leo, camino. Hoy caminaré, pedalearé y leeré. En ese orden. También bailaré tango como todas las semanas desde hace casi siete años. Me inscribí a una clase de yoga en un parque para tomar sol y estirarme una vez a la semana. Apoyo así a los que no pueden trabajar por la pandemia, salgo a tocar la tierra y pienso en mis músculos maltratados.  

Así la vida. Si pudiera viajar sería el colmo. Bueno, ya lo haré.

Comparto mis tardes con Olga Tokarczuk que me fascina y a la que admiro; Pierre Lemaitre que me divierte y me choca al mismo tiempo; Emmanuel Carrère que me sorprende. Nuevos autores franceses, más o menos interesantes a los que leo para ver si alguien me atrapa; también está Laínez, entretenidísimo… y algunos más. A eso dedico mis días. A veces pienso que sería útil escribir, pienso que así practicaría el castellano, pero miro el cielo, mi piel parcheada de sol y salgo.

Mes bonito de junio, mes liviano como dientes de león plumosos que vuelan por el aire, mes tranquilo como mi felicidad estival. Como el calor, el sol, la hierba … ay

Niagara

Pendant que les champs brûlent

J'attends que mes larmes viennent
Et quand la plaine ondule
Que jamais rien ne m'atteigne  

jueves, 3 de junio de 2021

6

Subiendo por la pista ciclista del barrio de Rosemont, en el centro norte de Montreal, se me cruza una monja vestida con velo largo y túnica hasta los pies. Hacía años que no veía a una monja con su atuendo. Un segundo pensé que quizás sea un disfraz o un traje de teatro ya que la monja era joven y bella, alta y elegante (parece mucho, ¿no?). Pasé, sonreí y me concentré nuevamente en mi trayecto lleno de obstáculos, hoyos, hormigón reventado. ¡Ah la ciudad en primavera!, ¡oh Montreal de mala calidad! Al volver de ese mismo trámite, un par de horas más tarde, paso al revés por una calle paralela y a mi izquierda surge un cura, también alto, joven y elegante con su cuello clerical y un traje gris perfectamente cortado. Me quedé pensando. Primera observación: en un solo día veo a dos religiosos, más que en diez años paseando por la calle. Segunda observación, están vestidos de una forma elegantísima, son jóvenes y altos; tercera observación, caminan en calles paralelas en la misma dirección a la misma altura. Si lo escribo en un cuento, resultará demasiado craso. Así la vida en junio.

Junio el mes de mis aventuras. El mes en que intento cosas nuevas fuera de lo común como esa vez que nos tiramos al agua en un bote dragón con colegas tan novatas como yo. Aprendimos a remar al unisón en el agua a la tardecita de seis lunes de un mes de junio  (y un poco de julio, claro) anormalmente fresco. ¿Por qué barco del dragón? No tengo ni la menor idea. ¿Por qué acepté? Tampoco tengo respuesta. Lo hicimos un mes y medio hasta que se termine el cursillo. Una cosa nueva, exigente y divertida en el agua del canal Lachine.


El año pasado, año pandémico, me puse a caminar, pedalear como una loca. Este año, otra cosa encontraré. Ya que al no tener cosas agradables por lo menos cosas nuevas habrá que intentar.