Estoy
demasiado feliz. Los días vuelan, se esfuman sin que pueda retenerlos. Será eso
la felicidad ¿una nube atemporal donde nada pesa, que me transporta ingrávida
por los días cortos y las noches largas de mi verano (duermo poco)? La felicidad que siento
no me deja recuerdos, pasa sin dejar huellas. No hago nada que pueda anclar lo
vivido. Vivo, nada más; estoy alegre, en buena salud, contenta de estar bien;
gozo de cosas sencillas; me rodeo de palabras, de música y de belleza por lo
que los días corren y corren. Estoy en mi cuarta semana de vacaciones y me doy
cuenta de que me gusta tanto este “farniente” que la posibilidad de que
se termine me deja aprehensiva, se me retortija el estómago. Será por eso del Yin y del Yang, imposible para los de nuestra cultura no sentir miedo ante la
permanencia de un bienestar. Alguna serpiente surgirá y me hará caer del
paraíso. Qué cosa, ¿no?
Mientras
tanto, leo, camino y pedaleo. Pedaleo, leo, camino. Hoy caminaré, pedalearé y
leeré. En ese orden. También bailaré tango como todas las semanas desde hace casi
siete años. Me inscribí a una clase de yoga en un parque para tomar sol y
estirarme una vez a la semana. Apoyo así a los que no pueden trabajar por la
pandemia, salgo a tocar la tierra y pienso en mis músculos maltratados.
Así la
vida. Si pudiera viajar sería el colmo. Bueno, ya lo haré.
Comparto
mis tardes con Olga Tokarczuk que me fascina y a la que admiro; Pierre Lemaitre
que me divierte y me choca al mismo tiempo; Emmanuel Carrère que me sorprende. Nuevos
autores franceses, más o menos interesantes a los que leo para ver si alguien me atrapa;
también está Laínez, entretenidísimo… y algunos más. A eso dedico mis días. A
veces pienso que sería útil escribir, pienso que así practicaría el castellano,
pero miro el cielo, mi piel parcheada de sol y salgo.
Mes bonito
de junio, mes liviano como dientes de león plumosos que vuelan por el aire, mes
tranquilo como mi felicidad estival. Como el calor, el sol, la hierba … ay
No hay comentarios:
Publicar un comentario