Cuando se
me ofrece una raqueta de tenis, yo la zurda de las hermanas Negrete Aragón,
nunca sé con qué mano tomarla. Cuando juego, bueno las pocas veces que intenté
devolver la pelota con la raqueta (por favor oigan el suspiro ante la
presunción del uso del verbo jugar), me la paso de una mano a la otra,
incómoda, sin saber o más bien sin sentir que brazo será el más competente. Soy zurda, pero tengo la impresión de que no es una zurdera absoluta: escribo
con la mano izquierda; sin embargo, en este mundo diestro tuve que compensar y
hago muchísimas cosas con la derecha. De todos modos, no creo que exista un
gran porcentaje de personas totalmente una cosa o la otra. Soy zurda hasta por
ahí nomás, como muchas cosas en mi vida.
Soy
canadiense, pero tan poquito, de verdad tan poquito –¿por qué será que nunca me
habré encariñado con este país? No siento ese apego que el tiempo y los
recuerdos de juventud suelen suscitar, en serio nada de nada. Me gusta la
ciudad de Montreal, pero la mentalidad de la gente, su forma de hablar,
su historia, no me tocan, al contrario, lo veo todo como muy diferente de mis valores
y no sé por qué; soy argentina por un pelo, ¿qué conozco yo de la realidad
argentina, de la vida día a día? Soy argentina de nacimiento, por los recuerdos
de mis padres y de haber vivido un par de años en el momento de aprender a
leer. Comer empanadas en el jardín de
una prima cada tanto no hace de mí una argentina. Lo sé. Entonces ¿qué? Quise
inmigrar en Europa que elegí con el corazón, el alma, y todo lo que soy. Amo Europa. Sin embargo, no vivo allá, estoy
aquí. Un casamiento de conveniencia.
Soy
hispanohablante con tantas limitaciones, ¡por favor! Hablo el francés bastante
bien. Es más, creo dominar la gramática francesa, pero prefiero escribir en
español con las faltas y todo el vacío de mi conocimiento del idioma y de la
sintaxis castellana. Intento escribir en francés (tengo mucho vocabulario),
pero me aburro. O sea que otra vez, dudo, vacilo, titubeo, porque es eso: titubear,
ni el uno ni el otro. Ni fu ni fa.
Sin armonía axial, sin identidad clara, sin idioma dominante, tuve que esmerarme para todo. Llegando a un nivel aceptable en algunas cosas. Aceptable, eso: hasta por ahí nomás. Hay cosas a las que renuncié, tocar la guitarra, ser música, escritora, intérprete, patriota; y me quedo con lo del entusiasmo de la curiosidad. Los múltiples yo, poblando un jardín travieso y algo salvaje de flores de colores diferentes que me gusta regalar. Un peu de ci un peu de ça. Una mezcla de muchas cosas sin exceso.
Cuando venga a darme un beso, no se extrañe
si dudo que mejilla presentarle, ya sabe.
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