jueves, 15 de julio de 2021

De Lorimier

 

El departamento tiene ventajas sobre el mío. Por ejemplo, la máquina de café queda a dos pasos de la cama. Es buena, es rápida, el café está listo antes de que termine el primer suspiro. La otra ventaja es la fuerza del agua de la ducha. Potente, generosa, agua que sale fuerte, un contraste total con la ducha de casa que cae como llovizna porteña en el mes de julio. Me quedaré dos semanas en el cuarto de Benja mientras él vive en casa con la posibilidad del uso del auto.

El cuarto es chico y está sobre una calle ruidosa. Las puertas del edificio se abren y se cierran constantemente resonando con los movimientos de los resortes. Justo antes de cerrarse, se puede oír la puerta descontrolada encajar la cerradura de forma sonora, terminar su recorrido con un golpe. Los camiones justo detrás de la ventana resuenan porque un desnivel en el asfalto los hace saltar y chirriar. El ruido no me molesta, es una constatación nada más.

Me siento como si estuviera de viaje y me estoy quedando en un alojamiento alquilado a la semana, ya me tocó algo parecido en Praga, en Roma. Desde ayer, descubro un barrio que no conozco bien. Camino por caminos que no he pisado antes. Los circuitos de bicicleta son más complicados a restablecer, pero en este barrio, el Plateau, el auto no es bienvenido: aquí reina incontestable la bici. Las pistas son numerosas. Las calles son un infierno para el auto. Estoy desde hace poco, ya veremos cómo va la cosa.

Hoy anduve hasta el parque olímpico y a pesar del calor la caminata fue agradable, la calle Mont Royal está cerrada a los autos y los almacenes chics se multiplican por dos o tres zonas cercanas: Laurier, Mont-Royal, Masson. Tengo elección. Descubro un barrio nuevo, contrastado, muy diferente del mío.

Para eso están las vacaciones, ¿no?

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