jueves, 27 de julio de 2023
miércoles, 26 de julio de 2023
Robert Desnos
J'ai tant rêvé de toi
jueves, 20 de julio de 2023
Prisionera: un fin de semana
Los caminos de noche son oscuros. Además, se oyen todo tipo de animales arrastrándose por ahí, escondiéndose, no sé, no me gusta.
¡Es el
campo!
Y bueno, no
me gusta el campo.
¿Qué no
buscabas soledad, tranquilidad, descanso?
Uf, en el
campo me aturde el silencio pesado de día y los ruidos indistintos de noche. Es
más, no me siento sola en ningún momento. Nunca. Me espían de entre los árboles.
Y la verdad verdadera es que nadie descansa en el campo. El campo es exigente.
Estás
completamente loca.
Me sentí
atrapada, emboscada, solo quería volver a la ciudad. En la ciudad me siento totalmente
sola, anónima. En el campo, toses y los vecinos lo saben. El sonido se
transporta lejos y fuerte. Un horror.
¿Y la
naturaleza? ¿no te conmueve?
¡Qué cosas dices! sí, por supuesto, no soy insensible:
me gustan los árboles, los colores, el canto de los pájaros, vamos, no me
pueden no gustar. Todo me supera. Me
gusta, no quiere decir que la necesite. Además, esta naturaleza me paraliza,
soy incapaz de hacer lo que sea. En la ciudad vivo, en el campo soy testigo,
nada más. Saber que existe, me basta: te digo que quería volverme, lo más rápidamente
posible.
No te
entiendo. ¿Qué te asustaba? ¿Qué inquietud sientes?
No sé.
La mayoría
de la gente, gente de ciudad, sufre, me oyes, sufre de no estar en contacto con
la naturaleza. Presión arterial alta, ansiedad, depresión. Los hay que piensan
que sin naturaleza…
Pero por
favor, no es la naturaleza mi problema, es el campo. Las distancias, la
ausencia de humanos o al contrario presencia de humanos inquisidores. Me sentí
incómoda. Como si no estuviera en mi lugar. Una extranjera, un bicho raro fuera
de sitio.
No querrías
estar ahí, cuando uno hace algo contrario a su voluntad, …
Creo que sí.
Tienes razón. Me gustaba la idea del campo. Y al final cuando estuve, ya no me
agradó tanto, quise volver. No pude
relajarme. Supongo que esperaba que el campo me gane, me sorprenda, me hechice.
Y lo que único que pasó fue que lloviera.
Jajajaja
No pude ni
caminar, caía más fuerte que mi propia ducha. Mi macutillo empapado, la ropa chorreando
ríos de agua. Desolador. Me puse a mirar el cielo y esperar que salga el sol. Y
de vez en cuando salió, pero estaba ya de mal humor, yo y las juntas de
mosquitos y moscas que me perseguían.
Por lo
menos me sirvió para convencerme que me gustan las ciudades llenas de personas andando,
con prisa o no; me gustan las veredas, los portones, las ventanas. Los miro, los
necesito, aunque sean feos como aquí. No
me importa. Lo que necesito es la calle, la calle. No me alejaré más. Ya sé de
donde vengo y donde voy. Al campo, se lo dejo a los sentimentales. Para el
verde que te quiero verde, lo tengo al Mont-Royal donde voy una vez a la semana.
Me gustan las plazas, los parques, jardines, sí, eso sí, el campo solo si
necesario, cuando me invitan, cuando es por un día.
Ya
Creo que
fue una cuestión de movimiento. Me faltó eso, que las cosas se movieran. En el
campo todo vive, (es un mundo escondido) el viento mece las hojas, sin embargo, todo queda en su
lugar. Algo así como una tumba buena para
la salud. Por ahí va la cosa.
Uy, qué exagerada,
Y sí, ya se sabe.
miércoles, 12 de julio de 2023
Milan Kundera (1929-2023)
L'homme ne peut jamais savoir ce qu'il faut vouloir car il n'a qu'une vie et il ne peut ne la comparer à des vies antérieures ni la rectifier dans des vies ultérieurs. Vaut-il mieux être avec Tereza ou rester seul ?
Il n'existe aucun moyen de vérifier quelle décision est la bonne car il n'existe aucune comparaison. Tout est vécu tout de suite pour la première fois et sans avoir jamais répété. Mais que peut valoir la vie, si la première répétition de la vie est déjà la vie même ? C'est ce qui fait que la vie ressemble toujours à une esquisse. Mais même "esquisse" n'est pas le mot juste, car une esquisse est toujours l'ébauche de quelque chose, la préparation d'un tableau, tandis que l'esquisse qu'est notre vie est une esquisse de rien, une ébauche sans tableau.
sábado, 8 de julio de 2023
Salvaje
Me llevó al
barco, sobre el San Lorenzo, a un lugar quieto lleno de juncos altos y
protectores. Solo se oían los trinos, chirridos de los pájaros a lo lejos una
vez que el motor se acalló. Se veía el agua moverse suavemente con el balanceo
del bote. ¡Una tranquilidad! Las nubes moviéndose por la extensión del cielo
era lo más activo. Todo lo demás, meneándose con lentitud. Ningún barullo.
Calma y agua.
Sus manos
expertas iban de una cosa a la otra en su embarcación parcheada, arreglada
provisionalmente con cosas heteróclitas encontradas por ahí—por la calle, insiste,
si supieras cuántas cosas se tiran por la calle; le faltaría un poquito de
limpieza, pensé yo. Y en realidad, le faltaría sentido para mí, pensé también.
Estar rodeado de agua sin poder caminar, bueno, bañarse sí, supongo, pero
atrapado en un lugar reducido todo el día, ¿cómo puede pasarse la vida aquí?
Solo caben dos personas sentadas, también hay una cabina para recostarse, una
silla con función de mesa para almorzar. Nada más. Sin baño, sin cocina. Uf, un
sitio para alguien que quiera leer todo el día, alguien que quiera escribir en
un cuaderno a pesar del movimiento rítmico, alguien que quiera estar en una
soledad pesada, densa de silencio y lejos de todo. Mi amigo no habla mucho, no
cuenta nada, no hace preguntas. Me explica simplemente que necesita del agua
cerca. Siempre fue así. Y yo necesito tierra firme. Nos llevamos bien, como dos
personas de dos lados opuestos del planeta pueden llegar a llevarse bien: la
sorpresa y la curiosidad por el otro participando a un mutuo respeto de lo
ajeno, de lo dispar.
- ¿Habrá
sapos por aquí? Pregunté.
- ¿Sapos?
-Sí,
sapitos horribles, ya sabes, que croan y saltan de una planta al agua.
-Supongo
que sí, las ranas toros, los ouaouaron como se los llama, pero no es sapo es
rana. Una rana gorda y grande. ¿por qué preguntas?
-He leído
por alguna parte que niños habían intentado ponerle un cigarrillo a la boca una
rana, que ésta la respiraba y después de succionar la rana explotaba.
- ¿Y eso te
gustaría hacer? ¿Ver explotar una rana?
-No, no,
estaba pensando nada más…
-Sos un
poco salvaje a veces.
-Hum, no
sé.
jueves, 6 de julio de 2023
Disciplina
Siempre me ocurre, llegan las vacaciones y el día se esparce por el viento de las horas inconstantes de mis días felices como esas pelotitas sedosas, pelillos evanescentes, musgos volantes de los álamos de Montreal que mucha gente compara a copos de nieve de verano.
Necesito unos momentos antes de establecer un nuevo modus vivendi, un horario para que mis vacaciones no se esfumen.
Entonces pensé: iré con la bici por el centro, me encontraré un café, estableceré un cuartel general, ritmaré mis días entre bici, lectura, reflexiones, paseos y baile. Qué tal la felicidad.
Me obligaré a una regularidad, un compás, ando demasiado suelta, descampada ( si se puede usar ese adjetivo) para que mi verano tenga sentido, un sentido propio, personal, íntimo. Para que no me falte el aire en agosto,
Los días corren como caballos salvajes por las montañas.
Ch. Bukowski
miércoles, 5 de julio de 2023
Le bon air de Buenos Aires
Al asomarme al balcón para evaluar el calorcito de la tarde, pienso en el departamento de Nanina en Buenos Aires donde hace pocos meses me quedé. Hace calor estos días, así como hacía en Buenos Aires en marzo, un calor de verano, rico, poderoso, luminoso.
Me siento
bien en el calor. Sin embargo en aquel departamento del microcentro de la
capital argentina, me la pasé entre mosquitos y sudor, soñando en la calle; en
una pieza minúscula entre plantas sobre un colchón ligero, atrapada entre una
biblioteca polvorienta y un escritorio, me preguntaba con algo de indignación, cómo
el arquitecto retorcido pensó en la transformación de esa parte del inmueble
porteño que debió ser grande y quedó
incómodo con paredes de yeso abultadas, voluminosas, no sé bien explicarlo: paredes
gruesas. No me malinterpreten, ¡el departamento está en pleno centro! Tiene dos
cuartitos, una cocina, un baño, un saloncito, dos balcones pequeños, más que
suficiente para mi prima. Pero tiene una construcción rara. Y ahí acostada
sobre mi colchón, pensaba en la calle.
Calle que
tenía el maravilloso atributo de un vientito redentor.
Ah, ¡mi
Buenos Aires, querido! Vientos pamperos que me aliviaron la estadía a pesar de
un sol, una humedad digna del mes de enero.
Ahí estaba en la calle de Balvanera, de Constitución, de San Cristobal y Montserrat, caminando horas a toda hora.
Ahora voy a
salir, aquí el viento viene del sureste débil y está más presente cerca del
canal, allá voy. No será un recorrido como aquel en la capital, sino que al no
poder cambiar el viento, le ajustaré las velas.