Siempre me ocurre, llegan las vacaciones y el día se esparce por el viento de las horas inconstantes de mis días felices como esas pelotitas sedosas, pelillos evanescentes, musgos volantes de los álamos de Montreal que mucha gente compara a copos de nieve de verano.
Necesito unos momentos antes de establecer un nuevo modus vivendi, un horario para que mis vacaciones no se esfumen.
Entonces pensé: iré con la bici por el centro, me encontraré un café, estableceré un cuartel general, ritmaré mis días entre bici, lectura, reflexiones, paseos y baile. Qué tal la felicidad.
Me obligaré a una regularidad, un compás, ando demasiado suelta, descampada ( si se puede usar ese adjetivo) para que mi verano tenga sentido, un sentido propio, personal, íntimo. Para que no me falte el aire en agosto,
Los días corren como caballos salvajes por las montañas.
Ch. Bukowski
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