Los caminos de noche son oscuros. Además, se oyen todo tipo de animales arrastrándose por ahí, escondiéndose, no sé, no me gusta.
¡Es el
campo!
Y bueno, no
me gusta el campo.
¿Qué no
buscabas soledad, tranquilidad, descanso?
Uf, en el
campo me aturde el silencio pesado de día y los ruidos indistintos de noche. Es
más, no me siento sola en ningún momento. Nunca. Me espían de entre los árboles.
Y la verdad verdadera es que nadie descansa en el campo. El campo es exigente.
Estás
completamente loca.
Me sentí
atrapada, emboscada, solo quería volver a la ciudad. En la ciudad me siento totalmente
sola, anónima. En el campo, toses y los vecinos lo saben. El sonido se
transporta lejos y fuerte. Un horror.
¿Y la
naturaleza? ¿no te conmueve?
¡Qué cosas dices! sí, por supuesto, no soy insensible:
me gustan los árboles, los colores, el canto de los pájaros, vamos, no me
pueden no gustar. Todo me supera. Me
gusta, no quiere decir que la necesite. Además, esta naturaleza me paraliza,
soy incapaz de hacer lo que sea. En la ciudad vivo, en el campo soy testigo,
nada más. Saber que existe, me basta: te digo que quería volverme, lo más rápidamente
posible.
No te
entiendo. ¿Qué te asustaba? ¿Qué inquietud sientes?
No sé.
La mayoría
de la gente, gente de ciudad, sufre, me oyes, sufre de no estar en contacto con
la naturaleza. Presión arterial alta, ansiedad, depresión. Los hay que piensan
que sin naturaleza…
Pero por
favor, no es la naturaleza mi problema, es el campo. Las distancias, la
ausencia de humanos o al contrario presencia de humanos inquisidores. Me sentí
incómoda. Como si no estuviera en mi lugar. Una extranjera, un bicho raro fuera
de sitio.
No querrías
estar ahí, cuando uno hace algo contrario a su voluntad, …
Creo que sí.
Tienes razón. Me gustaba la idea del campo. Y al final cuando estuve, ya no me
agradó tanto, quise volver. No pude
relajarme. Supongo que esperaba que el campo me gane, me sorprenda, me hechice.
Y lo que único que pasó fue que lloviera.
Jajajaja
No pude ni
caminar, caía más fuerte que mi propia ducha. Mi macutillo empapado, la ropa chorreando
ríos de agua. Desolador. Me puse a mirar el cielo y esperar que salga el sol. Y
de vez en cuando salió, pero estaba ya de mal humor, yo y las juntas de
mosquitos y moscas que me perseguían.
Por lo
menos me sirvió para convencerme que me gustan las ciudades llenas de personas andando,
con prisa o no; me gustan las veredas, los portones, las ventanas. Los miro, los
necesito, aunque sean feos como aquí. No
me importa. Lo que necesito es la calle, la calle. No me alejaré más. Ya sé de
donde vengo y donde voy. Al campo, se lo dejo a los sentimentales. Para el
verde que te quiero verde, lo tengo al Mont-Royal donde voy una vez a la semana.
Me gustan las plazas, los parques, jardines, sí, eso sí, el campo solo si
necesario, cuando me invitan, cuando es por un día.
Ya
Creo que
fue una cuestión de movimiento. Me faltó eso, que las cosas se movieran. En el
campo todo vive, (es un mundo escondido) el viento mece las hojas, sin embargo, todo queda en su
lugar. Algo así como una tumba buena para
la salud. Por ahí va la cosa.
Uy, qué exagerada,
Y sí, ya se sabe.
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