domingo, 30 de septiembre de 2007

viernes, 28 de septiembre de 2007

Frase del día.

Argentinos me han pedido que cante una copla yo, y como soy argentina no puedo decir que no.
Me invitaron a ver el partido. ¿Qué hago? ¿Voy?

Del diario.

El segunda línea de Argentina, Carlos Ignacio Fernández Lobbe, le pone pimienta a las declaraciones. Sobre un posible cruce en cuartos de final con los All Blacks dijo: "Si tenemos que jugar contra los All Blacks, necesitaríamos que todos tuviesen diarrea y poner francotiradores en el estadio, y además que nos saliera de nuestra parte el mejor partido de nuestras vidas". Está claro como el agua. Argentina quiere hacer todo lo posible contra Irlanda, para que sea Francia quien juegue contra los All Blacks en Cardiff.

Este tipo sabe de que habla. Sí señor. Vamos primero a vencer a los irlandeses, mandar los franceses a Cardiff jugar contra los All Blacks y nosotros ganar acá en París, cerca de mi casa. Ajá. Qué les parece. A mí: bien.

jueves, 27 de septiembre de 2007

Le repos du guerrier

La vida como un campo de batalla: "Chicos, hagan los deberes; Guy no tires tus cosas en el piso; ¡Benja no grites! Epa, no pegues a tu hermano; a ducharse banda de roñosos; gordita: terminá de comer tus chauchas mi amor; apúrense chicos es tarde; no ensucien la mesa que acabo de limpiar; ¡a dormir! es tardísimo; estoy agotada solo con escribirlo: pobres, la generala en comando de las tropas luchando todos los días para mantener el orden y la paz, cuidando también que los soldados cumplan con sus deberes y obligaciones, preocupándose por su salud, y el reposo del guerrero. Luchar, pelearse, combatir, ¿a eso se resume mi vida? "Ma force à lutter s'use et se prodigue; jusqu'à mon repos, tout est combat" escribía Alfred de Musset. No no, claro que no. Hay otras cosas. Muchísimas más. A ver lo pienso.
Después de la batalla, admitiendo derrota, en la unión de las fuerzas, los soldados se relajan, y nos reímos, bailamos, conversamos, cómplices, fraternales y a gusto en la tranquilidad del reconocimiento, en casa circula mucho amor.
Hace mucho tiempo ya, J.-J. decía de mí burlón que le hacía pensar a un soldadito rebelde-- mon petit soldat-- y cuando le preguntaba porqué me contestaba que mi actitud con la vida era una de enfrentamiento con todo y contra todo, sobre todo contra mí misma, y rebelde porque lo mío era la resistencia, una resistencia malhumorada, era una sublevada de la vida. No sé si tendría razón, lo que sí es verdad es que me falta resignación, esa capacidad de aceptación de las adversidades, o más sencillamente docilidad y mejor genio. Y eso desde chiquita. Tenía ocho-nueve años cuando decidí irme de casa. Preparé una mochila con comida, tenía un poco de plata, no sé de donde, ropa para cambiarme, miré horarios de tren, me iba, me mandaba a mudar. Quería un cambio, una nueva vida, un terremoto, algo, no quería conformarme con la que tenía. No era infeliz en mi casa, tampoco del todo feliz, qué pasaría no me acuerdo, tenía nueve años y quería comenzar algo nuevo. Le dejé una nota a mi hermana, salí temprano, y me fui. Era la primera vez que salía sola por la ciudad. Por supuesto que no llegué lejos, me paré en un cine, y me quedé todo el día ahí, la libertad a los nueve es algo limitada. Al final del día regresé a casa, con un poco de amargura por la injusticia de no poder vivir esa aventura del todo.
Ahora pienso que luchar, pelearse y protestar es también esforzarse, abrirse paso. Y si lo hacemos es que sospechamos que vale la pena ¿no?
Y aparece por la puerta Benja protestando, quejón, como siempre y por todo, irascible, ... ay dios. Le digo, Benja, me he puesto los anteojos y sabes qué, ahora veo el azul profundo, el color exacto de la belleza absoluta de tus ojos, y solo por eso, mi querido, me los voy a poner todos los días. ¿Me entendés? Ahora contame lo que te anda pasando.

lunes, 24 de septiembre de 2007

De mimos y mimos



Para Marta Inés. Te va a gustar.



Para Antonio, ¿ves? también mimo.



Tango maestro.

Dalí- 1: Ganas de embromar a Antonio.



Dalí- 2: je n'arrives pas à choisir celui que je veux, il y en a trois, alors, j'ai pensé à Velázquez. Voilà.

domingo, 23 de septiembre de 2007

Humildad

Benja quería que le cosiera dos insignias sobre su bolso de escuela: una cabeza de muerto colorada sobre fondo negro, otra que dice INDEPENDENT con letras casi góticas. Las miré un momento y le contesté que no sabía coser, pero que lo intentaría. ¿No sabes coser, mamá? No muy bien, hijo, sino que sé poner un botón, y quizás de forma desprolija acortar unos pantalones. No sé coser, no. Y me dejó pensando. Pobre, con madre inútil. Porque tampoco sé cocinar. Cocinar bien, digo. Claro que sé hacer de comer, pero como Jennifer que uno sale de su casa pensando que ha estado en un jardín de flores, con música en segundo plano, algo así como el paraíso, así no sé. El flan de dulce de leche me sale más o menos bien, las milanesas, el chile con carne, tampoco para salir suspirando. ¿Tejer?, un poquito, casi nada, empiezo y no sé terminar. Bordar ni hablemos. Okey pienso no soy ama de casa consumada: cuando me acuerdo de las mamás que hacen disfraces o miles de cosas para los hijos en las fiestas, obra de teatro, para la escuela, me deprimo. Entonces seré una mamá deportista. Bueno... Tampoco puedo llevarlos a jugar al tenis. No sé jugar al tenis. Todavía no he decidido si debía tomar la raqueta con la derecha o la izquierda. Nadar, digamos que no me ahogo, hasta ahí. El fútbol, el básket, el badminton, el ping pong, el esquí me muero de miedo y voy despacio, todo lo hago más o menos: soy un desastre. Me gusta caminar. A mis hijos no. Por suerte la bici no es complicada, una vez que uno aprendió, dicen que ...
Sé llevarlos al parque, sentarme con un libro al sol mientras juegan. Les tiro la pelota de baseball y se me va para abajo. Mamá, me explica mi hijo, tirala así, con más puntería. No. Soy totalmente incompetente. Como la chicharra de Lafontaine me voy a poner a cantar y nada más: ¿seré una mamá artista? Me encanta cantar pero la verdad es que me olvido de la letra de las canciones y cada vez que lo intento se ponen mis hijos de rodillas suplicantes para que pare. Tampoco sé tocar de un instrumento. Bailar, sí, me gusta bailar, pero como aprendí baile clásico, no sé bailar salsa, ni cumbia, ni tango, ni mambo, cuando ponen música rock, me muevo bonito, eso sí. No pinto ni dibujo. Las fotos me salen así nomás. Nunca aprendí a ocuparme de un jardín. No tengo ni la menor especie de idea sobre plantas y flores. Inepta absoluta. Nunca he podido contar un chiste, me parto de la risa antes de terminar, me olvido, nadie entiende nada, y se aburren esperando que me acuerde de como iba. Mi vecina sabe de tapicería por ejemplo y restaura sus muebles antiguos. Una maravilla. La otra, sabe hacer joyas, preciosas. Tengo una amiga que sabe de olores. Crea perfumes. Es elegante, sabe vestirse. Todos tenemos un don especial, algo que hacemos bien o con entusiasmo ¿quéno? Vamos, algo, alguito tendré que me hace especial. Me parece que me voy a quejar a mi madre, una reclamación formal.
¡Sí, algo sé!: soy fantástica para desatar nudos. No hay nudo que me resista. Uf, pensé que no encontraría nada antes del final de este texto. Puede ser chiquito o grande. Apretado, en un collar o en cualquier cosa: les aseguro, soy buena, muy buena. Mis hijos quedan pasmados, cuando me ven.
Otra cosa sé hacer, sé querer, apreciar, gozar de la vida y sus pequeñas cosas, hago que la vida sea un teatro fabuloso, divertido y también dramático. Soy curiosa y lo trasmito a mis hijos, qué quizás ellos aprendan a hacer algo, mejor que yo. Ojalá.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Se terminó hoy el verano


...

My girlfriends run off with my car,
And gone back to her ma and pa,
Telling tales of drunkenness and cruelty.
Now I'm sitting here,
Sipping at my ice cold beer,
Lazing on a sunny afternoon.

Help me, help me, help me sail away,
Well give me two good reasons why I oughta stay.
cause I love to live so pleasantly,
Live this life of luxury,
Lazing on a sunny afternoon.
In the summertime
In the summertime
In the summertime
Acá el video: (The Kinks)



miércoles, 19 de septiembre de 2007

Pierrette et le pot...

Estoy convencida que he puesto el diez euros en el bolsillo del jean: pálpome, nada. Pero estoy segura. Como ya no veo muchas cosas las hago al tacto o al controlar el peso, me explico, si falta algo en mi cartera, lo sé porque la cartera no cae igual sobre el hombro, lo sé por el peso, y otras cosas por el olor, o por los automatismos como los de los números de teléfono, ya que no distingo los números. Igual para el código de la tarjeta de banco. Así estamos: con todos los sentidos súperdesarollados. Bueno, me fío de mis instintos. Sigo segurísima. Es más, recuerdo el gesto de ponerlos en el bolsillo. Busco en todos mi pares de jeans, y nada. ¿Qué se han hecho? Tampoco es tanto, sin embargo pienso: diez euros. Con diez euros compro pan durante diez días seguidos. Me voy al cine, sola, y al salir me pago un café "expresso" negro y caliente. Con diez euros me puedo comprar ese collar largo y fino con piedritas de color ámbar que he visto en la vidriera al lado del supermercado, y hasta me quedaría un poco de suelto. Hablando de compras, con diez euros me da para comprar cinco kilos de manzanas, vaya chanchada de manzanas me podría mandar, o dos bifes y dos tomates, o un pollo asado entero, que asan en esos asadores ubicados sobre la vereda que se pueden oler a kilómetros en las tardes de otoño cuando se regresa a casa. Ese olorcito, no me lo voy a olvidar nunca. Ah, y un vinito bueno. Sí, eso estaría bien. El otro día Benja me pidió una remera, con diez euros lo podría sorprender. Bueno, no sería la que me pidió él, la de fútbol a cuarenta euros, con Manchester United escrito encima. No, sería una remera normal, pero nueva. Me alcanza para dos revistas literarias, ¿dos? quizás, o para un libro, no llego a comprarme el CD, pero los puedo mirar y ponerme a soñar con música. O como en la farmacia, acercarme a los perfumes. Con diez euros no puedo comprarme ni una botellita chiquita chiquita, nada, apenas un jabón, o una crema buena, estoy exagerando con diez consigo champú, crema, y esos globitos de aceite que se meten en la bañadera. Me pongo un par de velas y me creo en un Spa. O también, podría pagar la multa de estacionamiento que me han puesto el otro día, oh, pero eso sería portarse bien, además la multa no es de diez sino de once euros, seguro que buscando monedas en el fondo de la cartera... Y sí, podría usarlos para las fotocopias, y el correo, los focos que andan faltando en el pasillo, qué aburrido, de todos modos no están en ninguna parte. Si no eran los jeans, ¿era el pantalón negro? En cuanto los encuentre, me compro una torta, gorda y rica, de frutillas, y nos la comemos todos esta noche. Y nos vamos a chupar los dedos...

lunes, 17 de septiembre de 2007

Titanic


De los hijos de mi padre soy la primera. No habré nacido varón pero salí igualita a él. Idéntica. Es buenmozo mi padre ¡eh! Tenemos hasta el mismo color de ojos. Por suerte no he heredado sus bigotes, ni tampoco, desdichadamente, sus buenos dientes y su vista. No, salí con su cara, su pelo, su color, y su mal carácter y nada más. Mi madre, Aragón de ojos negros y grandes, se acuerda de mi abuela paterna que decía que nosotros, los Negrete, teníamos ojos "normales". Y con ese recuerdo estalla una risa impetuosa. Mi madre cuando ríe se oye: tiene una risa magnífica. Y así pasó la expresión de Elena a la posteridad. No, tiene mi padre, y tengo yo, ojos achinados y pequeños. Tampoco son en almendra como mi bella hermana María Justa, no, solamente achinados. Por eso en casa mi padre me llamaba china, o negra, dependiendo de su humor. Ahora bien, estoy en el consultorio de la oftalmóloga y me dice: "le explico: es como la punta del iceberg..." Me quedé pensando en el océano, imaginando el agua ondulando, inmóvil en su extensión y en permanente movimiento, y en el medio algo que sale y que no es del todo lo que se ve: así veo yo. No veo nada claro, ni de cerca ni de lejos, ni de los costados, ni por encima ni por debajo. He perdido en algunos meses tanta visión que no tuve otra que ir de rodillas para no perder el camino, a que me atiendan. "Cuando era joven, continúa la médica, su vista noséqué compensaba su vista nosécuanto*, ajá acepto yo, y cuando con el cansancio de los ojos, --forma bonita de llamar la presbicia--, en su caso, brutal, tengo que admitir, ha perdido la posibilidad de compensar, eso ha tenido por consecuencia que perdiera de una misma vez la vista de lejos y de cerca. Además tiene un ligero problema de astigmatismo..." Yo, hace rato que no la oigo más, me he perdido en su idioma chino, me vino un terrible malhumor y la verdad es que me quiero morir. Estoy en el medio del agua y me ahogo. Maldición de las maldiciones, la medíca, los ojos y los icebergs. Me siento como el Titanic. Nunca he usado anteojos y me rehúso a pensar que... Pregunto con cara de culo: ¿tendré que usar tres pares de anteojos? ¿Me van a sacar los ojos y dar unos nuevos? ¿Puedo vivir sin ver? Porque doctora, le cuento, yo prefiero mil veces no ver nada a usar anteojos de forma permanente". Y la médica un poco sorprendida, se ríe. Yo no. Ver, sí, bueno, algo se necesita, ¿no? Además no puedo seguir con los dolores de cabeza que me han empezado a atacar de forma diaria desde hace un par de semanas. El proceso de aceptación no es evidente. Cuando llego a la óptica para que me preparen los anteojos, me pongo a llorar. Odio los anteojos, me quedan mal, me pesan sobre la nariz, quedo como Nana Mouskouri, quedo seria y me parezco a una maestra de escuela: qué horror. Me dice el pobre hombre, que tampoco entiende bien lo que me pasa, todo el día fue tan excesivo, "vamos señorita, no es para tanto, estoy seguro que si usa este marco va a quedar sexy y todo". Lo miro con tristeza: ¿sexy, yo? ¿Con anteojos? ¿Usted cree? Caminando de vuelta a mi casa, he pensado en la buena vista de mi padre, la risa de mi madre y mi querida abuela con sus ojos normales, y toda yo hundiéndome en el océano. Ya. Así la vida. Ah, y ¡qué vivan los impresionistas caray!

*(la hipermetropía latente se compensa con un esfuerzo de acomodación"),

domingo, 16 de septiembre de 2007

Bésame, bésame mucho.


Óscar Alemán, una versión argentina.


Tino Rossi, una versión francesa.


Los Beatles, una versión... bueno una versión que me gustó.

martes, 11 de septiembre de 2007

Primer aniversario: papel.

No existo más, puesto que ya no tengo papel.
El Maestro y Margarita, Mikhaïl Boulgakov

Pasando por la calle Maurice Denis yendo al centro, he mirado un rato largo el museo a la izquierda, arriba de la calle, un museo que considero como mío, un espacio bello con un jardín que desciende salpicado de estatuas sorprendentes, bancos, flores, árboles y césped, y una vista que da sobre la otra colina, al sur de la ciudad, más humilde, adonde vivo yo. Subiendo lo he mirado un rato largo; me gusta su forma, su color. Cuentan que era un antiguo hospital que pertenecía a la parroquia y que el pintor Maurice Denis lo usó a partir de 1912 como su estudio, estaba abandonado y deteriorado. Se lo apropió y lo terminó comprando, también lo restauró. Están dando como te conté una exposición de esculturas africanas contemporáneas. Esculturas primitivas no, sino obras que reflejan la realidad de África de hoy, artistas jóvenes e interesantes, que crean arte. Un arte que sin embargo se cuela a la vida, a lo cotidiano, la guerra, la muerte. Usan materiales recuperados además de barro, piedra, madera, bronce. La tierra se mezcla al hierro. La madera al cemento. La arcilla al cartón. Las estatuas que han colocado en el jardín son imponentes y fuertes, adentro del museo se pueden ver obras, máscaras, objetos transformados y esculturas de todo tipo y tamaños.
Recordé hoy la instalación espectacular del senegalés Henri Sagna que me había impactado mucho. La verdad es que después de ver su plástica, no pude ver nada más. Hoy me acordé de la pared recubierta de tela blanca en una esquina de una sala pequeña, un lienzo teatral sobre el cual se veían mosquitos, hechos de tela, trozos de botellas y alambre, que daban vueltas sobre una cabeza de muerto, boca abierta inclinada muy ligeramente hacia el cielo, un cielo rodeado de enfermedad, y muerte.
El mosquito escribe Sagna junto a su firma ataca indiferentemente a todos, sin distinción de raza, edad, estatus social o color. La obra se llama Ponction y es del 2005, es hecha de papier mâché. Ponction en francés tiene doble significado: uno de la operación quirúrgica, el otro que habla de un dolor breve e intenso. Eso fue absolutamente lo que sentí.
Con papel: árboles y agua, Sagna imaginó una realidad donde los mosquitos con proporciones monstruosas, cuyas patas interminables se alargan y se aglutinan sobre la cara de sus víctimas, mostraría alegóricamente los males que tocan la humanidad, el mosquito siendo la enfermedad, y también el hombre. Al adelantarme, el museo a mis espaldas, se me coló a la pierna una hoja de papel que volaba por el aire. La miré, y la tomé entre mis manos. El papel, que se usa tanto, demasiado, que me gusta en todas sus variaciones, colores, texturas y que tengo en casa para transcribir palabras, que uso para leer, se quedó en mis manos todo el tiempo hasta regresar a casa y colocarlo sobre mi escritorio. Era una página de un cuaderno de un estudiante, notas de escuela, mojada por la calle y el piso, embarrada, sin sentido, con letra cuidadosa de niño aplicado: un momento de vida, cómo estas cartas que te escribo a vos. Palabras de papel que se van apilando y que hablan de amor. Así es que de África a Saint Germain, pasando por la calle, mis recuerdos y tu presencia a mi lado en ese recorrido, la hoja se quedó en mi mano en forma de una bola. Y ahí sigue delante mío abriéndose poco a poco como una flor.


SONETO XCVIII

Y esta palabra, este papel escrito
por las mil manos de una sola mano,
no queda en ti, no sirve para sueños,
cae a la tierra: allí se continúa.

No importa que la luz o la alabanza
se derramen y salgan de la copa
si fueron un tenaz temblor del vino,
si se tiñó tu boca de amaranto.

No quiere más la sílaba tardía,
lo que trae y retrae el arrecife
de mis recuerdos, la irritada espuma,

no quiere más sino escribir tu nombre.
Y aunque lo calle mi sombrío amor
más tarde lo dirá la primavera.

Pablo Neruda

(Maurice Denis)

sábado, 8 de septiembre de 2007

Une journée particulière

1. Me desperté con el sol sobre la cara, fue lindo, extendí la mano, no había nadie, y sobre todo, sorpresa, estaba en París.
2. El chico que me crucé el otro día por la calle tenía el pelo oscuro y pantalones claros, pero..., y cuando vi él que tenía la camisa azul, los ojos verdes, tampoco, en la esquina había otro...
3. Sonó el teléfono. Corrí. Y no. Me quedé un rato mirándolo, por si acaso. Y no.
4. Es asombrosa la cantidad de palabras que empiezan con A. y con V. en el diario. ¿Será una conspiración?
5. Estoy convencida que la mayoría de las canciones de amor fueron escritas pensando específicamente en mí. Increíble.
6. Una amiga me comentó que se iba al Maryland. Ajá, le respondí. Las pulsaciones de mi corazón latían un poquito más rápidamente cuando nos despedimos.
7. ¿Cuándo empiezan las vacaciones de otoño este año, mamá? Dentro de exactamente cincuenta y tres días, hijo. ¿Por qué?

jueves, 6 de septiembre de 2007

Lección

Cuando levantó la copa que estaba sobre la mesa y se la llevó a la boca, lo miré con atención, bebió y se le abrieron los ojos, entre rechazo y sorpresa. Ya iban varias veces que me lo pedía y siempre le contestaba que no estaba listo, que no era tiempo. Ese día, lo dejé, curiosa de ver su reacción.
-¡Mamá!
-Sobre todo no digas nada. Aguantate, es tu primera vez, no te puede gustar. La primera vez es torpe, es el encuentro. Puede ser memorable pero casi nunca es buena. Así para el vino, y para muchas más cosas, mijo, ésta es una bebida que se aprende a tomar. Se aprende, entendés.
-Pero, ¡mamá!
-Nada, ni una palabra. Tomate un otro sorbo, esta vez, cerrá los ojos. Qué te crees que así de sencillo, qué se hace como partiendo una naranja en dos y exprimiéndola, en un día. No, mi querido, el vino toma tiempo, años, ahora cerrá los ojos e imaginate las uvas en los viñedos, enfilados en un campo verde bañado por un vientito que viene del océano, acariciado por lluvias, el sol, los hombres trabajando, cuidándolas, imaginate las uvas creciendo, pensá que allá existen grandes variaciones de temperatura entre el día y la noche. Pero, ¡cerrá los ojos Guy!, transportáte, tenés que viajar hasta allá al sur, a Chile y saber que los veranos son secos, los inviernos fríos. ¿Ya estás? ¿Ves los cerros allá a los lejos? Ahora podés tragar. Guy, mirá el color, es ¿rojo?, ¿violeta?, ¿opaco?, ¿límpido?, son cosas que hablan de lo que estás tomando. Todo tiene su importancia. Poné tu nariz dentro de la copa, ¿olés algo dulce? Ahora dale vuelta al vino en la copa, un poco y olélo de nuevo, ¿ha cambiado? ¿No? Si tomás y dejás el vino sobre la lengua unos segundos, ¿te pica? ¿es como la pimienta? O quizás con un gustito a madera, o vegetal. Tomá menos, pero tomá mejor. En ese vino de la cepa Carmenere, hay algo de un gustito de moras, arándanos, tierra húmeda, frutas maduras, ¿sí? Ves como caen las gotas por la copa, también es algo que se mira. Hay que mirarlo, olerlo y tomarlo. Complicado, ¿no? Más se sabe de las cosas y más se las aprecia. Cuando empieces a tomar, a los veinte años, aprenderás sobre el equilibrio entre frescura, acidez, el cuerpo. No serás un poquito francés por nada.
-Pero mamá, dejame hablar por favor, papá ya me hizo probar, no es la primera vez, es sólo que este me gusta menos, es demasiado fuerte, me gustán más sedosos. Nada más. Uf.
- ¿Tomás vino con tu papá?
- No, tanto como tomar no. Me da a probar, un sorbo, a veces con un poco de agua, para que aprenda, me dice. Mamá, no me gusta, pero tampoco me desagrada.
-Ah, bueno, Guy, qué cosa. ¿O sea que no es tu primera vez?


domingo, 2 de septiembre de 2007

Lou Reed

[...]
Laurie se tristemente stai ascoltando

Sappi una cosa al di sopra di tutte le altre
Tu sei tutto ciò a cui ho veramente pensato
Mentre la TV rimbalzava le urla

I fiocchi di neve cinerei
Le sirene urlanti
Tutto ciò che desideravo eri tu da stringere
Corpi congelati nel tempo che spicca un salto
Uccelli in fuoco
Una cosa sto pensando
Laurie se tristemente stai ascoltando
Ti amo
Laurie se tristemente stai ascoltando
Ti amo

(Laurie, Sadly Listening)

sábado, 1 de septiembre de 2007

Todo es relativo

A los franceses les gusta salir a la calle a las cinco de la tarde, pasean, se saludan, compran, lo sé porque siempre que salgo a esa hora, mi hora preferida, qué cosa, me encuentro con la mitad del planeta. Sin embargo no deja de sorprenderme y pienso: qué hace toda esta gente fuera, ¡fuera todos, es mi hora!, la que me gusta a mí; por costumbre será, a esa hora se llenan las calles de mi pueblo y me sorprendo de que el desierto se haya en unos días apenas convertido en mar: Agosto fue tan tranquilo. Nadie de nadie en ninguna parte. Silencio y lluvia. En este momento están los germanois exaltados preparando la "rentrée", expresión francesa que significa la vuelta, y que marca el inicio del año escolar, de la entrada del otoño y sobre todo el fin del verano y de las vacaciones. Con ellos regresó el sol, aunque no el calor, ese no vino nunca, no importa, las adolescentes, ya no saben cómo mostrar el bronceado, desnudándose lo más posible, en el límite que permite los veinte grados de un Agosto extraño, frío y lluvioso. Pero claro los que fueron al mar... Límites que sólo la coquetería comprende. Todo es relativo. A los dieciocho tampoco a mí me hacía frío en pleno invierno canadiense cuando me ponía una mini para ir a bailar, hay cosas que no se explican.

Llegando a mi casa me encuentro con un huésped incongruente. Una cosquilla sobre el pie me hace mirar hacia bajo y veo, HORROR TOTAL, un ratón escapándose detrás de mi escritorio y esconderse. En menos de un cuarto de segundo estoy parada como una boluda sobre la silla pensando, ¿ahora qué hago por dios, todos los santos, y la misma virgen? Salgo disparando a la cocina y vuelvo con una escoba, tengo la firme intención de perseguir mi nuevo compañero y correrlo al jardín, de dónde probablemente viene y debe imperativamente volver, no es el bienvenido en mi casa; es más, mi mente escandalizada imagina en algunos minutos, múltiples pesadillas sobre la posibilidad que se escondan otros o que quizás exista una vida animal subterránea de la que yo no sepa nada, ay, qué angustia, qué asco, me siento completamente abandonada de todos, me odio por sentirme ignorante y cobarde, es la primerísima vez en mi vida que me pasa. Estoy pensando abandonar la casa. Sacar unos cuantos artículos de primera necesidad e irme, partir, cerrar la puerta y chau hermano. Adiós, ganaste ratón, es tuya, te la dejo. Pero no, me encierro en mi cuarto e intento pensar: ¿pensar?, ¡ni que nada!, lo único que consigo hacer es llamar por teléfono, solamente a gente fiable, de confianza, a las que puedo hacer una crisis de histeria sin perder la cara. Eso hago y cuando me calmo, retomo pose humana y responsable, solo entonces llamo a mis hijos. De repente hablando con ellos no tengo miedo, les explico que no es nada, un ratoncito de apenas unos centímetros, chicos: no comen a nadie, me río por teléfono, hago bromas, hablo de los elefantes que se esconden detrás de las margaritas cuando ven un ratón, me siento una gigante por unos segundos, bajo a la cocina y llena de seguridad busco al ratón. Cuando aparece de nuevo desorientado y perdido, lo pillo y lo tiro más allá del jardín, a la calle, para que no pueda nunca de nunca más volver. Me miro en el espejo y pienso, sí todo es relativo.

Cefaleas y catarsis

O como Antonioni me ayudó a controlar el dolor de cabeza.

Cerrando los ojos, recostada, recordé la última escena de Zabriskie Point, con guitarra de Pink Floyd incluida. De darle una representación visual al dolor no me ha curado sino que me sentí mucho mejor. Mucho. Una alegoría analgésica y catártica. Qué bien.