Estoy convencida que he puesto el diez euros en el bolsillo del jean: pálpome, nada. Pero estoy segura. Como ya no veo muchas cosas las hago al tacto o al controlar el peso, me explico, si falta algo en mi cartera, lo sé porque la cartera no cae igual sobre el hombro, lo sé por el peso, y otras cosas por el olor, o por los automatismos como los de los números de teléfono, ya que no distingo los números. Igual para el código de la tarjeta de banco. Así estamos: con todos los sentidos súperdesarollados. Bueno, me fío de mis instintos. Sigo segurísima. Es más, recuerdo el gesto de ponerlos en el bolsillo. Busco en todos mi pares de jeans, y nada. ¿Qué se han hecho? Tampoco es tanto, sin embargo pienso: diez euros. Con diez euros compro pan durante diez días seguidos. Me voy al cine, sola, y al salir me pago un café "expresso" negro y caliente. Con diez euros me puedo comprar ese collar largo y fino con piedritas de color ámbar que he visto en la vidriera al lado del supermercado, y hasta me quedaría un poco de suelto. Hablando de compras, con diez euros me da para comprar cinco kilos de manzanas, vaya chanchada de manzanas me podría mandar, o dos bifes y dos tomates, o un pollo asado entero, que asan en esos asadores ubicados sobre la vereda que se pueden oler a kilómetros en las tardes de otoño cuando se regresa a casa. Ese olorcito, no me lo voy a olvidar nunca. Ah, y un vinito bueno. Sí, eso estaría bien. El otro día Benja me pidió una remera, con diez euros lo podría sorprender. Bueno, no sería la que me pidió él, la de fútbol a cuarenta euros, con Manchester United escrito encima. No, sería una remera normal, pero nueva. Me alcanza para dos revistas literarias, ¿dos? quizás, o para un libro, no llego a comprarme el CD, pero los puedo mirar y ponerme a soñar con música. O como en la farmacia, acercarme a los perfumes. Con diez euros no puedo comprarme ni una botellita chiquita chiquita, nada, apenas un jabón, o una crema buena, estoy exagerando con diez consigo champú, crema, y esos globitos de aceite que se meten en la bañadera. Me pongo un par de velas y me creo en un Spa. O también, podría pagar la multa de estacionamiento que me han puesto el otro día, oh, pero eso sería portarse bien, además la multa no es de diez sino de once euros, seguro que buscando monedas en el fondo de la cartera... Y sí, podría usarlos para las fotocopias, y el correo, los focos que andan faltando en el pasillo, qué aburrido, de todos modos no están en ninguna parte. Si no eran los jeans, ¿era el pantalón negro? En cuanto los encuentre, me compro una torta, gorda y rica, de frutillas, y nos la comemos todos esta noche. Y nos vamos a chupar los dedos...
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