
El Maestro y Margarita, Mikhaïl Boulgakov
Pasando por la calle Maurice Denis yendo al centro, he mirado un rato largo el museo a la izquierda, arriba de la calle, un museo que considero como mío, un espacio bello con un jardín que desciende salpicado de estatuas sorprendentes, bancos, flores, árboles y césped, y una vista que da sobre la otra colina, al sur de la ciudad, más humilde, adonde vivo yo. Subiendo lo he mirado un rato largo; me gusta su forma, su color. Cuentan que era un antiguo hospital que pertenecía a la parroquia y que el pintor Maurice Denis lo usó a partir de 1912 como su estudio, estaba abandonado y deteriorado. Se lo apropió y lo terminó comprando, también lo restauró. Están dando como te conté una exposición de esculturas africanas contemporáneas. Esculturas primitivas no, sino obras que reflejan la realidad de África de hoy, artistas jóvenes e interesantes, que crean arte. Un arte que sin embargo se cuela a la vida, a lo cotidiano, la guerra, la muerte. Usan materiales recuperados además de barro, piedra, madera, bronce. La tierra se mezcla al hierro. La madera al cemento. La arcilla al cartón. Las estatuas que han colocado en el jardín son imponentes y fuertes, adentro del museo se pueden ver obras, máscaras, objetos transformados y esculturas de todo tipo y tamaños.
Recordé hoy la instalación espectacular del senegalés Henri Sagna que me había impactado mucho. La verdad es que después de ver su plástica, no pude ver nada más. Hoy me acordé de la pared recubierta de tela blanca en una esquina de una sala pequeña, un lienzo teatral sobre el cual se veían mosquitos, hechos de tela, trozos de botellas y alambre, que daban vueltas sobre una cabeza de muerto, boca abierta inclinada muy ligeramente hacia el cielo, un cielo rodeado de enfermedad, y muerte. El mosquito escribe Sagna junto a su firma ataca indiferentemente a todos, sin distinción de raza, edad, estatus social o color. La obra se llama Ponction y es del 2005, es hecha de papier mâché. Ponction en francés tiene doble significado: uno de la operación quirúrgica, el otro que habla de un dolor breve e intenso. Eso fue absolutamente lo que sentí.
Con papel: árboles y agua, Sagna imaginó una realidad donde los mosquitos con proporciones monstruosas, cuyas patas interminables se alargan y se aglutinan sobre la cara de sus víctimas, mostraría alegóricamente los males que tocan la humanidad, el mosquito siendo la enfermedad, y también el hombre. Al adelantarme, el museo a mis espaldas, se me coló a la pierna una hoja de papel que volaba por el aire. La miré, y la tomé entre mis manos. El papel, que se usa tanto, demasiado, que me gusta en todas sus variaciones, colores, texturas y que tengo en casa para transcribir palabras, que uso para leer, se quedó en mis manos todo el tiempo hasta regresar a casa y colocarlo sobre mi escritorio. Era una página de un cuaderno de un estudiante, notas de escuela, mojada por la calle y el piso, embarrada, sin sentido, con letra cuidadosa de niño aplicado: un momento de vida, cómo estas cartas que te escribo a vos. Palabras de papel que se van apilando y que hablan de amor. Así es que de África a Saint Germain, pasando por la calle, mis recuerdos y tu presencia a mi lado en ese recorrido, la hoja se quedó en mi mano en forma de una bola. Y ahí sigue delante mío abriéndose poco a poco como una flor.
SONETO XCVIII Y esta palabra, este papel escrito No importa que la luz o la alabanza No quiere más la sílaba tardía, no quiere más sino escribir tu nombre. |
Sobre mi escritorio hay unas cuartillas que reconocerias: son tuyas, las guardaste en mi bolsa de viaje nada mas comprarlas y al separarnos vinieron conmigo como un regalo que me dejaba tu olvido. La blancura del papel es una prolongacion de tu presencia, el plano donde ejecutar un vudu amoroso: trazo una linea que recorre la hoja de norte a sur y sientes mi mano descender sobre tu espalda, dibujo un circulo y al otro lado del mundo mi dedo circunda tu pecho, escribo tu nombre con letras grandes, INES, y una sonrisa crece en tus labios. Puedo escribir una historia para que la pienses o la vivas, hacer un barquito de papel que cruce el oceano deshaciendo la ruta del esclavo. Si viajar es huir del miedo al futuro, como decia Graham Greene, no hay mejor destino que Africa, donde el futuro hace mucho que no existe y el presente tiene una intensidad peligrosa de dolor o de gozo.
ResponderEliminarAfrica es dos, mundos separados por un laberinto inmenso de horizonte y relieves vivos. Atras quedan las dunas, los alacranes y los zocos, cruzamos el Niger adentrandonos en un territorio donde el arte no sabe que lo es, aun conserva un sentido practico que trasciende lo decorativo. El artista no se alimenta de una esperanza mercantil y tradicionalmente ha usado materiales perecederos que no han resistido el paso del tiempo o el ataque de la humedad y los parasitos; sus temas son actuales, tomados de las necesidades que impone el sol cada manana, una actividad que no pretende representar la realidad sino, mas bien, dominarla con un conjuro. Quedan del pasado ejemplos de obras en metal, en piedra o marfil: las prodigiosas cabezas de Benin, las delicadas esculturas de los Shona en Zimbabwe o las tallas meticulosas sobre colmillo de elefante de la costa Loango, desde Gabon hasta Angola. Las tallas cuentan una historia, como las esculturas de las catedrales goticas en Europa: estimulada por los latigos, la caravana de esclavos avanza sobre el cuerpo de una serpiente, un animal de espiritu tan fuerte que al matarlo hay que enterrar su cabeza separada del cuerpo para asegurar que permanecera muerta y no volvera en busca de venganza. La muda de piel de la serpiente representa el renacimiento en otros mundos, lugares desconocidos a donde son llevados los esclavos que caminan sobre su cuerpo. La serpiente devora a un pajaro, animal del cielo de donde suele venir la enfermedad y la muerte. Del cielo llegan las inudaciones, las flechas invisibles del hechicero y los mosquitos, los monstruos que representa Sagna: cada vez que la Tierra gira alrededor del Sol, el mosquito mata en Africa a un millon y medio de personas, trae la malaria que se extiende, resistente a la quinina, de Este a Oeste siguiendo la ruta de los camioneros. La enfermedad es un hechizo al que se combate con una mascara o el amor de una virgen, como me decia Mbarr hablando del SIDA: follar con una virgen limpia el cuerpo de la enfermedad. Terapeutica brava. Y yo que siempre habia desconfiado de las virgenes…
Africa es tierra de prodigios que no aspiran a ser convertidos en mitos aunque a eso tienda la mirada europea, un espacio donde la belleza inefable y la violencia extrema conviven en el filo del machete. En el silencio de la noche, el rugido de un leon suena proximo junto a tu oido erizandote la piel, pero no, el leon esta lejos, solamente el rugido ha cruzado la sabana para acercarse a ti. Luego aprendes que cuando sale de caza el leon no ruge, es silencioso y metodico. Y ahi te quedas, con el corazon al galope y rodeado de un silencio cargado de significados nuevos. El silencio tambien es una pagina en blanco, como una de tus cuartillas, Ines, en la que pongo una barca remontando el rio Congo para que nos lleve, a ti y a mi, no al corazon de las tinieblas, estupido Conrad, sino al embarcadero donde suena la rumba en Barumbu mientras las flores de papel se abren contando historias y versos.
When will I dance covered with roses
in a frenzy of corollas
and of paschal chimes!
Oh when shall we dance,
on the esplanades of love!
(Rabemananjara).