Cuando levantó la copa que estaba sobre la mesa y se la llevó a la boca, lo miré con atención, bebió y se le abrieron los ojos, entre rechazo y sorpresa. Ya iban varias veces que me lo pedía y siempre le contestaba que no estaba listo, que no era tiempo. Ese día, lo dejé, curiosa de ver su reacción.
-¡Mamá!
-Sobre todo no digas nada. Aguantate, es tu primera vez, no te puede gustar. La primera vez es torpe, es el encuentro. Puede ser memorable pero casi nunca es buena. Así para el vino, y para muchas más cosas, mijo, ésta es una bebida que se aprende a tomar. Se aprende, entendés.
-Pero, ¡mamá!
-Nada, ni una palabra. Tomate un otro sorbo, esta vez, cerrá los ojos. Qué te crees que así de sencillo, qué se hace como partiendo una naranja en dos y exprimiéndola, en un día. No, mi querido, el vino toma tiempo, años, ahora cerrá los ojos e imaginate las uvas en los viñedos, enfilados en un campo verde bañado por un vientito que viene del océano, acariciado por lluvias, el sol, los hombres trabajando, cuidándolas, imaginate las uvas creciendo, pensá que allá existen grandes variaciones de temperatura entre el día y la noche. Pero, ¡cerrá los ojos Guy!, transportáte, tenés que viajar hasta allá al sur, a Chile y saber que los veranos son secos, los inviernos fríos. ¿Ya estás? ¿Ves los cerros allá a los lejos? Ahora podés tragar. Guy, mirá el color, es ¿rojo?, ¿violeta?, ¿opaco?, ¿límpido?, son cosas que hablan de lo que estás tomando. Todo tiene su importancia. Poné tu nariz dentro de la copa, ¿olés algo dulce? Ahora dale vuelta al vino en la copa, un poco y olélo de nuevo, ¿ha cambiado? ¿No? Si tomás y dejás el vino sobre la lengua unos segundos, ¿te pica? ¿es como la pimienta? O quizás con un gustito a madera, o vegetal. Tomá menos, pero tomá mejor. En ese vino de la cepa Carmenere, hay algo de un gustito de moras, arándanos, tierra húmeda, frutas maduras, ¿sí? Ves como caen las gotas por la copa, también es algo que se mira. Hay que mirarlo, olerlo y tomarlo. Complicado, ¿no? Más se sabe de las cosas y más se las aprecia. Cuando empieces a tomar, a los veinte años, aprenderás sobre el equilibrio entre frescura, acidez, el cuerpo. No serás un poquito francés por nada.
-Pero mamá, dejame hablar por favor, papá ya me hizo probar, no es la primera vez, es sólo que este me gusta menos, es demasiado fuerte, me gustán más sedosos. Nada más. Uf.
- ¿Tomás vino con tu papá?
- No, tanto como tomar no. Me da a probar, un sorbo, a veces con un poco de agua, para que aprenda, me dice. Mamá, no me gusta, pero tampoco me desagrada.
-Ah, bueno, Guy, qué cosa. ¿O sea que no es tu primera vez?
-Ah, bueno, Guy, qué cosa. ¿O sea que no es tu primera vez?
Ines, me diverti mucho con la anecdota!!! Idolo Guy!!!! Lucas una vez probo una gotita de cerveza y ahora le anda contando a todo el mundo que lo dejamos tomar alcohol...Y justo en este pais que son tan rompecocos! (Mejor que no se enteren que los chicos desayunan y meriendan con cafe con leche todos los dias).
ResponderEliminarBesos, grandes!
Carola
Muy bueno, Inés. Ahora, sobre el final me di cuenta de que muchas madres creen que los hijos varones no han tenido su primera vez y a menudo, a esa altura de la joda, ya son expertos, no digo en el vino, sino en todo.
ResponderEliminarOtra cosa que me has hecho pensar. Por qué las madres en la Argentina por lo menos o las que yo conozco, sobreprotegen a los hijos varones o los creen más indefensos -desnudos- frente a los avatares de la vida. ¿Suponen que las mujeres son más fuertes?, no sé.
Bueno, sigo pensando, pero son cosas deshilvanadas, no estoy seguro de mis pensamientos sobre esto. Voy a ver si saco alguna conclusión. O me olvido.
Saludos