martes, 30 de octubre de 2007

Octubre intenso


Après la pluie le beau temps, dicen en francés. Sí, el frío de octubre fue bravo, en mi casa hemos sufrido un poquito, pero una estrategia de la que no hablé es la de estar todo el tiempo pegaditos. Esa es deliciosa. Nos abrazamos más, nos quedamos acurrucados juntos en la cama hablando despacito, nos contamos cosas, el día, conversamos los brazos de unos bajo los brazos de otros, o enroscados ya no sé. Lindo. Pero, o el cuerpo se acostumbra o el tiempo se mejora, y se termina octubre con mejores temperaturas. Hemos sobrevivido. Y yo les cuento, me voy a pasear un ratito por el otro lado del mundo. Un momentito, unos días de vacaciones. Eso. Un beso.

domingo, 28 de octubre de 2007

Las armas

Estrategia número tres: la cebolla.

O vestirse poniéndose capas y más capas. Lo que tiene la ventaja de poder despojarse de ellas cuando sale el sol y cuando, en la siesta, si tenemos suerte, se pone el tiempo más decente. Claro, si además pudieran no olvidarse mis tres amores esas capas en el patio de la escuela sería buenísimo. Para las tardes o temprano en el día, los cuatro en casa tenemos pantuflas, australianas, insuperables. Y yo un arma secreta.


Tengo un batón rosa, escandalosamente rosa, una cosa tan pero tan rosa que cuando me lo pongo mi cara resplandece, mi entorno también, irradia. Se me ve de lejos, para no parpadear hay que ponerse anteojos de sol. El padre de un compañero de Emilia que viene a buscar a mi hija el miércoles me entrevió detrás de la puerta una vez y le preguntó: "esa cosa de color violento, ¿qué era?" "Mi mamá", dijo calmamente mi hija: "mi mamá en batón". No crean que exagero. No. Mi batón será rosa pero también es una maravilla. Una maravilla que llegó a mi casa como regalo de navidad canadiense. Es largo, es espeso, es suave, muy suave, es caliente. Me lo pongo y ... no tengo frío. Me siento otra. Me muevo relajada por la casa. Un gato no se movería mejor. Mi vida: frío free, impresionante. Me siento tan bien con mi prenda fucsia que tardo, antes del trabajo, en vestirme, espero el último minuto para meterme en la ducha y ponerme ropa normal. Ese bienestar, ese confort, mi felicidad completa se debe notar, dar envidia, porque la otra mañanita, cuando nos moríamos de frío, quién veo aparecer en la cocina: mi hijo Benja vestido de mi batón rosa, con una sonrisa que se le abría de un lado al otro. "-¡Benja! me exclamé, no estás vestido, ¿qué hacés con mi batón?", -"tenías razón, mamá, este batón es una maravilla." "-Sí, pero el batón es mío. Mío. Y vos vas a llegar tarde al colegio." Yo, que no soy de estar en ropa cómoda, me suelo vestir con camiseta y jeans y quedarme con la misma ropa hasta la hora de dormir, ¿me estaré convirtiendo en una Zsa Zsa Gabor del frío? Porque, les digo muy sinceramente, me cuesta sacármelo estos días... Los amigos ya empezaron a hablar.

viernes, 26 de octubre de 2007

Sigue la lucha

Estrategia número dos: el calor interno

"Kalinka kalinka kalinka moya, sadu yagoda malinka malinka moya, eh, eh, eh", sin ninguna duda mis mejores recuerdos de viaje los tengo de mis viajes en tren. Nada superó ese modo de transporte, la buena convivencia, los encuentros, la vida que sucedió en los vagones, las conversaciones, los momentos entrañables e intensos, sí, fueron los viajes más divertidos. Podría escribir sólo sobre ellos. Eran los años 90 e iba de la República Checa, en ese entonces se llamaba Checoslovaquia, a Austria, creo, no me acuerdo muy bien, tomé muchos trenes en esa época, de París, libre y soltera, me iba a cualquier parte, trabajaba y no tenía ninguna obligación, todo es tan chiquito aquí en Europa, las distancias humanas, las diferencias entre kilómetro y kilómetro, enormes, cada país es un universo, con el tren se atraviesan civilizaciones en el tiempo que nos tomaría a nosotros llegar del campo a casa en Argentina. Estaba en un tren y unos muchachos un poco mayores que yo estaban aburridos sentados y hablando, conversaban en un idioma eslavo. Cuando tomé sitio se enderezaron, pasaron una mano sobre el cabello y se pusieron a hablar en inglés. Me miraban de reojo, peroraban casi, y yo, los miraba sin mirarlos. Era todo un circo: coqueteaba sin coquetear, sabía que estaban pendientes. Me puse a leer un libro. Los chicos hablaban cada vez más fuerte, como si se oyeran hablar. Pensé que quizás fueran húngaros, o algo así. No entendía nada de lo que decían hasta en inglés. El tren se paró. No supimos lo que pasó, simplemente se paró. Y nos quedamos mirando por la ventanilla o entre nosotros perplejos sin saber que pasaba. Fueron muchas horas sin saber. Entonces nos pusimos a hablar: la situación era inhabitual, preocupante, una situación sin explicación. Estábamos fuera del mundo. Un no man´s land nocturno y frío. Hacía tanto frío en ese tren de noche que la chaqueta que llevaba no bastaba. Me acuerdo perfectamente. Puedo sentir mi malestar. Creo que los varones lo notaron porque ya no sabía cómo cubrirme, yo con mis botas y mi falda de francesa chic, ya no bastaba con cruzar las piernas, sufría francamente. Uno de los chicos, el mayor de los dos, lo notó y se levantó y tomó de su bolso una botella. La abrió y tiró la tapa para atrás. Lo miré extrañada: "¿por qué no guardas tu tapa?", le dije, "la puedes necesitar", se rió fuerte, y me contestó que en su país una vez que se abría una botella había que terminarla, nunca se le ocurriría a nadie volverla a tapar. Una botella de vodka. Me dice el chico con voz dulce: "toma un vasito, morena que pareces necesitarlo", y tomé la vodka, creo que era la primera vez que tomaba vodka sin hielo sin jugo de naranja sin nada. Me entró un poco de calor y los chicos se alegraron. Se pusieron a cantar, y más tomábamos más cantaban, se reían, hablaban y poco a poco se armó una fiesta, me acuerdo que durante horas contaron chistes. Los otros pasajeros vinieron a ver que pasaba, una húngara, una pareja checa, una señora alemana, no sé quien más. "¿Cómo te llamas, morena?, me dijo el mayor, Inés, le contesté, ¿eres italiana?, preguntó, no, soy argentina contesté, y se miraron entre ellos, Argentina, ¡qué lejos! dijeron, sí les dije lejos y diferente. Y vinieron más chistes, el sentido del humor es lo más importante en nuestro país dijo el proprietario de la botella; bebamos por las mujeres argentinas, dijo el más joven, son bellas y coquetas, me reí, y tomamos, Kalinka, kalinka, kalinka moya... Sabes Inés lo que significa Kalinka me susurró con aire de misterio el mayor, no, respondí, ni la menor idea, es una baya, un árbol del norte, del frío, en esta canción se habla de dos árboles y del amor, el hombre le pide a la mujer de dormir con él... porque es linda y hace frío..¿por qué viajas sola?, me preguntó el menor, porque me peleé con mi amigo, contesté, ¡oh!, ¡pena de amor! Eso es grave, dijo de repente, serio. Entonces tienes que tomar otro vasito, dale, tomátelo, te hará bien. Y meta a la vodka. La verdad es que ya no sentía frío, ni me importaba nada, y les pedí a mis nuevos amigos que me ensañaran a bailar a la rusa. Me lo mostraron en el pasillo para la alegría de todos, unas voces preciosas, y así aprendí los pasos rudimentarios del baile tradicional ruso, y aplaudimos y nos reímos, y tomamos más. Terminamos la botella sin problemas unas horas más tarde. No hubo que volver a taparla. Eran rusos, uno también era de Ucrania, judío, me dijo, no es lo mismo, me miraron como si me confiaran un secreto. Yo a esa hora, después de lo vasitos de mis compañeros, solo podía decir: Kalinka, kalinka, kalinka moya... Y qué vivan la bayas rusas y la ginebra, el gin y la vodka. Olé.

Cada vez que tengo frío, pero frío en serio como en ese tren nocturno, pienso en la primera vez que tomé vodka y me sirvo una copita y pienso que los rusos, sí que saben. A mis chicos les sirvo chocolate caliente, todavía les queda por descubrir un montón de cosas... El efecto no es el mismo, pero cada cosa en su tiempo.

Kalinka

jueves, 25 de octubre de 2007

Declaración de guerra

Una ola de frío poderosa se abatió estos días sobre París y como vivimos en una casa fría, las razones no vienen al caso y serían largas de explicar, mis hijos y yo hemos decidido luchar: hemos establecido una serie de estrategias para pelearle y no dejarnos ganar por la desesperación de las mañanitas demasiado difíciles, o las meriendas congeladas, los deberes con manos gélidas--soplando sobre los dedos no basta-- y poder vivir aquí sin sufrir, hasta que el tiempo mejore o encontremos una solución más técnica, digamos.

Estrategia número uno:
el movimiento perpetuo.

Hacer ejercicios es una solución, flexiones y movimientos de calentamiento con los brazos que suben y bajan, sin embargo nos hemos dado cuenta que el entusiasmo inicial suele disiparse después de un corto plazo. Hemos preferido la opción: «dejarnos llevar por la música». Tenemos todos aquí nuestra música preferida. Benjamín por su carácter y su forma de moverse es difinitavamente James Brown y ponemos:



Oh yeah, baby... Lo vieran bailar al petiso. Entramos en calor solo mirándolo.

Guy, es más rock:



Can't stop moving!con los Chilis.

Mi Mimi es una tierna: ella baila sin parar de lo más bien con Aretha:



Así, así, empezamos...

Y yo que amo todo tipo de música de africano al cubano, pasando por la China, y volviendo por Colombia, cualquier ritmo movidito me va. Hoy les pongo una canción y una voz que me hace recordar una fiesta a la que fui hace poco y que me permitió bailar como hacía tiempo que no bailaba ... Yo la morena, jeje.



Zucchero!

Sigo mañana...

martes, 23 de octubre de 2007

Y ahora que sé...

A Saint Germain se puede subir fácilmente en auto, sea por el sur, el oeste, el bosque, existen varias entradas: se puede entrar pero no salir. Es curioso. Viniendo de un mundo dibujado por ingenieros más que por historia, no me explicaba como podía suceder. No me había dado cuenta que no había lógica y sobre todo que existían menos bajadas que subidas. Es así. Aquí no es tan sencillo, uno entra pero después hay que conocer perfectamente la ciudad para volver al punto de partida, hay que saber donde dar la vueltita, donde tomar esa calle que, rodeándola, bajará de nuevo, un poco más allá, encontrando una de las tres bajadas, las tres malditas bajadas que me costaban tanto hallar cuando apenas llegué. Dios, las perdidas que me habré dado buscando el mismo camino que a la ida. La vuelta a casa siempre me llevaba por quién sabe donde y me venían unos nervios locos pensando que no podría nunca más volver. Además de ser desubicada, claro. Todo en auto. A pie es otra historia. Eso cuando era el tiempo de la primera vez. Hubo tantas primeras veces en Francia para todo. Hace cinco años. Cinco años de aprender, aprender a hacerlo the French way in France. O sea que ayer cuando volvía del supermercado y vi que había un atasco espantoso, que me quedaría sobre la Nacional unos veinte minutos por ser el camino directo, di ahí nomás una vuelta agresiva al volante y me metí por la primera calle que doblaba a la derecha, entré y contorneé las calles del barrio sur. Me di cuenta que ahora no me podía perder. Saint Germain era mía. No hay una calle que no conozca. No hay una casa que no haya visto, una esquina que no haya de alguna forma caminado o doblado. Ya no hay un camino que no llegue a mi casa. Qué cosa. Me gustó volver a explorar el barrio cerca del bosque. Pasé despacio mirando y me di cuenta que esas calles formaban parte de mi geografía personal. Me vi, las primeras semanas después de llegar, parada delante de la estacion de tren pensando como había hecho para llegar hasta ahí. Me vi entrar en una calle a contramano, y de repente consciente de mi equivocación, queriendo retroceder discretamente sin poder hacerlo por no saber como poner la marcha atrás del autito, pidiéndole ayuda al primero que pasara. Siempre había tenido marchas atrás al revés de la quinta, para abajo. Y en ese auto, francés, era subiendo la palanca un poco más a la izquierda de la primera. Me vi tener que salir del auto y preguntar al primero si me podía explicar... Tanto camino he hecho en Francia para sentirme en casa. Tantas vueltas he dado para ubicarme en ella y en la vida aquí. Ayer con el auto volviendo a mi casa, me di cuenta que pasando por las calles de Saint Germain, me estaba despidiendo de una ciudad que aprendí a conocer a las duras. Me voy, me voy porque quiero irme, pero sé que dejo una linda ciudad que aprendí a querer y a la que quiero, mucho.

domingo, 21 de octubre de 2007

La noche en la isla

La Isla Negra


Toda la noche he dormido contigo
junto al mar, en la isla.
Salvaje y dulce eras entre el placer y el sueño,
entre el fuego y el agua.
Tal vez muy tarde
nuestros sueños se unieron
en lo alto o en el fondo,
arriba como ramas que un mismo viento mueve,
abajo como rojas raíces que se tocan.
Tal vez tu sueño
se separó del mío
y por el mar oscuro
me buscaba como antes,
cuando aún no existías,
cuando sin divisarse navegué por tu lado,
y tus ojos buscaban lo que ahora
-pan, vino, amor y cólera-
te doy a manos llenas
porque tú eres la copa
que esperaba los dones de mi vida.
He dormido contigo
toda la noche mientras
la oscura tierra gira
con vivos y con muertos,
y al despertar de pronto
en medio de la sombra
mi brazo rodeaba tu cintura.
Ni la noche, ni el sueño
pudieron separarnos.
He dormido contigo
y al despertar tu boca
salida de tu sueño
me dio el sabor de tierra,
de agua marina, de algas,
del fondo de tu vida,
y recibí tu beso
mojado por la aurora
como si me llegara
del mar que nos rodea.
Los versos del Capitán, Pablo Neruda.

viernes, 19 de octubre de 2007

Última vez

¡¡Vamos, vamos, Argentina!!


lo escribo bajito porque los franceses no están muy contentos estos días, pudor y discreción entonces...



martes, 16 de octubre de 2007

Mi noche con los Jaivas

Los Jaivas vinieron a Montreal para el Festival de Jazz en el año ya ni sé. Después del trabajo fui a encontrarme con ellos y una amiga que los conocía de París y todos juntos, muy alegres, nos fuimos de restaurante nocturno en restaurante nocturno, de bar en bar, por todo el Este de Montreal. Estuvimos muchas horas conversando, comiendo, y después... es que no me acuerdo. Fue una noche muy larga, divertida, y musical.... hace rato que estoy sentada delante de la pantalla intentando acordarme, pensando y pensando y no hay caso: mucho humo en la cabeza. Lo pasamos bien, eso sí. Simpatiquísimos che. Amorosos conmigo. Yo les tengo mucho cariño. Saludos chilenos a todos.



domingo, 14 de octubre de 2007

Semi final

Marc Chagall

París en octubre se presenta maravilloso, días soleados, un ambiente festivo, las hojas doradas y coloradas de los plátanos parisinos, puntitas de fuego en las calles grises y blancas de la ciudad luz, refuljan esperando este domingo, este domingo argentino. Anoche Francia entera suponía otro resultado, no había un bar que no estuviera lleno, no había una calle que no vibrara. La gente andaba alocada por la calle. Sin embargo, lo que los franceses no sabían todavía era que este año París habla español, con acento argentino, come carne y toma vino en los cafés, baila a otro ritmo, canta: "vamos, vamos" ... Es así, este año es nuestro, París celeste y blanco, París Buenos Aires, París Tucumán, San Juan, Rosario... París al sur. París nos favorece, anima, nos quiere. Ahora nos toca a nosotros apoderarnos de la ciudad, besar su suelo, con la pelota ovalada, agradeciendo su amabilidad. París es nuestra este año y los 80 000 espectadores del Stade de France en Saint Denis, gritarán de un solo corazón, vamos vamos chicos. Qué si lo podemos. Lo creemos. Yo lo creo.

sábado, 13 de octubre de 2007

Dos chicas sentadas en un café mirando pasar a la gente en silencio.

-Che, Inés, decime con sinceridad, ¿qué es lo primero que miras en un hombre? ¿La cara, las piernas, los ojos, el culo, el porte?
-¿Yo? Umm, no sé
-Cómo que no sabes, algo te llama la atención.
-Lo primero que miro son las manos. Me gustan las manos de hombre.
-¿Las manos? Ah, qué raro. ¿Qué manos?
-Ninguna en particular, me tienen que gustar. Pensalo, es fundamental, ¿no?
-Bueno, sí, puede ser...

De repente callan. El silencio es diferente: la imaginación vuela.

domingo, 7 de octubre de 2007

Uf, qué nervios



¡¡Vamos, vamos Argentina!!


Cantado por miles de miles de espectadores en el Stade de France en Saint Denis.




miércoles, 3 de octubre de 2007

Para Antonio

Matías Pinto d'Aguiar, pintor chileno, Viaje a Robinson Crusoe, 2006

Todas las parcelas de mi vida tienen algo tuyo
y eso en verdad no es nada extraordinario
vos lo sabés tan objetivamente como yo

sin embargo hay algo que quisiera aclararte
cuando digo todas las parcelas
no me refiero sólo a esto de ahora
a esto de esperarte y aleluya encontrarte
y carajo perderte
y volverte a encontrar
y ojalá nada más

no me refiero sólo a que de pronto digas
voy a llorar
y yo con un discreto nudo en la garganta
bueno llorá
y que un lindo aguacero invisible nos ampare
y quizá por eso salga enseguida el sol

ni me refiero sólo a que día tras día
aumente el stock de nuestras pequeñas
y decisivas complicidades
o que yo pueda o creerme que puedo
convertir mis reveses en victorias
o me hagas el tierno regalo
de tu más reciente desesperación

no
la cosa es muchísimo más grave

cuando digo todas las parcelas
quiero decir que además de ese dulce cataclismo
también estás reescribiendo mi infancia
esa edad en que uno dice cosas adultas y solemnes
y los solemnes adultos las celebran
y vos en cambio sabés que eso no sirve
quiero decir que estás rearmando mi adolescencia
ese tiempo en que fui un viejo cargado de recelos
y vos sabés en cambio extraer de ese páramo
mi germen de alegría y regarlo mirándolo

quiero decir que estás sacudiendo mi juventud
ese cántaro que nadie tomó nunca en sus manos
esa sombra que nadie arrimó a su sombra
y vos en cambio sabés estremecerla
hasta que empiecen a caer las hojas secas
y quede el armazón de mi verdad sin proezas

quiero decir que estás abrazando mi madurez
esta mezcla de estupor y experiencia
este extraño confín de angustia y nieve
esta bujía que ilumina la muerte
este precipicio de la pobre vida

como ves es más grave
muchísimo más grave
porque con estas o con otras palabras
quiero decir que no sos tan sólo
la querida muchacha que sos
sino también las espléndidas
o cautelosas mujeres
que quise o quiero

porque gracias a vos he descubierto
(dirás que ya era hora
y con razón)
que el amor es una bahía linda y generosa
que se ilumina y se oscurece
según venga la vida

una bahía donde los barcos
llegan y se van
llegan con pájaros y augurios
y se van con sirenas y nubarrones
una bahía linda y generosa
donde los barcos llegan
y se van

pero vos,
por favor,
no te vayas.

Mario Benedetti, Mucho más grave


Benedetti a veces me sorprende y me conmueve de una forma...