

Como esas manchas de tinta de Rorschach, la isla de Montreal me aparece como una polilla o una ve estirada, quizás pueda ser un murciélago, en todos casos miro el mapa sobre la pared del vagón con atención mientras el metro me lleva al norte. No soy visual sin embargo trato de imaginar el trayecto del tren, y volver a apropiarme de la ciudad por dentro; tchuc, tchuc, vibran la ruedas de gomas veloces por el altavoz una voz femenina anuncia las estaciones en francés. El metro, solía tomarlo cuando era estudiante universitaria y solo un poco; antes de esa época no existía por mi zona o por los barrios donde he vivido, ahora con las ampliaciones en los años ochenta, recorre la mayoría de la isla, sesenta kilómetros de vías, sesenta y pico estaciones, la isla es accesible casi en todo sitio por debajo de la tierra. Un metro moderno y bastante bien coordinado. En el pasillo de mi estación, un cantante Hare Krishna toca el tambor y canturrea Hare hare, krishna krishna, y siempre que entro, todos los días está el hombre de blanco, sonrío porque hace años que no he visto a esos devotos vegetarianos musicales. Que vaya o vuelva, sin necesidad de abrir los ojos, me ubico, estoy en la buena estación, si supieran como vibra la voz, el tambor. Estoy en Snowdon en el barrio de Côtes des Neiges-Notre Dame de Grâce, una zona densa de la ciudad de Montreal y me voy allá al norte para unos de los múltiples trámites administrativos que mi estado de residente de regreso me obliga a recorrer. Un nuevo residente sin auto, claro. La última estación de la línea naranja al norte es Côte Vertu, y ahí me espera un señor tocando el violín en el medio de una estación terminal amplia y de muchos colores. Pide,un poco rabioso, a los pasajeros en tránsito, unas monedas pero nadie se acerca, y el viejo sigue tocando, mal, su instrumento. Hay gente que recuerda las estaciones por las obras de arte, numerosas e interesantes del Métro de Montréal, yo las recordaré por la música que ofrecen. Bueno, me lleva mucho tiempo llegar a mi destino, la isla es amplia por el norte, y cuando vuelvo en vez de leer, actividad principal de mis viajes subterráneos, echo un vistazo a mis nuevos compatriotas y noto que ha cambiado el paisaje cultural y étnico de Montreal, ya sé, no es necesario que me lo digan, es una tendencia mundial. Por mi zona específicamente de barrio judío se ha vuelto ruso, asiático, con bolsitas jamaicanas o isleños de por ahí, y ya nadie habla francés o inglés como idioma materno. El cambio es grande y me intriga, me fijo en las estadísticas canadienses y éstas dicen que 37 % de los ciudadanos de Montreal han nacido en otro país, y unos 15 % tienen ambos padres extranjeros, hablando otro idioma que los oficiales, o sea, según un cálculo complicado, aproximativamente la mitad de la población, y en mi barrio es notable. Tras veinte años, es un soplo la vida, ha cambiado Montreal convirtiéndose en una sociedad multicultural variada, y para la antropóloga que soy del alma, eso es una maravilla. Mis vecinas inmediatas, las que viven encima de mi piso, son del Líbano, así como el proprietario. Al lado, una familia numerosa, acaba de nacer el cuarto hijo, francesa de la ciudad de Bourges, abajo de ellos vive un francés de París, un poquito más antipático, ya saben. En la tienda donde compro los billetes del metro y las tarjetas teléfonicas baratas, me atiende un mexicano y una asiática, en la farmacia, una rumana, en el súper, el color del cajero no tenía nada de canadiense típico. Todavía, y no es broma, no he visto por mi barrio a un "quebecois", no, y no creo que se escondan, ahí están en otras partes de mi isla, habrá que ir a buscarlos. Otra posibilidad es que anden todos en coche y no tomen el metro. Continuará...
Hola Inés, en estos días vengo notando, además de que te extraño, que en el metro de Barcelona, vivo una situación familiar.
ResponderEliminarhay un señor que le canta arias a los televisores, otros que duermen en el mismo banco, okupas con perros gigantescos, y en los vagones musicos que tocan lo peor que pueden para despertar pena...
El miercoles pasado, a mi lado, había gente luciendo trajes africanos , turbantes de la india, velos de medio oriente, y hasta un kimono elaboradisimo....
y algunas señoras ingenuas que insisten en llevar imitaciones de luivuitóns creyendo que eso es elegancia...